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3. Trabajo y economía social, popular y solidaria

Objetivos

Se espera que al finalizar el estudio de la unidad las y los estudiantes hayan logrado:

  • Problematizar qué es la economía y conocer las diversas lógicas y principios de integración de lo económico.
  • Profundizar la comprensión de la economía desde una perspectiva plural a partir de la identificación de la economía pública, privada y popular.
  • Identificar los diferentes enfoques conceptuales y trayectorias empíricas de la economía social y solidaria, y el lugar del trabajo como concepto organizador.

Introducción

Bienvenidos y bienvenidas a la tercera y última unidad de nuestra carpeta de trabajo. En esta unidad realizaremos una aproximación al amplio y diverso campo de la Economía Social y Solidaria (ESS) y la Economía Popular (EP), en el marco de lo que se concibe como economía plural. Asimismo, de manera transversal, reflexionaremos sobre el lugar del trabajo como concepto organizador de dicho campo, y analizaremos diversas experiencias y modalidades de producción, comercialización, distribución y consumo, alternativas a la lógica dominante del capital.

Para comprender el contexto en que reaparece la ESS, particularmente desde fines del siglo XX, es fundamental establecer un puente con los contenidos abordados en la Unidad 2, donde hemos presentado y analizado las profundas transformaciones socioeconómicas y políticas que han reconfigurado el mercado de trabajo, así como las condiciones laborales y de vida en Argentina y América Latina. Estas transformaciones son el marco en que vuelven a emerger tales iniciativas, experiencias y organizaciones.

Desde este enfoque, en esta tercera unidad de la carpeta retomamos lo trabajado en la Unidad 2 y avanzamos en el primer apartado en una caracterización inicial de la Economía Social y Solidaria y la Economía Popular; en el segundo apartado nos introducimos en el debate sobre qué es lo económico y sus diversas lógicas y principios de integración; en el apartado 3.3 presentamos los principales enfoques conceptuales de la economía social y solidaria tanto desde Europa como de América Latina y sistematizamos algunos conceptos centrales de este campo de estudios y acción. Concluimos con los contenidos de la unidad, en el apartado 3.4, analizando distintas trayectorias empíricas que conforman la ESS y la EP y ofrecemos algunos ejemplos prácticos. Estos nos permitirán reflexionar sobre la importancia de las economías alternativas, frente la lógica del capital, para el desarrollo y la transformación socioeconómica en las sociedades periféricas.

En síntesis, siguiendo el recorrido analítico propuesto, en esta tercera unidadN de la carpeta abordamos el lugar del trabajo como concepto organizador de las sociedades, para centrarnos en el estudio de diversos enfoques y experiencias de la ESS en tanto alternativas a la lógica del capital y la crisis del empleo asalariado. Para lo cual planteamos algunas preguntas clave:

  • ¿Cómo pensamos lo económico? ¿Qué entendemos por economía plural?

  • ¿Qué es la EP? ¿Qué es la ESS?

  • ¿Por qué hablamos de un resurgimiento de la ESS a partir de la crisis de la sociedad salarial?

  • ¿Cuál es el lugar del trabajo en la ESS?

Finalmente, presentamos una recapitulación de nuestro recorrido por los temas desarrollados en la carpeta de trabajo y proponemos algunas reflexiones para seguir pensando en estas transformaciones.

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Texto aparte
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Antes de comenzar, nos parece importante también resaltar que las resoluciones del Ministerio de Educación de la Nación N° 3401/17 y 3400/17 establecen contenidos mínimos sobre Economía Social y Solidaria para las carreras de Abogacía y Contador Público Nacional. Al respecto, se señala que es central que los contadores públicos se formen en conocimientos específicos que aborden la gestión de cooperativas y mutuales y otras expresiones de la ESS, pero que también comprendan los fundamentos económicos y filosóficos que sustentan este tipo de instituciones, en donde la libertad personal de asociación en instancias de trabajo y proyectos asociativos resulta más importante que el capital (República Argentina, 2018).

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Para quienes quieran profundizar en los contenidos curriculares mínimos planteados para la carrera de Contador Público sobre Economía Social y Solidaria, les dejamos a continuación un enlace a la nota que hace referencia.

República Argentina (2018), “Propuesta de contenidos para carreras universitarias”, 21 de agosto, Argentina.gob.ar. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/noticias/propuesta-de-contenidos-para-carreras-universitarias [Consulta: 24/2/21].

3.2. El debate sobre lo económico y las diversas lógicas y principios de integración de lo económico

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Para comenzar a reflexionar sobre lo económico y problematizar las ideas hegemónicas que existen sobre ello, resulta importante preguntarnos qué entendemos por economía y qué lugar ocupa la economía en la sociedad. Lare analice dicho campo, como veremos a continuación.

3.2.1. Lo económico: enfoque formal y sustantivo

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La economía, desde una perspectiva formal, parte de la noción de escasez, en un marco de necesidades infinitas, por lo cual su función es economizar eficientemente los recursos escasos, lo que la limitaría a una tarea de administración. En cambio, desde una perspectiva sustantiva, cuando hablamos de economía estamos haciendo referencia a las distintas modalidades en que las sociedades y grupos sociales organizan la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios que se necesitan para la satisfacción de las necesidades y la reproducción de la vida.

En esta visión sustantiva, de la cual el filósofo y cientista social Karl Polanyi es uno de los principales exponentes, el énfasis está puesto en la interdependencia entre las personas y la naturaleza, y de estas entre sí, para obtener su sustento. Desde esta concepción, entonces, la economía es el proceso por el cual se satisfacen las necesidades humanas en una determinada sociedad, mediante diversas modalidades de producción, distribución, consumo y reutilización de bienes para satisfacer necesidades y multiplicar capacidades, bienes que pueden ser materiales, simbólicos, relacionales, finales o intermedios.

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Karl Polanyi (1886-1964) fue un historiador económico y social y un antropólogo económico que se ocupó del estudio de los sistemas de intercambio y de las sociedades no mercantiles. De origen húngaro, nació en Viena, pero gran parte de su trabajo lo realizó en Gran Bretaña y EE. UU. Entre sus obras se destacan La gran transformación (1944) y Comercio y mercado en los imperios antiguos (1957).

Fotografía de Karl Polanyi

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Este autor introdujo la distinción fundamental entre sociedades caracterizadas por la reciprocidad, por la redistribución y por el intercambio, diferenciando los mercados periféricos o secundarios (en aquellas sociedades donde existe el mercado, pero este no constituye el eje ordenador general) de las sociedades con un sistema generalizado de mercado. Analiza también cómo se produce la circulación económica en las sociedades precapitalistas, en las que la economía está incrustada en otras relaciones sociales. En la sociedad moderna la economía se habría independizado del resto de las instituciones sociales para después dominarlas progresivamente. En cambio, en la casi totalidad de las sociedades tradicionales, la economía estaría empotrada o incrustada en otras relaciones sociales, como las relaciones de parentesco o los fenómenos religiosos. Para Polanyi, los aspectos institucionales son cruciales en todaeconomía, en la medida en que aseguran la recurrencia de los movimientos económicos y dan unidad al sistema productivo. Ya a mediados del siglo XX Polanyi señalaba los peligros implícitos en el hecho de que la definición formal de la economía se convirtiera en paradigma académico, visión política y sentido común. De esto se desprenden algunas consecuencias significativas, como la autonomización de la esfera económica con respecto al resto de la sociedad y la identificación del mercado con un mercado autorregulado. Basada en ello, según Polanyi (1977), esta corriente a la que llama “economía formal moderna” contempla determinados rasgos característicos:

  1. Autonomización de la esfera económica (asimilada al mercado) con respecto al resto de la sociedad. A través de este movimiento, se reduce lo económico únicamente a lo que pasa por el mercado. Desde esta perspectiva formal, el problema económico central es la escasez. Los recursos disponibles en una sociedad (naturaleza, dinero, trabajo) no son suficientes para satisfacer sus necesidades (ilimitadas). Por lo tanto, la economía debe proponer soluciones eficientes que resuelvan esta situación, diseñando mecanismos para cubrir una cantidad creciente de necesidades y empleando recursos disponibles escasos. Para resolver esta asignación eficiente de recursos escasos a fines múltiples se recurre al mercado, utilizando los precios como pauta para ordenar la distribución. Así, el mercado sería la institución donde se ejercen las acciones individuales para lograr el bienestar de la sociedad. En consecuencia, desde esta perspectiva solo tendrían carácter económico las prácticas que pasan por el mercado.

  2. Identificación del mercado como institución autorregulada. Este aspecto implica el ocultamiento de todos aquellos cambios históricos e institucionales que fueron necesarios para el advenimiento del mercado como eje organizador, olvidando las estructuras institucionales que lo hacen posible, donde quizás la más importante sea el Estado moderno burgués. Así, lo económico se presenta escindido de lo político, cultural y social, aun cuando sea difícil negar su carácter de construcción política y social.

  3. Identificación de la empresa moderna con la empresa capitalista. Esta asimilación se basa en la propiedad privada de los bienes de producción, por lo que la creación de bienes supone un posible lucro para los dueños del capital (Laville, 2003). Es decir, este formato empresarial se guía por el objetivo del lucro bajo una relación asalariada, con su concepto de lo productivo y la eficiencia.
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Cuando se alude a “lo económico” como ámbito separado de otros ámbitos de la vida humana, se hace referencia a la economía en tanto definición formal escindida de lo político, cultural y social. Por lo tanto, la economía, como disciplina formal, sería el ámbito donde se plantea analíticamente el problema de la escasez, una tecnocracia que busca autolegitimarse en la opinión pública bajo el paradigma de la supuesta asignación eficiente de los recursos escasos.

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Esta corriente dominante ha invisibilizado la diversidad de principios y formas económicas existentes –precisamente lo que nos interesa señalar en esta unidad–, a partir de consolidarse como una ortodoxia en la enseñanza de la disciplina y en el discurso económico hegemónico. En su raíz y exposición canonizada, este enfoque económico se basa en los principios conceptuales de la llamada revolución marginalista, de matriz neoclásica, surgida a finales del siglo XIX. En tanto explicación de lo económico, parte del axioma de la escasez, como ya señalamos, y de la racionalidad individual instrumental. Asimismo, toma en cuenta el comportamiento de los agentes individuales (consumidores/as y productores/as), quienes estarían motivados por la maximización de su interés individual (optimizando beneficios y minimizando costos), en un contexto de mercado competitivo ideal (competencia “perfecta”). Por lo tanto, según esta corriente, si se dejara actuar con libertad a la “mano invisible” del mercado, se obtendría un mayor bienestar individual y, consecuentemente, de la sociedad en su conjunto.

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Leer con atención
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La perspectiva sustantiva de la economía plantea la existencia de una pluralidad de principios económicos y postula la necesidad de “encastramiento” de lo económico en lo social.

Esto significa para Polanyi la reinserción de lo económico en las formas institucionales e históricas que le dieron origen, haciendo énfasis en que las formas económicas no son naturales sino construcciones sociales y políticas y, por tanto, modificables.

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La perspectiva sustantiva de la economía, en cambio, nos permite desnaturalizar el mercado autorregulado, identificando que no hay un único modo de organizar la economía, sino que las formas de producción, distribución y consumo son plurales e híbridas en la práctica y en los diversos contextos sociohistóricos. Desde la perspectiva de la ESS, se refiere a lo económico buscando reconocer una diversidad de actores, instituciones y principios orientados a “la producción y reproducción de las bases materiales de una sociedad, de modo que garantice la reproducción de la vida con dignidad de todas y todos sus integrantes, intergeneracionalmente y en armonía con la naturaleza” (Coraggio, 2013: 2).

En este marco, siguiendo a Polanyi (1975), se identifican distintos principios de integración económica.

  • La autarquía hace referencia a la administración doméstica: “la idea de que la casa se sostiene con lo propio, con sus propios recursos, con su propio trabajo” (Coraggio, 2010: 63). Con ella, se apunta a dar cuenta de la capacidad de cada comunidad para satisfacer lo necesario con los propios recursos.

  • La reciprocidad se plantea a partir de la obra del antropólogo Marcel Mauss, El ensayo sobre los dones (1925), y se vincula a la noción de solidaridad. Se trata de la construcción de lazos sociales que implican relaciones de “don” y “contradón”; lo que se prioriza es el sostenimiento del vínculo (como en las experiencias de cooperativas, mutuales, redes de trueque, círculos de ahorro y crédito solidarios, bancos de horas, redes de ayuda mutua, etc.). El dar (don), que parece ser unilateral, en realidad obliga al que recibe a devolver (contradón). Al haber don, hay obligación, y si hay reciprocidad de parte de quien recibe, se teje un lazo social no necesariamente mediado por el dinero.

  • La redistribución implica la apropiación y distribución colectiva del excedente dentro de una unidad económica determinada. En las sociedades modernas, el Estado cumpliría un rol fundamental en ese sentido, a través de transferencias monetarias, subsidios a la producción, servicios públicos gratuitos, medios de consumo básico, etc. Los sentidos de la redistribución definen a su vez el carácter de un Estado, sobre quién se apoya para lograr sus ingresos y en quién invierte o a quién subsidia, procurando –o no– la justicia social y la mayor o menor distribución social de la riqueza producida.

  • En el intercambio aparece la institución mercado (en sentido amplio). Para que exista intercambio tiene que haber relación entre personas, aun cuando el sistema capitalista haya hegemonizado dicho accionar, invisibilizándolo. Esta cuestión se exacerba más todavía en el contexto actual de expansión de las nuevas tecnologías de información y comunicación, que mediatizan buena parte del proceso y el vínculo social que sustenta dichas prácticas de intercambio.

En definitiva, desde la definición formal de “lo económico” se identifica a la economía con su forma de mercado como si fuera universal, en tanto que para la economía sustantiva los procesos económicos varían de unas sociedades a otras, según las relaciones sociales de producción y los principios económicos predominantes en cada tipo de organización social. Más aún, bajo la hegemonía de las relaciones sociales capitalistas, es necesario reconocer y validar las formas plurales de hacer economía y las distintas racionalidades en el actuar económico, porque, si bien estas se encuentran subsumidas a la lógica del capital en tanto lógica dominante, no dejan de presentar una pluralidad de prácticas y lógicas económicas diversas de los actores y grupos sociales, tal como iremos desarrollando.

Audiovisual
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Un ejemplo interesante para pensar esta pluralidad de lógicas y racionalidades económicas puede verse en el video de una experiencia que se realiza en la Puna jujeña: el encuentro de intercambio “Cambalache - Trueque de la Red Puna” (2009). “El Cambalache es un encuentro anual de intercambio que realizan las comunidades de la Red Puna. Es una modalidad que nos muestra otras formas posibles de construir mercado, que además de resolver necesidades concretas, contribuyen a la recuperación y fortalecimiento de la cultura de estas comunidades y sus modos de habitar el territorio”. Realización: Dario Setta.

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Lectura obligatoria
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Para profundizar esta temática y enriquecer la actividad que proponemos a continuación les dejamos el siguiente texto de lectura obligatoria de la unidad:

Coraggio, J. L. (2010) “Pensar desde la perspectiva de la economía social”, en Cittadini, R.; Caballero, L.; Moricz, M. y Mainella, F. (comps.): Economía Social y Agricultura familiar: hacia la construcción de nuevos paradigmas de intervención, Buenos Aires: Ediciones INTA. Disponible en: https://inta.gob.ar/sites/default/files/script-tmp-inta-economia_social_y_agricultura_familiar.pdf

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Actividad 3.2.
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Sobre la base de lo expuesto hasta aquí, reflexione y comparta en un foro de intercambio del aula virtual:

  1. ¿Qué concepción de lo económico tenía antes de iniciar la carrera? ¿Cuál o cuáles visiones de lo económico ha visto en otras materias de la carrera? ¿Qué sugiere esta distinción entre la visión formal y la sustantiva y qué miradas habilita o aporta?

  2. ¿Qué entendemos por empresa?

3.2.3. Las tres dimensiones del campo de la ESS

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La multiplicidad de iniciativas socioeconómicas que constituyen la ESS coexiste con distintas formas de designar y entender este proceso. Existe una diversidad de terminologías –tales como economía popular, economía social o economía solidaria– que dan cuenta de un campo dinámico de significaciones y acciones sociales en pleno desarrollo, expansión y cambio. En este sentido, como ya mencionamos, Pastore (2010) propone considerar a la ESS como un campo en construcción, conformado por tres dimensiones de análisis interrelacionadas: a) una dimensión de trayectorias empíricas, b) una dimensión político-organizativa; y c) una dimensión simbólica. Veamos algunas consideraciones sobre las mismas a continuación.

  1. La dimensión de trayectorias empíricas, es decir, de experiencias diversas realmente existentes, da cuenta de una forma diferente de hacer economía, que une finalidad social de reproducción de la vida con dinámicas organizacionales de gestión asociativa y democrática. Como señalamos al comienzo, la denominación ESS busca integrar en un espacio compartido tanto las experiencias de la economía social histórica (particularmente la rica tradición del cooperativismo y el mutualismo) como las iniciativas de la nueva economía social, también llamada economía solidaria. En este último caso se hace referencia a diversas iniciativas emergentes, como las distintas formas de empresas o cooperativas sociales, las empresas recuperadas por sus trabajadores/as, las redes asociativas de emprendimientos de la economía popular, la agricultura familiar en el marco de estrategias asociativas, los mercados solidarios y ferias de ESS, las redesde comercio justo, las experiencias de monedas sociales, los programas de microcrédito y finanzas solidarias, las iniciativas asociativas de hábitat, entre otras. Analizaremos estas experiencias a partir de algunos ejemplos en el apartado 3.4.

  2. La dimensión político-organizativa alude a la existencia de proyectos de sociedad en disputa, y plantea una tensión estructural entre la adaptación a lógicas hegemónicas de funcionamiento económico y social y la potencial capacidad de transformación social con vistas a democratizar la economía y profundizar la solidaridad sistémica. Hace referencia a la disputa con las formas hegemónicas de poder económico y político, así como a diversos proyectos de sociedad que se presentan en un determinado momento.

En términos de Pastore (2006), la economía social reconoce una diversidad de fuentes ideológicas que desde sus orígenes se rebelan contra la posibilidad y efectos de una sociedad de mercado autorregulado, proyectando distintas alternativas de desarrollo sociopolítico y económico asentadas en la autogestión y la democratización económica. También Coraggio (2014) realiza un planteo más político de la ESS como proceso de transformación social y lucha contrahegemónica, en el camino de construcción sistémica de “otra economía”. Así la ESS pasa de ser vista como experiencias de sobrevivencia de los sectores populares, a constituir un punto de partida de una alternativa sistémica cuya viabilidad requiere también la construcción de otra política y otro Estado, otros sujetos; movimientos sociales con programas de transformación y no solo reivindicatorios de demandas particulares. En definitiva, estos aportes muestran la tensión que atraviesa a la ESS, en tanto amalgama dos cuestiones en su propia matriz constitutiva, esto es: los objetivos explícitos desde sus orígenes de transformación social contrahegemónica versus las dinámicas de adaptación a las lógicas dominantes del mercado. Este debate político ha estado presente en el desenvolvimiento de la economía social más histórica, y se ha reactualizado en las últimas décadas desde las nuevas prácticas y enfoques de la economía solidaria, posibilitando diversos posicionamientos políticos y prácticos al interior de dicho campo.

  1. La dimensión simbólica implica formas de significar y conceptualizar las prácticas humanas en la interacción económica, que centra su atención en las condiciones de reproducción de la vida y en las relaciones sociales de las personas entre sí y con su hábitat. Implica también centrar la reflexión en torno a la definición y representación simbólica que va a dar significaciones e identidad compartida a este conjunto heterogéneo de trayectorias empíricas. De allí que los debates conceptuales sobre las definiciones del campo de la ESS resulten claves. En sus últimos textos Pastore (2014) considera que esta dimensión simbólica de la ESS es más amplia que el debate conceptual, en la medida que incluye también la construcción de sentidos y significaciones en los planos culturales, educativos y comunicacionales.
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Rodolfo Pastore. Profesor titular de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Licenciado en economía (UBA), con formación de posgrado en sociología económica y en historia de las instituciones económicas (Universidad Complutense de Madrid). Se especializa en el campo de la Economía Social y Solidaria, desde la docencia, la investigación, la extensión y la gestión universitaria. Ha sido Director de la Licenciatura de Comercio Internacional y del Departamento de Ciencias Sociales de la UNQ. Actualmente es Director (Decano) del Departamento de Economía y Administración de la UNQ.

Fotografía de Rodolfo Pastore.

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Lectura obligatoria
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Para complementar y enriquecer lo presentado aquí les proponemos la siguiente lectura obligatoria de la unidad:

Pastore, R. (2014), “La economía social y solidaria, una construcción colectiva y plural”, en M. Lozano y J. Flores (comp.), Democracia y sociedad en la Argentina contemporánea. Reflexiones para un debate. Bernal: Editorial UNQ.

3.3. Enfoques conceptuales de la ESS en Europa y América Latina

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En este apartado de la Unidad 3, realizamos una aproximación más sistemática a los enfoques conceptuales y trayectorias empíricas de la ESS. Para ello, en primer lugar, presentamos las perspectivas de los países europeos, a partir de la descripción del enfoque jurídico-institucional, el de las empresas y cooperativas sociales y sus vínculos con la economía civil y de comunión, y la corriente europea de la economía solidaria. En segundo lugar, nos introducimos en los principales enfoques desde América Latina, con especial atención a la economía del trabajo y economía para la vida, y la perspectiva de la economía de solidaridad. Posteriormente analizamos cómo la ESS reconoce y engloba una diversidad de trayectorias organizativas para hacer economía, a partir de la presentación de diferentes formas de organizaciónde la economía y del trabajo. Estas trayectorias dan cuenta de la importancia de las economías alternativas y la identificación de nuevas formas de trabajo que han reconfigurado la relación salarial, cuestión que hemos abordado en la Unidad 2.

3.3.1. Las perspectivas sobre la ESS en los países europeos

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En este punto presentamos tres perspectivas europeas, para lo cual mencionamos los principales aportes y debates teóricos presentes en las y los autores referentes del campo:

  1. En primer lugar, exponemos el enfoque jurídico-institucional que reconoce a la Economía Social según la estructura formal de las organizaciones.

  2. En segundo lugar, introducimos el análisis de las empresas y cooperativas sociales como experiencias que surgen en las áreas de integración sociolaboral y provisión de nuevos servicios colectivos y/o asistenciales, la importancia de sus vínculos con la economía civil y de comunión.

  3. Por último, analizamos la perspectiva europea de la economía de solidaridad que contempla una visión más amplia de la economía y de la esfera política.


El enfoque jurídico-institucional y la consolidación del sector en Europa

La perspectiva institucional identifica a la economía social (ES) como un tercer sector de la economía, en el sentido de que las actividades se desarrollan diferenciadamente de la economía pública y la economía privada lucrativa. Incluye a todas las entidades que no persiguen el lucro sino la satisfacción de necesidades de sus miembros, están orientadas al bienestar, con participación de la sociedad civil y no están controladas por socios/as capitalistas o inversores/as.

Según la perspectiva institucional, los valores de la ES se materializan a partir de la forma jurídica (estructura formal) de las entidades. De acuerdo con Rafael Chávez y José Luis Monzón, principales exponentes de esta perspectiva, el sector está integrado por las cooperativas, mutuales, asociaciones civiles, pero también por las fundaciones, organizaciones religiosas, partidos políticos, sindicatos y otras entidades no lucrativas que conforman el llamado tercer sector.

Dentro de los principales aportes de esta perspectiva, encontramos, en primer lugar, el agrupamiento en un ámbito común de diversas entidades que en su accionar y valores se diferencian de la lógica privada lucrativa, pero también de la estatal. Es decir, son entidades que “en su funcionamiento contestan y cuestionan la lógica del desarrollo capitalista” (Monzón, 1987: 22). En este marco, España presenta casos significativos en los cuales se ha avanzado en la consolidación de la ES como sector económico y político diferenciado. Como ejemplo, cabe destacar el caso de la Confederación Empresarial Española de la Economía Social, que nuclea 29 confederaciones de la ES a nivel nacional y representa aproximadamente el 10 % del PIB español. Así también, a nivel regional, en Europa se puede mencionar la Conferencia Europea Permanente de Cooperativas, Mutualidades, Asociaciones y Fundaciones (CEP-CMAF)N, instituida formalmente en 1998.

Estas entidades, así como el CIRIEC (Centro Internacional de Información e Investigación sobre la Economía Pública, Social y Cooperativa), debaten sobre la ES, presentan informes sobre su rol en el plano socioeconómico y ponen en la agenda pública sus requerimientos y demandas.

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Rafael Chaves Ávila es Doctor en Ciencias Económicas (1995) por la Universidad de Valencia. Profesor titular de dicha Universidad en el Departamento de Economía Aplicada, y director del Instituto Universitario de economía social y cooperativa (IUDESCOOP) desde el año 2003 (http://www.uv.es/iudescoop). Presidente de la Comisión científica de CIRIEC-International para la economía social y cooperativa.

José Luis Monzón Campos es Profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Valencia, presidente del CIRIEC-España y de la Comisión Científica Internacional del CIRIEC para la economía social y cooperativa. Miembro del Consejo de Redacción de varias revistas españolas y extranjeras y director de la Revista CIRIEC-España. Ha dirigido diversos proyectos de investigación españoles e internacionales en materia de economía social y cooperativa. Autor de numerosos artículos y libros, principalmente sobre economía social y empresas de trabajo asociado.

Fotografía de Rafael Chaves Ávila y José Luis Monzón Campos sentados frente a un micrófono durante una conferencia.

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Como segundo punto, esta definición, basada en la constitución formal de la entidad, permite la operacionalización del sector de la ES en indicadores. Así, es posible cuantificar la magnitud del sector en términos de contribución a la generación de valor, empleo y otros efectos positivos sobre la integración social, pudiendo de esta forma interpelar la agenda de políticas públicas para el sector. Al respecto, y sobre la base de los trabajos de los autores de la ES institucional, Europa ha desarrollado el Sistema Europeo de Cuentas Satélites de la Economía Social, en el cual se refleja el valor agregado y la importancia económica de las entidades que la conforman.

Sin embargo, cabe mencionar que algunos autores advierten los límites de definir a la ES por su constitución formal. Laville (2003) plantea que las condiciones normativas de igualdad jurídica de los miembros de una cooperativa no garantizan de por sí procesos efectivos de democracia participativa. Otros autores también dan cuenta de estas tensiones (Singer, 2004; Defourny y Develtere, 2001), introduciendo el concepto de coopitalismo, como proceso de subsunción a las lógicas de funcionamiento mercantil capitalista de algunas trayectorias enmarcadas formalmente en la ES.


Las empresas y cooperativas sociales y sus vínculos con la economía civil y de comunión

Las empresas sociales o cooperativas sociales se expandieron en distintos países europeos desde fines del siglo XX ante la crisis de la sociedad salarial y las problemáticas del Estado social para atender nuevas necesidades emergentes, específicamente en las áreas de integración sociolaboral y provisión de nuevos servicios colectivos y/o asistenciales. Dicha renovación del sector social de la economía ha recibido distintas denominaciones en cada contexto nacional europeo, tales como empresas de inserción social, empresas comunitarias, cooperativas de solidaridad social, empresas de interés colectivo, entre otras.

En este contexto, Italia ha sido un caso pionero en estas trayectorias, pues ya desde la década de 1970 comenzaron las primeras experiencias de empresas sociales vinculadas a las estrategias de salud mental comunitaria. Las empresas sociales, luego de un significativo desarrollo y ampliación de los sectores sociales de actuación durante la década siguiente, tuvieron un primer reconocimiento legislativo en la ley de cooperativas sociales de 1991.

Algunos autores como Rotelli (1998) sostienen que a fines de la década de 1980 se comenzó a hablar de “empresas sociales” como forma de designar a las estrategias socioeconómicas que surgieron desde los años 70. Estas nacieron para hacer frente a las graves consecuencias de la creciente “desafiliación social” (Castel, 2009) provocada, como ya hemos señalado, por el cambio de paradigma socioproductivo e institucional que tuvo efectos sobre crecientes capas de la población en términos de vulnerabilidad social, precariedad laboral y de la vida.

De manera concisa, puede entenderse a las empresas sociales como entidades asociativas que realizan una actividad económica regular (desarrollo de bienes o servicios que satisfacen necesidades humanas) y están orientadas por una finalidad social de beneficio para la comunidad, básicamente por dos vías: 1) proveen y facilitan el acceso de bienes públicos vinculados a necesidades emergentes; o 2) impulsan la inclusión social de colectivos en situación de vulnerabilidad o exclusión social.

La empresa social, entonces, constituye una organización socioeconómica asociativa con finalidad de utilidad social de provisión de bienes y servicios. Para alcanzar dicho fin, acude a una estrategia de hibridación de recursos (Laville, 2003), es decir, la combinación de recursos diversos que provienen del mercado, de la redistribución estatal y/o de la reciprocidad. De allí que también resulte central para dicha estrategia de hibridación su asiento territorial y la red de vinculaciones que logre desarrollar con un amplio conjunto de actores interesados. Dicho concepto de hibridación de recursos que aporta Laville (2003) se extiende como una estrategia válida utilizada por el campo más amplio de la ESS e incluso de la EP.

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Lectura recomendada
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Para ampliar sobre la temática de empresas sociales se sugiere la lectura de la bibliografía recomendada de esta unidad:

Pastore, R.; Altschuler, B.; Sena, S; Mendy, G.; Martínez, M.; Polinelli, S. (2015), “Sistematizando prácticas en economía social y solidaria: universidad y empresas sociales para un desarrollo territorial inclusivo”, en C. Fidel, C. y A. Villar, Miradas y controversia del desarrollo territorial en Argentina. Aproximaciones a un enfoque analítico, t. II, Buenos Aires: Centro Cultural de la Cooperación y Universidad Nacional de Quilmes, pp. 39- 70.

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La corriente europea de la economía solidaria

La ES en Europa presenta una perspectiva más amplia que la del tercer sector. Laville se refiere a ella no como un sector supletorio cuando los sectores centrales –Estado y mercado– encuentran algunos límites, sino “como el conjunto de las actividades que contribuyen a la democratización de la economía, a partir de compromisos ciudadanos, sabiendo que algunas de esas actividades, como el comercio equitativo, tienen una dimensión internacional” (2005: 9). Tal movimiento multiforme de ES no tiene por objeto sustituir la acción estatal; por el contrario, propone formas de regulación política que buscan, en articulación con las regulaciones públicas, una reinserción de la economía en un proyecto de integración social y cultural.

Así, uno de los elementos más interesantes que aporta la visión europea de la ES es que no se define como un conjunto de meras actividades económicas con propósito social, sino que se basa en un concepto ampliado de la economía y de la esfera política. Para Laville, la economía solidaria y sus prácticas suponen una forma de democratización de la economía a partir de compromisos ciudadanos. Esta perspectiva define las iniciativas que ocurren en su seno desde una doble dimensión: socioeconómica y sociopolítica. Desde la dimensión socioeconómica, el enfoque de la economía solidaria se sustenta sobre la idea de que la economía no se reduce únicamente al mercado, sino que debe incluir los principios de redistribución y reciprocidad inspirados en los tres pilares de la economía de Polanyi (1975) que ya desarrollamos en el apartado 3.2.1 (mercado, redistribución y reciprocidad). Desde la dimensión sociopolítica, estas experiencias suponen un avance hacia la democratización de la sociedad porque proporcionan visibilidad, dan voz y traen a la esfera de lo público iniciativas generadas desde la sociedad civil que, en el marco de la ortodoxia capitalista, quedarían en el espacio de lo privado (Pastore, Iglesias y Aguirre, 2015).

Audiovisual
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Para reflexionar sobre la relación entre trabajo y ESS y profundizar en las perspectivas europeas les dejamos los siguientes videos:

Jean Louis Laville, profesor catedrático en Economía Solidaria. Conferencia “Asociarse y Cooperar para el Bien Común” (2018), organizada por el Posgrado de Dirección de Empresas de Economía Social de la Universidad de Zaragoza y el Instituto Francés en Zaragoza, para conmemorar el 50º Aniversario de Mayo del 68 (duración 00:23:27).

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=RUaNPtulDZY [Consulta: febrero 2021].


Rafael Chaves Ávila, “¿Que es la Economía Social” (2019), IUDESCOOP (Instituto Universitario de Investigación en Economía Social, Cooperativismo y Emprendimiento) de la Universitat de Valencia (duración 00:01:28).

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=tgW007G2snc [Consulta: febrero 2021].


Rafael Chaves Ávila, “Una economía solidaria es posible” (2020). Primera sesión de la II Edición del Curso de Formación en Economía Social y Solidaria. Organizado por IUDESCOOP y EsF (Economistas sin Fronteras) (duración: 01:30:00).

Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=CcTfJqWAToQ [Consulta: febrero 2021].

3.3.2. Principales enfoques de la EES desde América Latina

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Desde América Latina se han desarrollado diversas perspectivas sobre la ESS, teniendo en cuenta las particularidades de nuestra región, cuyas principales referencias desarrollamos a continuación.


Economía del trabajo y economía para la vida

Las perspectivas de la economía del trabajo y la economía para la vida, si bien realizan aportes diferenciados, tienen en común el valor de impulsar sentidos alternativos de la construcción económica de la sociedad, basadas en el criterio central de la reproducción ampliada de la vida humana y el buen vivir.

Como hemos visto, la definición sustantiva de la economía, con el objeto de garantizar la reproducción de la vida, es reivindicada por reconocidas voces de la ESS y de las corrientes económicas feministas. En tal sentido, en tanto que Coraggio (2004a y otros trabajos) va a plantear la noción de reproducción ampliada de la vida, las economistas feministas van a referirse al concepto de sostenibilidad de la vida (REAS, 2014).

La economía del trabajo, desarrollada por Coraggio, implica un contrapunto con la economía del capital:

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[…] así como desde la Economía del Capital se ve el conjunto de la economía a partir de la lógica del capital y su acumulación, y el sistema de intereses en la sociedad resulta hegemonizado por los intereses generales o de determinadas fracciones de los capitalistas, desde la Economía del Trabajo se ve el conjunto de la economía a partir de la lógica del trabajo y su reproducción ampliada, confrontando esa hegemonía y afirmando la primacía de los intereses del conjunto de los trabajadores y de sus múltiples identidades y agrupamientos (Coraggio, 2004a: 151).

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Desde esta perspectiva, la unidad doméstica (UD) se presenta como célula de la economía del trabajo, ya que tiene como objetivo la reproducción de la vida de sus miembros, pudiendo variar en su estructura y extensión, según la cultura de cada sociedad. Por lo tanto, la UD puede analizarse desde dos dimensiones: 1) por un lado, este agrupamiento interactúa en forma cotidiana, regular y permanente, incorpora diversos tipos de ingreso para proveerse y asegurar un cierto nivel de vida, comparte los recursos, y toma decisiones de consumo de forma conjunta; 2) por otro, dicho grupo puede estar ligado biológicamente a través de la existencia de lazos familiares o por diversos tipos de afinidad (étnica, ideológica, etc.), participar en redes de reciprocidad y de distribución social. Por otra parte, la UD depende principalmente de la utilización de su fondo de trabajo para lograr su reproducción biológica y cultural, que se alimenta por dos vías principales: a) trabajo de reproducción no mercantil y b) trabajo mercantil (Coraggio, 2004b).

Esta economía del trabajo se basa en la generación de prácticas contrahegemónicas, a favor de los y las trabajadoras, y de sus relaciones en armonía con la naturaleza. Para que estas prácticas se consoliden en clave de una transformación del sistema económico actual –con su lógica imperante de acumulación de capital y explotación– es necesario promover la solidaridad y organización entre los/as trabajadores/as, vincularlos/as en tejidos territoriales que a su vez dialoguen con el pequeño y mediano capital, y promover estrategias de desarrollo comunitario. De esta forma, “la economía popular realmente existente puede dar lugar a un sistema de Economía del Trabajo, capaz de representar y dar fuerza efectiva a los proyectos de calidad de vida en una sociedad más igualitaria, más justa y autodeterminada” (Coraggio, 2004a: 162).

En cuanto a la categoría de economía para la vida, constituye uno de los planteos realizados frente a las miradas más tradicionales de la racionalidad medio-fin y su concepción utilitarista, formulando la propuesta conceptual de la reproducción ampliada de la vida, desarrollada por el economista alemán Franz Hinkelammert y su colega costarricense Henry Mora Jiménez.

La racionalidad que se plantea, en oposición a la instrumental, se define como racionalidad reproductiva. Esta hace referencia a una racionalidad que no está pensando en los medios necesarios para llegar a un fin puntual, sino que se pregona que ese fin, y por ende los medios que lo motorizan, deben velar por la reproducción de la vida en sentido ampliado. Así, plantea que “la racionalidad que responde a la irracionalidad de lo racionalizado solo puede ser la racionalidad de la vida de todos, incluida la naturaleza; porque solo hay lugar para la vida humana si existe una naturaleza que la haga posible. Y esta racionalidad de la vida solo se puede fundar en la solidaridad entre todos los seres humanos” (Hinkelammert y Mora Jiménez, 2009: 44).


La perspectiva de la Economía de Solidaridad

La perspectiva de la economía solidaria o de solidaridad proviene de los trabajos realizados por el economista chileno Luis Razeto (1999 y 2006, entre otros). Refiere a una orientación fuertemente crítica y transformadora del sistema económico vigente, que aporta al entendimiento del trabajo y la cooperación como fuerzas productivas (a lo que llamará “Factor C”), a partir de las cuales debe organizarse el funcionamiento de las unidades de la economía solidaria y sus vínculos con otras unidades análogas.

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Para ampliar
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Luis Razeto es un especialista chileno en Economía Solidaria. Profesor de Filosofía, licenciado en Filosofía y Educación y Magíster en Sociología. Se ha desempeñado como Director de la Fundación Solidaridad y de la Fundación Hábitat para la Humanidad (Chile). Ha dictado numerosos cursos y conferencias sobre los temas de su especialidad en Latinoamérica y Europa. Ha realizado un vasto trabajo de asesoría y capacitación a organizaciones de economía solidaria, microempresas, programas de desarrollo local y afines, en Chile y en diversos países latinoamericanos. Entre muchos otros libros ha publicado: Empresas de trabajadores y economía de mercado (Santiago: Ediciones PET, 1984), Las empresas alternativas (Santiago: Ediciones PET, 1987), Economía Popular de Solidaridad (Edición Conferencia Episcopal de Chile, 1986), De la Economía Popular a la Economía de Solidaridad en un proyecto de desarrollo alternativo (Santiago: Edicio nes PET, 1984).

En 2017 fue reconocido por el Centro Internacional de Economía Social y Cooperativa (CIESCOOP) de la Universidad de Santiago de Chile, con el Premio CIESCOOP a la Trayectoria en Economía Social y Solidaria.

Fuente: Luis Razeto, sitio oficial <http: www.luisrazeto.net=""> [Consulta: diciembre 2019].


Fotografía de Luis Razeto.

Texto

Este autor plantea la necesidad de profundizar la incorporación de la solidaridad en la economía, tanto en las prácticas e instituciones como en la teoría económica. Por ello, desarrolla un marco conceptual complejo e innovador sobre la cuestión, haciendo hincapié no solo en los efectos positivos sobre la vinculación social que ello genera, sino también en la potencialidad de efectos económicos positivos que puede deparar. De allí que señale que:

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Cita
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[…] el principio o fundamento de la economía de solidaridad es que la introducción de niveles crecientes y cualitativamente superiores de solidaridad en las actividades, organizaciones e instituciones económicas, tanto a nivel de las empresas como en los mercados y en las políticas públicas, incrementa la eficiencia micro y macroeconómica, junto con generar un conjunto de beneficios sociales y culturales que favorecen a toda la sociedad (Razeto, s/f).

Texto

El concepto de Factor C se refiere a la fuerza de la solidaridad o cooperación convertida en fuerza productiva; es decir, la unión de conciencias, voluntades y sentimientos detrás de un objetivo compartido por un grupo de personas. De allí surge una potente energía social, llamada Factor C, que puede interactuar activamente con los demás factores productivos y tiene la capacidad de aumentar la eficiencia conjunta de la organización en combinación con dichos factores: el trabajo, la tecnología, los medios materiales, la gestión y el financiamiento.

La energía social del Factor C interactúa con:

  • el trabajo, que, como trabajo en comunidad, implica cooperación, coordinación en equipo, lo que incrementa la productividad y eficacia laboral;

  • la tecnología, entendida como tecnologías sociales y sustentables, potencia así la creatividad grupal y el acceso a la información de todos los integrantes;

  • los medios materiales, en tanto propiedad cooperativa o asociativa que tiende a la preservación de las condiciones de la naturaleza;

  • la gestión, concebida como autogestión o gestión participativa, que propicie el clima laboral, involucramiento y bienestar de los participantes;

  • y el financiamiento, pensado como credibilidad y transparencia que facilita el aporte de los socios, las donaciones o el ahorro asociativo.

Para Razeto los factores productivos tienen directamente que ver con acciones realizadas por los seres humanos, de esta manera el financiamiento es pensado como un creer, los medios materiales como un poseer y un usar, la tecnología como un saber, la gestión como un poder, el trabajo como un hacer y el Factor C como un cooperar e integrar (Razeto, 1997). En esta descripción aparece una humanización de los factores económicos, los que son adjudicados al accionar directo del ser humano y no al mercado, como entidad desprovista de la intencionalidad de sus actos.

Audiovisual
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Luis Razeto Migliaro. Conferencia “El Factor C de la Economía Solidaria” (2016), Universidad Cooperativa de Colombia, Campus Cali (duración: 01:15:00).

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=L1Pomcm_tw0 [Consulta: 8/2/21].


José Luis Coraggio. Charla abierta “Economía Social y Solidaria”. Facultad de Ciencias Económicas. Universidad Nacional de Tucuman (duración: 00:09:00).

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=iMgTATybFLg [Consulta: 8/2/21].


Jose Luis Coraggio. Diálogos cercanos, Programa 4: “Economía Social” (2020), UNQTv (duración: 00:20:00).Rodolfo Pastore: “Una universidad para la economía popular, social y solidaria” (2020). Ansol videos (duración: 00:16:00).Entrevistas Divulgatio, Rodolfo Pastore y Bárbara Altschuler (2017). Secretaría de Posgrado, Universidad Nacional de Quilmes (duración: 00:11:00).

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=NKoZTs150iQ [Consulta: 8/2/21].


Rodolfo Pastore: “Una universidad para la economía popular, social y solidaria” (2020). Ansol videos (duración: 00:16:00).

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=WNOcNRzGUxQ [Consulta: 8/2/21].


Entrevistas Divulgatio, Rodolfo Pastore y Bárbara Altschuler (2017). Secretaría de Posgrado, Universidad Nacional de Quilmes (duración: 00:11:00).

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=hQ5z3DbaYME&t=40s [Consulta: 8/2/21].

3.3.3. Algunos conceptos centrales: solidaridad, trabajo asociativo y autogestión

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Nos interesa aquí puntualizar algunas aproximaciones conceptuales y definiciones de categorías que resultan centrales para el campo de la ESS, y en particular su vinculación con la temática de nuestra carpeta, el mundo del trabajo y la producción.

En primer lugar, resulta significativo indagar sobre el concepto de solidaridad. Pastore (2006) señala que la solidaridad sirvió como una alternativa societal ante diferentes etapas de crisis y describe, basándose en Laville (2004), distintas formas de solidaridad que fueron emergiendo en determinados momentos históricos. Por un lado, la solidaridad filantrópica o de benevolencia basada en el “interés por otros”, que se materializa en donaciones a quienes serán asistidos, lo cual da lugar a una relación de asimetría entre ambos; se podría mencionar como ejemplo a la “sociedad de beneficencia” o entidades vinculadas a la iglesia, existentes hacia principios del siglo XX. Este tipo de solidaridad tiende a responder a lo urgente sin enfocar en las causas, buscando preservar la paz social a través de dádivas altruistas o voluntarias. En segundo lugar, se identifica la solidaridad entre pares, que refiere a formas asociadas de ayuda mutua, como fue la vasta experiencia del mutualismo de principio de siglo XX en Argentina, asociada principalmente a trabajadoresinmigrantes europeos con experiencias históricas ligadas al anarquismo o el socialismo. La tercera forma de solidaridad se describe como aquella vinculada a la acción pública Estatal, característica predominante del Estado benefactor, particularmente entre los años 40 y 70 del pasado siglo, la cual busca paliar los efectos nocivos de la sociedad industrial capitalista, a través de la intervención estatal.

Por su parte, en relación estrecha con el campo de la ESS, Gonzalo Vázquez (2011) define a la solidaridad como una modalidad específica del vínculo social y político que se pone en práctica en el acto asociativo. Esta idea nos permite pensar otra forma de solidaridad con fuerza democratizante, basada en la acción colectiva que construye organización e igualdad de derechos.

También, como vimos, la solidaridad tiene un lugar central al interior del propio proceso productivo y de trabajo en el enfoque de Razeto, quien la considera como un factor productivo en sí mismo, a partir de lo que llama “Factor C” (cooperación, comunidad, comunión, colectividad). Consiste, entonces, en la unión de personas que pone en juego saberes, voluntades y relaciones, en torno a objetivos en común, lo que permite aumentar la eficiencia y productividad de los emprendimientos asociativos.

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Para reflexionar
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En ESS la mayoría de los autores, aun con matices conceptuales, aluden a una solidaridad entre pares, que se diferencia de la filantropía o la beneficencia, y refiere a relaciones y experiencias de ayuda mutua y/o reciprocidad. La solidaridad, por ende, crea lazos solidarios, de cooperación y compromiso entre las personas y grupos sociales, que pueden ser diferentes entre sí pero no necesariamente desiguales en cuanto a derechos y valoración social. De este modo, la ESS recrea los vínculos sociales y construye sociedad, implicando tanto intercambios materiales como simbólicos (saberes) y afectivos.

Texto
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En segundo lugar, nos interesa reflexionar sobre los conceptos de trabajo asociativo y autogestión. Al primero, Vázquez (2011), basado en Lia Tiriba (2009), lo define como el proceso en el que los trabajadores se asocian en la producción de bienes y servicios. A este concepto se incorpora la noción de “fuerza social colectiva”, es decir, la unión de muchas fuerzas en una fuerza social común, que permite un producto cualitativamente diferente al obtenido por todas esas mismas fuerzas por separado (Vázquez, 2011). A su vez, dichos conceptos tienen como antecedentes el concepto de cooperación social de Marx, que ya vimos en la Unidad 1, ya se trate de cooperación simple o basada en la división del trabajo. Este concepto da cuenta de la potencia de la fuerza social colectiva, en aspectos tanto materiales (ahorro de materias primas, eficiencia en el uso de infraestructura, herramientas o maquinarias compartidas, organización del trabajo y disminución de los costos de transacción, etc.) como de los intangibles positivos que implica la cooperación (intercambio de saberes, aprendizajes compartidos, control colectivo del trabajo, entre otros).

Ahora bien, se trata de trabajo asociativo cuando el marco de relaciones en que se desarrolla la cooperación se da a partir de la dirección, control y autoridad de las y los trabajadores asociados. Por el contrario, se trata de trabajo asalariado o de otro tipo de trabajo no asociativo cuando dicha dirección y control lo ejerce el capitalista o patrón, como hemos analizamos en la Unidad 1.

Por otra parte, en relación con concepto de autogestión, Paulo Albuquerque (2004), en el libro La otra economía, la describe como el conjunto de prácticas que se caracterizan por la naturaleza democrática de la toma de decisiones, que favorece la autonomía de un colectivo. Es un ejercicio de poder compartido que busca intencionalmente relaciones sociales más horizontales.

Así, el trabajo autogestionado refiere a la autogestión en la práctica laboral y productiva, donde las y los trabajadores producen bienes y servicios a partir de su propia dirección colectiva y democrática, siendo ellas y ellos mismos propietarios de los medios de producción y responsables de sus propias decisiones.

Vázquez (2011), debido a la similitud entre los conceptos de trabajo asociativo y trabajo autogestionado, propone unirlos en el concepto “trabajo asociativo y autogestionado”, al que define como:

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Cita
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Asociación voluntaria de trabajadores que cooperan en la producción y distribución de bienes y servicios, propiedad compartida de los medios de producción, toma de decisiones participativas y democráticas, relaciones internas basadas en la confianza y la solidaridad, distribución con tendencia igualitaria de los resultados y –en general– igualdad de derechos de todos los trabajadores que integran la misma organización productiva (p. 207).

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En esta línea, entonces, el autor cita al especialista brasilero en economía solidaria Luiz Inácio Gaiger, y describe una serie de efectos positivos del trabajo asociativo y autogestionado:

  • La cooperación en el trabajo multiplica la capacidad individual de cada trabajador.

  • Las decisiones colectivas conducen a resultados más eficientes.

  • Compartir conocimientos e información estimula la innovación y reduce los costos de transacción.

  • La confianza y el sentido de pertenencia a un proyecto común estimula y motiva adicionalmente a sus integrantes (Gaiger, 2008 en Vázquez, 2011).

Así, la autogestión, la asociatividad y la solidaridad ponen en funcionamiento tres cuestiones que se refuerzan y complementan, dando lugar a un círculo virtuoso de reproducción social. La autogestión obstaculiza las prácticas autoritarias, favorece el compromiso, los vínculos, la confianza mutua y la reciprocidad. Otorga eficiencia en la producción y optimiza el proceso productivo. La asociatividad desnaturaliza la organización del proceso productivo, promueve la creatividad de nuevas maneras de hacer las cosas e incentiva la participación, lo cual da un mayor compromiso con la gestión del emprendimiento (Vázquez, 2011). Por lo tanto, en la gestión y el trabajo compartidos de las y los trabajadores de los emprendimientos productivos existe un sentimiento de responsabilidad por los resultados alcanzados, así como por los ingresos y la sobrevivencia de todos. Los intereses individuales van dejando lugar, no sin tensiones y contradicciones, a comportamientos solidarios. Este tipo de trabajo fortalece los vínculos entre sus integrantes.

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Lectura recomendada
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Para profundizar pueden consultar:

Vázquez, G. (2011), “Sobre los conceptos de trabajo asociativo y autogestionado, sus organizaciones y trabajadores” en Danani, C. y Hintze, S (coord.), Protecciones y Desprotecciones: la Seguridad Social en la Argentina 1990-2010, Capítulo 6. UNGS.

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Otra apreciación de Vázquez (2011) es que, a mayor grado de solidaridad interna, existe un mayor compromiso con las necesidades locales y los problemas sociales en general, ya que la experiencia de solidaridad estimula iniciativas a favor de la comunidad y, por tanto, proyecta esa identidad hacia el resto de ella. En este punto, diversos autores han señalado la relación estrecha que existe y puede potenciarse entre experiencias de la ESS y el desarrollo local o territorial, dado el arraigo local de dichas experiencias, su compromiso con la comunidad y con otras organizaciones, lo que crea entramados socioorganizacionales, y también con el cuidado del ambiente, lo cual lleva a pensar la ESS como una estrategia posible para el desarrollo local/territorial (Coraggio, 2002; Pastore y Altschuler, 2015; Altschuler, 2008 y 2013).

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Para ampliar
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Para quienes les interese ampliar la lectura en esta línea de vinculación entre ESS y desarrollo local/territorial pueden consultar, desde una perspectiva de las prácticas universitarias:

Pastore, R. y Altschuler, B. (2015), “Economía social y solidaria en clave de desarrollo socio-territorial en Argentina. Conceptos, políticas públicas y experiencias desde la universidad”, Revista Eutopía, núm. 7, Flacso Ecuador. Disponible en: https://revistas.flacsoandes.edu.ec/eutopia/article/view/1689 [Consulta: 8/2/21].

Para analizar dicha cuestión desde el estudio de casos concretos de cooperativas y economías regionales:

Altschuler, B. (2008), “Desarrollo y territorio como ámbitos de disputa: economía social, concentración económica y modelos de acumulación”. Anales del 7° Coloquio de Transformaciones Territoriales, Universidad Federal de Paraná. Curitiba, Brasil: Editorial Esplendor. Disponible en: http://www.augm-cadr.org.ar/archivos/7mo-coloquio/mesa_4/20080196.pdf [Consulta: 8/2/21].

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Por su parte, Albuquerque (2004) aporta elementos para pensar las ventajas del trabajo autogestionado, señalando que un ambiente más democrático de trabajo favorece la productividad. En este ambiente es más fácil aprovechar y conservar las experiencias y conocimientos acumulados. La presión del grupogenera un proceso de vigilancia mutua que reduce el ausentismo, castiga la pereza y aumenta la organización. Un ambiente participativo facilita la comunicación, la identificación de problemas y la búsqueda de soluciones.

Esta idea se complementa con el aporte de Paul Singer (2007), en el libro organizado por J. L. Coraggio, La economía social desde la periferia, caracteriza la “autogestión democrática” como aquella que tiene capacidad para formular, debatir y decidir participativamente propuestas alternativas ante cada problemática.

Por último, es interesante aludir a los saberes del trabajo asociativo y autogestionado, pensando en la construcción de una nueva cultura del trabajo (Garo, 2013). Al respecto, Fischer y Tiriba (2009) en el Diccionario de la otra economía, definen a los saberes del trabajo asociativo como: “Conjunto de habilidades, informaciones y conocimientos (incluyen aspectos materiales, intelectuales y subjetivos) originados en la propia actividad de trabajo y acumulados en la experiencia histórica de los trabajadores” (Fischer y Tiriba, 2009: 325).

A su vez, estos autores vinculan el concepto de “saberes del trabajo” con el de “praxis”, aludiendo con este último al saber popular o de la experiencia. Así, el trabajo es tomado también como “principio educativo”, lo cual resulta muy interesante para pensar la relación estrecha existente entre educación y trabajo. Lia Tiriba, especialista brasileña en economía solidaria y educación de jóvenes y adultos resalta el “potencial pedagógico” de este tipo de prácticas autogestivas y asociativas. Para la autora, una “nueva cultura del trabajo” tendrá que ver con el:

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Cita
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Conjunto de prácticas, valores y conocimientos que se materializan en el proceso de trabajo propiamente dicho, que refleja no sólo en las relaciones de mercado, sino también en las de convivencia interna y externas del emprendimiento. Desde el punto de vista político e ideológico, los supuestos que nos señalan los marcos fundamentales de una cultura de trabajo de nuevo tipo serán las relaciones de producción caracterizadas por la perspectiva de valor de uso y no del valor de cambio, por las cuales el trabajador recupera el sentimiento de productor y sujeto creador de sí mismo y de la historia y en las cuales tienden a diluirse la propiedad individual de los medios de producción y la jerarquía asegurada por los que saben (Tiriba, 2009: 200).

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Lia Tiriba. Doctora en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, Programa Sociología Económica y del Trabajo. Docente de la Facultad de Educación de la Universidad Federal Fluminense (UFF), Rio de Janeiro, Brasil. Investigadora del Núcleo de Estudios, Documentación y Datos sobre Trabajo y Educación/ UFF (NEDDATE). Especializada en Educación y de Jóvenes y Adultos (EJA) y Economía Solidaria (Ecosol) en Brasil, coordina junto a María Clara Fischer la colección Cadernos EJA em Economia Solidária (2012).

Fotografía de Lia Tiriba.

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Lectura recomendada
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Dejamos el siguiente enlace del cuaderno 6, vinculado a la temática que venimos desarrollando: Eja Ecosol, Caderno 6, “O trabalho associado e autogestionario na educação de jovens e adultos”. Disponible en: https://issuu.com/ejaecosol/docs/caderno6 [Consulta: 8/2/21].

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Para reflexionar
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Para vincular lo hasta aquí desarrollado con cuestiones vistas en la Unidad 1, resulta interesante reflexionar sobre la energía y la fuerza social implicadas en lo colectivo, en la unión de conciencias y voluntades. Esto es lo que Razeto (1999 y 1997 entre otros) denomina Factor C y que otros autores desde la ESS también identifican como intangibles fundamentales para la cooperación y organización colectiva del trabajo y la producción, por ejemplo, en términos de eficiencia colectiva.

El capitalismo ya había identificado estos aspectos como factores productivos estratégicos; pero es en el toyotismo en particular y en sus derivaciones contemporáneas vinculadas a recursos humanos y managment que se potencia su utilización. La implicación de las y los trabajadores en la producción, el “ponerse la camiseta” de la empresa, los “círculos de calidad” y otros mecanismos resultan estrategias del capital para lograr mayor productividad y mayor extracción de plusvalor económico, no solo sobre la base del trabajo físico o intelectual regular de sus trabajadores, sino también a partir de inducirlos a poner en juego todo su potencial intelectual, emocional, de voluntad y capacidad de innovación.

La cuestión clave aquí es quién o quiénes se apropian de los beneficios y riquezas (materiales o no) producidas por dicha fuerza y energía social colectiva. Desde la ESS se plantea justamente que, a través del trabajo asociativo y la autogestión, sean las y los propios trabajadores quienes controlen, dirijan y decidan el rumbo y modalidad de dicho trabajo colectivo, y quienes, a su vez, se apropien de sus frutos. ¿Qué opinan al respecto? ¿Qué potencial, limitaciones y desafíos plantea dicho camino?

3.4. Trayectorias empíricas de la Economía Social y Solidaria (ESS)N

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Tal como venimos desarrollando en los apartados anteriores, la ESS constituye un campo específico cuyas lógicas y principios económicos se diferencian tanto de las formas económicas estatales como del proceder lucrativo capitalista. Dentro del sector socioeconómico que conforman las experiencias de la ESS encontramos emprendimientos, empresas sociales, entidades, redes y organizaciones que buscan organizar el trabajo, la producción, la distribución, la comercialización y el consumo con una orientación hacia la satisfacción de las necesidades y la mejora de las condiciones de vida de los grupos sociales y las comunidades. Dicha finalidad se realiza a partir de dinámicas organizativas asociativas, de gestión democrática y participación voluntaria.

El rico abanico de experiencias que son identificadas como parte de la ESS está compuesto, por un lado, por la larga trayectoria de más de un siglo de prácticas cooperativas y mutuales, así como su nucleamiento en federaciones y confederaciones; y, por otro, por iniciativas más o menos recientes que van arrojando rasgos particulares en experimentos innovadores en términos económico y social. Entre este segundo grupo encontramos las empresas y cooperativas sociales, las fábricas y empresas recuperadas, las organizaciones y redes de productores de la agricultura familiar, las ferias y los mercados solidarios, las finanzas solidarias, las monedas sociales, las prácticas orientadas al reciclado y al cuidado del ambiente y a la mejora del hábitat, entre otras.

Así, retomando esta primera clasificación de la ESS ya presentada con anterioridad (Pastore, 2006), podemos desarrollar con mayor detalle las diversas trayectorias empíricas que la conforman.

La economía social tradicional o histórica, integrada por:

  • Mutuales: ayuda mutua en actividades como proveeduría, vivienda, salud, educación y cultura, previsión, deportes, guarderías, sepelios, turismo, etc.

  • Cooperativas: de trabajo, agropecuarias, de servicios públicos, de vivienda, de consumo, de crédito, bancos cooperativos, de seguros, de provisión profesional.

  • Asociaciones: que producen y/o proveen bienes y/o servicios de diferente tipo.

La nueva economía social o economía solidaria, que abarca:

  • Producción: emprendimientos socioproductivos, familiares y asociativos, empresas recuperadas, etcétera.

  • Intercambio: experiencias de ferias sociales, ferias francas, comercio justo, mercados de moneda local, clubes de trueque.

  • Finanzas: entidades de microcrédito y microfinanzas, banca social, banca ética.

  • Societales: empresas sociales y de inserción social, emprendimientos socioculturales, huertas familiares y comunitarias, asociativismo rural, reciclado.

Es importante indicar también que las formas de organizar la economía y el trabajo presentan diferentes manifestaciones históricas y socioculturales, cuestión que podemos ver, por ejemplo, en la organización de las culturas andinas (inca, chimú, wari, mochica, tiahuanaco, entre otras). En términos generales puede llamarse a esta tercera gran trayectoria de maneras alternativas de hacer economía como economía comunitaria. Esta se apoya en modos de producción comunal cuya unidad básica en el caso de la región andina es el ayllu, es decir, un grupo humano unido en torno de lazos sanguíneos y vinculaciones sociales, que vive en un territorio y espacio determinado, conserva la propiedad comunitaria de la tierra y la fuerza de trabajo colectiva, y genera, a partir de ello, principios e instituciones que rigen de manera general el modo de producción y la vida comunitaria.

En este marco, durante la primera década de 2000, tanto Ecuador como Bolivia institucionalizaron diversas prácticas históricas dentro de las llamadas Economía Comunitaria Plural y ESS. Los elementos característicos son: concepción del desarrollo a partir del sumaq qamaña, o “vivir bien” (Bolivia), y sumaq kawsay, o “buen vivir” (Ecuador); plurinacionalidad; autonomías; formas colectivas y comunitarias de propiedad de la tierra; condiciones dignas de trabajo; y reconocimiento de principios e instituciones históricos de la economía comunitaria. Estos aspectos fueron poco estudiados y relegados a formas y modos de producción históricos y exóticos. Pese a ello, la economía comunitaria se destaca por la construcción de identidad colectiva, cuyo sujeto principal es la comunidad. Además, supone que el trabajo colectivo solidario está en equilibrio y armonía con la naturaleza y existe respeto tanto por los seres humanos como no humanos.

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Para ampliar
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Quienes tengan interés en conocer más sobre la economía comunitaria pueden consultar:

Chiroque Solano, H. y Mutuberría Lazarini, V. (2009), “Procesos de construcción de otras alternativas: desarrollo y planteamiento de la Economía Social Comunitaria en América Latina”. Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa, núm. 66, octubre, pp. 147-163, Centre International de Recherches et d’Information sur l’Économie Publique, Sociale et Coopérative (CIRIEC-España), Valencia, Organismo Internacional. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/174/17413043007.pdf

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Veamos a continuación con mayor detalle algunas definiciones y algunos ejemplos de las principales trayectorias empíricas de la ESS hasta aquí presentadas.

3.4.1. El mutualismo en la Argentina

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El movimiento mutualista se expandió en Argentina entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, motorizado fundamentalmente por iniciativas y experiencias previas que traían consigo los inmigrantes europeos. Así, las llamadas asociaciones de ayuda mutua apoyadas en colectividades nacionales constituyeron las más significativas en cantidad de entidades y socios (Pastore, Iglesias y Aguirre, 2015). Dichas entidades típicas de solidaridad de pares desarrollaron distintos servicios para sus socios en materia de seguridad social, cobertura de riesgos, sanidad, actividades culturales y educativas –como, por ejemplo, bibliotecas o jardines maternales–, y contribuyeron a la vez al afianzamiento de los lazos identitarios de los inmigrantes, en un contexto de inexistencia de cobertura social estatal o de otro tipo que fuera adecuada a la gran ola inmigratoria que recibía nuestro país por entonces.

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Leer con atención
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Entendemos por mutual a una entidad sin ánimo de lucro en la que un grupo de personas se constituye voluntariamente para tener acceso a servicios, basándose en la confianza y la reciprocidad. Se trata de asociaciones orientadas por el principio de la solidaridad y no por la beneficencia o la caridad. Los socios contribuyen a la financiación de la institución con una cuota periódica y, con el capital que se acumula a través de las cuotas, la institución brinda servicios a aquellos socios que lo precisen. La toma de decisiones pertenece exclusiva mente a los asociados.

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En esa trayectoria puede distinguirse una mayoría de asociaciones mutuales organizadas según afinidad de origen (italianos, españoles, franceses, etc.), pero también se pueden mencionar otros tres tipos diferentes de agrupaciones. Uno de ellos lo constituyen las asociaciones estructuradas por oficios (calzado, tipografía, etc.), más allá de que en determinados oficios predominaban también ciertas nacionalidades –por ejemplo, los italianos en el caso del calzado. En segundo lugar, hacia fines del siglo XIX surgieron también las mutuales vinculadas a los trabajadores asalariados de grandes empresas, conformadas a partir de un aporte mensual deducido de su sueldo –por ejemplo, las mutuales de empleados de empresas de ferrocarril o de tranvías, que contaban con decenas de miles de afiliados cada una. Finalmente, el tercer tipo se refiere a las asociaciones denominadas “cosmopolitas”, que brindaban distintas clases de servicios sociales de ayuda mutua, sin requerimiento de oficio u origen, y fueron particularmente importantes en la ciudad de Buenos Aires (Acosta, 2007).

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Web
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Confederación Argentina de Mutualidades: https://camargentina.org.ar/. Organización de referencia que nuclea instituciones de este tipo.

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Por otra parte, durante la segunda mitad del siglo XX se dio una transformación profunda del sector mutualista, que perdió peso relativo de la mano de transformaciones sociodemográficas –menor peso relativo de la inmigración–, socioeconómicas –crecimiento del trabajo asalariado industrial y de servicios–, de las formas asociativas de los trabajadores –crecimiento del poder organizativo y de la acción colectiva sindical, y de las obras sociales vinculadas–, así como del rol creciente del Estado en materia de cobertura y prestaciones sociales. En el marco de esta reconfiguración, hacia principios de la década de 1970 existían poco más de 2.000 entidades mutuales reonocidas, que asociaban a 1 o 2 millones de personas. Desde entonces se observa un crecimiento importante de las entidades y los asociados, sobre todo en la década de 1990, mientras que posteriormente, a comienzos del presente siglo, se visualiza cierto estancamiento en el número de entidades y socios como se puede ver en la Tabla 3.1.


Tabla 3.1. Cantidad de mutuales y asociados en Argentina (1972-2007)
Año N° entidades N° asociados
1972 2.296 2.538.409
1976 2.874 2.950.241
1981 3.099 4.100.221
1987 4.784 5.706.456
1991 5.379 5.782.053
2007 4.063 4.895.436
2020* 3.616 3.083.201

Fuente: Acosta (2007); *INAES (2020).


Según Acosta (2007), casi el 70 % de las poco más de 4.000 entidades existentes en 2007 habían sido creadas en las últimas décadas del siglo anterior. Asimismo, casi la mitad estaban dedicadas a ofrecer crédito y ayuda económica, mientras que otras dos áreas de importancia eran las de salud (30 %) y educación (10 % de las entidades).

En cuanto a la estructura organizativa del movimiento mutualista, puede decirse que son relativamente pocas las mutuales adheridas a alguna Federación nacional –se calcula que menos de un tercio del total de entidades–. Existen tres grandes agrupamientos institucionales que se encuentran actualmente en una etapa de confluencia organizativa:

  1. la Confederación Argentina de Mutualidades (CAM), fundada en 1953 e integrada por 28 federaciones territoriales de servicios, de trabajadores mutualizados y de colectividades adheridas a su estructura institucional;

  2. la Confederación Nacional de Mutualidades de la República Argentina (CONAM), creada en 1992 e integrada por seis federaciones; y

  3. el Mutualismo Argentino Confederado (MAC), que data de 1996 y agrupa a 10 federaciones territoriales representativas del movimiento mutual argentino a nivel federal, constituidas conforme a la legislación vigente y a las federaciones sectoriales o de servicios que se incorporan como asociadas.
L
Leer con atención
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La estructura organizativa de los sectores mutual y cooperativo se conforma a través de asociaciones de entidades en federaciones, llamadas entidades de segundo grado, y del agrupamiento de estas en confederaciones, o entidades de tercer grado.

3.4.2. Transformaciones del movimiento cooperativo argentino

Texto

Las cooperativas, por definición, impulsan la acción conjunta de personas con necesidades económicas y sociales comunes, y son orientadas al bien colectivo, antes que a intereses individuales, sobre la base de valores de autoayuda, autorresponsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad.

Desde el siglo XIX, el cooperativismo se ha expandido por el mundo, prácticamente en todas las ramas de actividad. Actualmente existen cooperativas agrícolas, de seguros, de ahorro y crédito, de distribución, de trabajadores, de vivienda, de salud y de consumo. Como movimiento, el cooperativismo se encuentra institucionalizado en la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), fundada en 1895 bajo los principios de las cooperativas de consumo creadas por la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochedales en 1844 (Figura 3.3).

I
Figura 3.3.
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Los 7 principios del cooperativismo

Adhesión abierta y voluntaria; control democrático; participación económica; autonomía e independencia; educación, formación e información; cooperación entre cooperativas; compromiso con la comunidad.

A
Para ampliar
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Cooperativa “El hogar obrero”

La cooperativa "El hogar obrero" fue fundada el 30 de julio de 1905 como cooperativa de consumo, edificación y crédito, por personajes destacados de la política argentina como Juan B. Justo. Recibió la matrícula de inscripción número 1. Tuvo una gran importancia económica y social ya desde su fundación y hasta su declive y estado de insolvencia, en 1991. Constituye un hito en la historia del cooperativismo argentino, no solo por su vasta trayectoria, sino también por su contribución a la organización del movimiento cooperativo en general.

Camión de reparto antiguo, mediados del siglo XX, pintado con el nombre de la cooperativa.

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Texto aparte
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El Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) es el organismo nacional encargado de la promoción, el desarrollo, la fiscalización, y la sanción de las cooperativas y mutuales en la Argentina, y constituye la autoridad de aplicación del régimen legal del sector. El INAES depende desde 2020 del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación (estando anteriormente bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación).

W
Web
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Para consultar la página del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) de Argentina ver: https://www.argentina.gob.ar/inaes

Texto

Las mutuales y las cooperativas han logrado converger en poderosas organizaciones, tanto en distintos contextos nacionales como en el ámbito internacional. En el caso de las asociaciones mutuales, se agrupan en el seno de la Asociación Internacional de la Mutualidad (AIM), mientras que las distintas confederaciones nacionales de cooperativas se agrupan en la Alianza Cooperativa Internacional (ACI).

Uno de los aspectos de la economía social basada en cooperativas que se destaca es el grado de desarrollo y avance en ciertos tipos de actividades productivas y de servicios –por ejemplo, en los casos del sector agropecuario y también de servicios públicos locales–, que implica un peso considerable en la participación económica sectorial, particularmente en ciertas regiones, así como en la consolidación de estructuras organizativas y de mercado de significativa magnitud. De allí que los mayores agrupamientos a nivel de confederaciones de cooperativas en Argentina estén nucleados históricamente en la Confederación Cooperativa de la República Argentina (Cooperar) y la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro), aunque también con una presencia crecientemente relevante, en los últimos años, de la confederación que agrupa a distintas federaciones de cooperativas de trabajo, como es la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT).

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Texto aparte
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La Alianza Cooperativa Internacional (ACI) es una organización no gubernamental independiente que reúne, representa y sirve a organizaciones cooperativas en todo el mundo. Fundada en 1895, sus miembros son organizaciones cooperativas nacionales e internacionales de todos los sectores de actividad. Actualmente cuenta entre sus miembros con 267 organizaciones de 96 países que representan más de 1.000 millones de personas de todo el mundo. Para más información: https://www.ica.coop/es/

La Asociación Internacional de la Mutualidad (AIM) agrupa a las mutualidades de salud y protección social que operan según los principios de la solidaridad y no persiguen fines de lucro. La AIM agrupa actualmente a 44 federaciones nacionales en 31 países del mundo, proporcionando una protección social contra la enfermedad y otros riesgos sociales a más de a 155 millones de personas. Para más información: https://www.aim-mutual.org/

Las mayores formas organizativas institucionalizadas del sector cooperativo en Argentina son las siguientes.

La Confederación Cooperativa de la República Argentina (Cooperar) se constituye en 1962 con el objeto de “contribuir a promover y consolidar el movimiento cooperativo y difundir los principios de la cooperación libre”, por voluntad de siete federaciones cooperativas a nivel nacional. Luego de 50 años de funcionamiento, actualmente son 36 las federaciones miembros de Cooperar, la cual se constituye como socia de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI). Para más información: https://www.cooperar.coop/

La Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro) es una organización que agrupa al sector cooperativo agrario en Argentina, nacida en el año 1958. En la actualidad existen unas 1.000 cooperativas agropecuarias de primer grado, adheridas a más de una docena de federaciones de segundo grado que conforman la Coninagro. Para más información: https://www.coninagro.org.ar/

La Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT), fundada en el año 2009, es una asociación gremial de tercer grado que agrupa a más de 30 federaciones de cooperativas de trabajo de toda la Argentina. Como se indica en su página web (https://www.essapp.coop/cooperativas/cnct-confederacion-nacional-de-cooperativas-de-trabajo, la CNCT nació como producto de la maduración y el crecimiento organizativo del movimiento cooperativo y de la irrupción del trabajador autogestionado en el ámbito laboral.

Texto

En cuanto a la evolución del cooperativismo en nuestro país, en el texto bibliográfico obligatorio de esta unidad (Pastore, 2014) se señala la notable expansión de las cooperativas y mutuales en las últimas décadas. Se indica allí que para el 2008, según el INAES, se contabilizaban unas 17 mil entidades de ambos tipos, de las cuales el 75% eran cooperativas. Por su parte, la especialista en economía social y cooperativismo Mirta Vuotto (2014) realiza una comparación cuantitativa de las cooperativas registradas por tipo de actividad para los años 2001 y 2014 (Tabla 3.2) . 


Tabla 3.2. Cooperativas registradas según su tipo (2001 y 2014)
Años 2001 2014
Tipos de cooperativas % %
Agropecuarias 2.236 13,9 1.297 4,5
Consumo 252 1,6 195 0,7
Crédito 341 2,1 290 1,0
Provisión 1.544 9,6 1.582 5,5
Seguros 51 0,3 19 0,1
Servicios públicos 1.889 11,8 1.167 4,0
Trabajo 6.686 41,6 22.516 78,0
Vivienda y construcción 3.060 19,1 1.787 6,2
Total 16.059 100,0 28.853 100,0

Fuente: Vuotto (2014).


Como señala Vuotto (2014) y puede observarse en la Tabla 3.2 existe una reconfiguración interna del sector cooperativo, con una marcada disminución cuantitativa y del peso relativo, particularmente en el caso de las cooperativas agrícolas, de consumo o vivienda, con relación a un aumento significativo de las cooperativas de trabajo. Las características específicas de dicha evolución se pueden seguir en el texto obligatorio de Pastore (2014) y en el siguiente texto recomendado.

R
Lectura recomendada
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Vuotto, M. (2014). “La Economía Social y las cooperativas en la Argentina”. Disponible en: https://drive.google.com/file/d/1dGozOjwjE73uZEWighDu7GxVOpokvIHf/view

A
Para ampliar
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Mirta Vuotto. Licenciada en Sociología de la Universidad Católica Argentina. Estudios de posgrado en Desarrollo económico, Institut d’Etudes du Développement, Université Catholique de Louvain. Doctora en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Orientación en Administración, Facultad de Ciencias Económicas. Profesora titular consulta, Facultad de Ciencias Económicas, y directora del Centro de Estudios de Sociología del Trabajo (CESOTUBA). Especialista en sociología de la organización, economía social y cooperativismo.

Fotografía de Mirta Vuotto.

Texto

Respecto de esta trayectoria a la que llamamos economía tradicional o histórica, podemos resaltar la vigencia de este tipo de experiencias en la actualidad, ya que es producto de la expansión de entidades cooperativas y mutuales en las últimas décadas democráticas.

C
Cita
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En un informe del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), publicado en el 2008, [se] indica la existencia de casi 17 mil entidades de la economía social institucional, de las cuales el 75% son cooperativas y el resto mutuales. Asimismo, ambos tipos de entidades agrupan a más de catorce millones de asociados, representando más de un tercio de la población argentina y abarcando al menos un 10% del PBI (Pastore, 2014: 177 y 178).

Texto

El mayor dinamismo puede observarse en el cooperativismo de servicios públicos: electricidad, telefonía, Internet, agua potable y cloacas, gas envasado y por red, etc., siendo importantes también las iniciativas y redes de cooperativismo en comunicaciones y tecnologías de información y comunicación (TIC), tales como televisión por cable, radiofonía, periódicos, revistas, telecomunicaciones, imprentas, desarrollo de software libre o productoras de contenidos audiovisuales.

Mención especial requiere el dinamismo de los últimos años del cooperativismo de trabajo. Al respecto, sobresale el significativo crecimiento de este tipo de cooperativas registradas desde 2001, que pasan a representar más de tres cuartas partes del total. Este incremento específico viene motorizado por tres grandes vías (Vuotto, 2014) (Tabla 3.3):

  • Las cooperativas impulsadas por grupos autogestionados, que responden, según los casos, tanto a necesidades de inserción laboral como a opciones de autonomía autogestiva del trabajo.

  • Las vinculadas a los procesos de recuperación de empresas.

  • Las inducidas por el Estado con distintos programas públicos de inclusión social con trabajo.

Tabla 3.3. Distribución de las cooperativas de trabajo registradas (2014)
Cooperativas vinculadas a programas públicos N° cooperativas %
Centros Integradores Comunitarios (CIC) 874 5,5  
Programa Ingreso Social con Trabajo (Argentina Trabaja) 7.953 50,2  
Manos a la Obra 1.267 8,0  
Programa de Inversión Social 539 3,4  
Capacitación con Obra 532 3,4  
Integración Socio-comunitaria 2.511 15,9  
Agua + Trabajo 413 2,6  
Obras públicas provinciales o municipales 1.749 11,0  
Subtotal programas 15.838   70
Cooperativas de trabajo autónomas 6.678   30
Total cooperativas de trabajo 22.516   100

Fuente: Vuotto (2014).


Por otra parte, un informe de Actualización Nacional de Datos de Cooperativas y Mutuales elaborado por el INAES en el año 2018 y realizado a partir del sistema “Trámites a Distancia” arroja que 8.618 cooperativas y 3.039 mutuales lograron realizar la actualización nacional de datos, lo cual representa 31,8 % de las cooperativas y 60,6 % de las mutuales.

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Para reflexionar
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Se destaca la dificultad de contar con estadísticas oficiales actualizadas del sector cooperativo y mutual y más aún con relevamientos más amplios del campo de la ESS en general, donde muchas de las experiencias ni siquiera se encuentran registradas. Al respecto, también resulta importante mantener una actitud crítica y analítica acerca de las estadísticas oficiales en diversos periodos, ya que estas no son neutras, sino que se producen en determinados contextos y en función de supuestos metodológicos y sociopolíticos que es importante tomar en consideración.

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Actividad 3.3.
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Luego de constituir grupos de trabajo, realicen las siguientes actividades:

  1. Busquen en Internet información referida a los siete principios cooperativos y su significación, y redactar en una carilla una síntesis de sus contenidos.

  2. Indaguen en páginas web de organismos oficiales a nivel nacional, como el INAES, y/o a nivel provincial datos actualizados de cantidades de cooperativas y mutuales existentes, teniendo en cuenta:
    • la distribución de las cooperativas o mutuales por rubros de actividad,
    • su distribución por tipo, y
    • un recorte territorial.

    Este último puede ser a nivel nacional o seleccionando alguna provincia o un territorio en particular.


  3. Compilen las informaciones reunidas en un documento de síntesis. Recuerden citar las fuentes utilizadas y detallar las observaciones metodológicas o de contexto necesarias para la correcta interpretación de los datos obtenidos.

3.4.3. Trabajo autogestionado: la experiencia de las empresas y fábricas recuperadas

Texto

Un fenómeno de relevancia con relación al trabajo autogestivo emerge con fuerza en el período previo a la crisis del año 2001, plasmado en la recuperación de empresas abandonadas por sus dueños y/o en procesos de quiebra, que son nuevamente puestas en funcionamiento por sus trabajadores/as.

A partir de los aportes específicos del tema realizados por Andrés Ruggeri (2018), podemos considerar a las empresas recuperadas como unidades económicas que tienen un proceso previo, en el que funcionaron como una típica empresa capitalista, y que, luego de un proceso de quiebra, vaciamiento e inviabilidad económica, son tomadas o recuperadas por sus trabajadores. Estos deciden poner a su organización en marcha, en la mayoría de los casos con el objetivo primordial de sostener los puestos de trabajo.

Las empresas recuperadas, luego de un periodo de lucha y reorganización, por lo general se constituyeron formalmente como cooperativas de trabajo. Si bien el proceso es previo a la crisis de 2001, sin duda fue durante los primeros años del siglo XXI que se registró el mayor apogeo de crisis y ocupaciones de empresas por parte de sus trabajadores. La escala y las características del fenómeno han sido de tal magnitud que concitaron la atención intelectual y política de estudiosos e intelectuales de muchos países.

Como señala Ruggeri (2014), si bien el proceso de recuperación de empresas tendió a desacelerarse en los últimos años, no por ello ha desaparecido –aunque se beneficie de una menor trascendencia en la agenda mediática– y existen casos muy significativos, en particular los de recuperación de cadenas de restaurantes en los últimos años. En términos cuantitativos, según un informe presentado en octubre de 2010 por el Programa de Trabajo Autogestionado del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, en el territorio nacional existían en este mismo año 280 empresas recuperadas que involucraban a más de 11.000 trabajadores (Ruggeri, 2010). Por otra parte, según aporta el mismo autor de acuerdo con relevamientos específicos, se habría producido unanueva aceleración en este proceso entre 2010 y 2013, ya que se recuperaron otras 63 empresas en este periodo en todo el país.


Ejemplos de empresas recuperadas por sus trabajadores

El Hotel Bauen, desde su recuperación en 2003, es un símbolo para el movimiento cooperativo argentino. Durante 17 años sus trabajadores demostraron que el trabajo sin patrón es una salida posible. Luego de haber pasado muchos años enfrentando fallos de la justicia en su contra, amenazas de desalojo, sumado a la crisis económica y la pandemia, debieron dejar el edificio en noviembre de 2020.

Audiovisual
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El siguiente video es un registro documental de la vida cotidiana y de los eventos significativos del hotel Bauen, gestionado por sus trabajadores, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires.

B.A.U.E.N. Lucha, cultura y trabajo (2014). Realización: Fabián Pierucci. Producción: Grupo Alavío (duración: 01:14:27).

Disponible en: https://youtu.be/oq5-lRAgjk4 [Consulta: 8/2/21].
Texto

FaSinPat significa Fábrica Sin Patrones y es el nombre de una fábrica de baldosas de cerámica ubicada en la ciudad de Neuquén (provincia del Neuquén, Patagonia argentina). Desde comienzos del año 2002 se encuentra bajo el control de sus trabajadores luego del cierre de su antecesora Cerámica Zanon, quebrada a finales de 2001. Es una de las fábricas más destacadas del movimiento de empresas recuperadas de Argentina.

Cartel frente a la fábrica Fasinpat: Dice: Fábrica sin patrones, 2001-2004, Zanon bajo control obrero.

Audiovisual
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El siguiente video muestra la historia de la Fábrica Sin Patrones, ex Zanon, contada por sus mismos protagonistas, quienes relatan el momento de la crisis y la recuperación de la empresa, además de su puesta en marcha a partir de la autogestión.

Sin patrón: una revolución permanente (2014). Realización: Juan Pablo Lepore y Nicolás van Caloen. Producción: Colectivo Documental Semillas (duración: 01:29:53).

https://youtu.be/s-v0wr6IfWY [Consulta: 8/2/21].
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Texto aparte
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El Registro Nacional de Empresas Recuperadas del INAES recopila las cooperativas de trabajo que se corresponden con esta definición, con el objetivo de ser un instrumento válido para ser utilizado por organismos públicos para el desarrollo de políticas orientadas a estas unidades económicas autogestionadas. Esta base de datos se constituye con información proveniente de los registros del INAES, con la colaboración del Centro de Documentación de Empresas Recuperadas dependiente del Programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires. Se actualiza en forma permanente a través del trabajo de la Comisión Técnica Asesora de Empresas Recuperadas del INAES.

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Actividad 3.4.
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Luego de leer los materiales que se detallan a continuación: Colección de Cuadernos para la autogestión. Disponible en: https://www.recuperadasdoc.com.ar/cuadernos_autogestion.html; en particular: Cuadernos para la autogestión # 1: Autogestión y Cooperativismo y Cuadernos para la autogestión # 2: Problemas del trabajo autogestionado; realice las siguientes actividades.

  1. Confeccione un listado de problemáticas que puede identificar en el caso de las empresas recuperadas, que sean ligadas a algunas de las siguientes cuestiones: el marco legal, contable e impositivo, la organización del trabajo y la producción, la comercialización, las características del trabajo autogestionado por los y las trabajadores, o “sin patrón”.

  2. Reflexione y consigne por escrito un listado de herramientas y/o tipos de asesoramiento que las/los contadores públicos y/o profesionales de la economía y la administración podrían brindar a esta clase de experiencias cooperativas para su desarrollo, sostenimiento e inserción en los mercados.
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Lectura recomendada
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Para profundizar contenidos respecto de los aspectos jurídicos y contables de las cooperativas y empresas recuperadas, se puede consultar el siguiente libro:

Feser, M. E.; Bausset, M. y Mutuberría Lazarini, V. (2012). Manual para la práctica del cooperativismo de trabajo. Herramientas impositivas y de gestión para el trabajador cooperativo, Buenos Aires: Editorial Patria Grande.

3.4.4. La economía social emergente, o economía solidaria

Texto

Luego de haber visto un panorama contemporáneo de la economía social más institucionalizada, las mutuales y cooperativas –y en particular, dentro de estas últimas, las cooperativas de trabajo–, continuaremos con la dimensión empírica de la ESS, presentando algunos apuntes sobre la economía social emergenteN en las últimas décadas, la cual por lo general no adoptó las figuras jurídicas convencionales.

Como señalamos anteriormente, el planteo de la ESS se diferencia de aquellos otros que definen a la economía social exclusivamente por sus formas jurídicas instituidas. Desde nuestro punto de vista, estas constituyen la columna institucional histórica de un campo socioeconómico en construcción más amplio, que en los últimos años ha adoptado otras formas legales tales como asociaciones civiles o fundaciones. De allí que muchos países no solo reconocen estas figuras como entidades de la ESS, sino que también han instituido nuevas formas legales como empresas comunitarias, sociedades laborales, empresas de inserción social o cooperativas sociales. En la misma dirección, para el desarrollo estratégico de la ESS resulta clave incorporar a federaciones, confederaciones, redes, consorcios, mesas territoriales de gestión asociada, foros y colectivos de organizaciones.

Por otro lado, también es importante considerar como parte del campo de la ESS a las entidades educativas, de servicios técnicos y profesionales que vienen trabajando para el fortalecimiento y la consolidación del sector. Asimismo, se incorporan incluso los equipos del sistema científico-técnico comprometido con el sector: universidades, unidades de investigación-acción participativa, portales y observatorios, incubadoras sociales, etc. En definitiva, lo que queremos dejar en claro es que el campo empírico de la ESS está integrado por una creciente diversidad de prácticas y organizaciones socioeconómicas que enriquece, incluye y también excede a las figuras instituidas más clásicas de la economía social (Errecalde, Pastore, et al., 2015).

Siguiendo a Pastore (2014), argumentamos que la ESS reconoce una variedad de nuevas iniciativas económicas de carácter asociativo, solidario o comunitario, tales como:

  • Diversas formas de asociatividad, redes u organización colectiva de pequeños productores, artesanos y emprendimientos de la economía popular urbana.

  • Organizaciones de la agricultura familiar y movimientos campesinos, así como propuestas y prácticas de agroecología en clave de ESS.

  • Nuevas formas de comercialización solidaria, tales como las ferias francas, que vinculan de forma directa a los productores rurales con los consumidores urbanos, las ferias de productores de la ESS, las comercializadoras del sector o los mercados asociativos territoriales.

  • El comercio justo, equitativo, las redes de consumo responsable y los nodos solidarios de consumo.

  • Iniciativas de finanzas solidarias, en particular la expansión del microcrédito, tanto en nuestro país como en distintas partes del mundo, pero también otras formas de finanzas solidarias que se vienen expandiendo en diferentes contextos, como la banca ética, los bancos comunitarios o diversas modalidades de monedas sociales (banco de tiempo, monedas locales, dinero electrónico, etc.) que han reemergido en contextos de crisis económicas, como es el caso reciente, por ejemplo, en España.

  • Diversas formas de empresas de inserción social –por ejemplo, en el área de salud mental– o iniciativas socioeconómicas de provisión asociativa o comunitaria de servicios colectivos, sociosanitarios y educativos.

  • El desarrollo de hábitat popular bajo modalidades de organización asociativa, colectiva o comunitaria. En este caso pueden citarse varios ejemplos de característica cooperativa (de trabajo o vivienda) y también, más recientemente, de mutuales con arraigo comunitario o territorial.

  • Iniciativas colectivas relacionadas con cuidado ambiental, reciclado o energías renovables, así como formas de organización colectiva de recolectores urbanos (cartoneros), mayormente como variedades asociativas, aunque también, en algunos casos, como cooperativas de trabajo.

  • El conjunto de entidades de apoyo, movimientos sociales y redes territoriales de economía solidaria.

  • Diversas agrupaciones de arte independiente y cultura comunitaria, que desarrollan iniciativas o emprendimientos de cultura solidaria de carácter local o territorial, claramente diferenciadas de la mercantilización del arte y la cultura bajo la hegemonía de la sociedad del espectáculo.

  • Medios de comunicación comunitaria, entre los cuales algunos optan por la modalidad cooperativa y otros adoptan la figura de asociaciones civiles.


Experiencias de la economía popular y solidaria

Presentamos aquí una síntesis de varias trayectorias mencionadas previamente, básicamente: la economía popular solidaria (urbana y rural); las iniciativas y estrategias de construcción de mercados alternativos y finanzas solidarias; y los emprendimientos sociales asociativos o comunitarios, en especial las empresas sociales en salud mental.


De la economía informal a la economía popular solidaria

Desde fines del siglo XX, tanto en las grandes urbes de la Argentina como en otras ciudades del continente, las actividades de autoempleo o el desarrollo de pequeños emprendimientos económicos por cuenta propia pasaron a tener mayor incidencia en las estrategias de subsistencia de los sectores populares, en particular con el crecimiento del denominado sector informal urbano. Es decir, por lo general se trata de emprendimientos con base en la familia o en las relaciones de proximidad, con fuerte peso en el sector de servicios o en actividades de oficio y con un alto grado de informalidad o de economía no registrada. Sin duda, estas iniciativas en sí mismas, aisladas o desarrolladas en forma individual, no forman parte de la ESS, sino más bien del denominado trabajo autónomo o por cuenta propia, específico de los sectores populares.

Como señalan Errecalde, Pastore, et al. (2015), una parte importante de la economía popular en América Latina se desarrolla en articulación con estrategias de redes de proximidad o confianza más asociativas, vecinales o comunitarias, que combinan diferentes formas de acceso a los recursos o los ingresos con estrategias de reproducción social por parte de los integrantes de las unidades domésticas. Por este motivo, a partir de la crisis y de la expansión consiguiente de las situaciones de vulnerabilidad social ocasionadas por las políticas neoliberales, dichas estrategias asociativas o comunitarias de reproducción social de la economía popular han sido apoyadas y promovidas por organizaciones territoriales, movimientos sociales o entidades no gubernamentales de apoyo, con el objeto de que las mismas pudieran ganar peso específico en asociatividad, organización colectiva, incidencia política, capacidad de relacionamiento mesoterritorial, o de acceso a recursos y tecnología. En definitiva, las experiencias de la economía popular de base más territorial o comunitaria vienen siendo incluidas en una estrategia más amplia de desarrollo de la ESS, a tal punto que puede hablarse, como en el caso de Brasil, de una “economía popular solidaria”, ya que se impulsa un conjunto de acciones concretas para incluirla en un proyecto de ESS en cuanto apuesta, al mismo tiempo, hacia una transformación de dicha economía popular con sentido estratégico de mayor organización colectiva, gestión democrática y valores solidarios.

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Texto aparte
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La experiencia de los clubes del trueque en Argentina

Un punto de inflexión significativo para la extensión y la visibilidad de la EP y de la ESS fue la experiencia de los clubes del trueque en Argentina, la cual emerge hacia fines de los años 90 en un contexto de grave crisis, fuerte desempleo y recesión económica, y se extiende rápidamente a todo el país, alcanzando volúmenes muy significativos a comienzos del siglo XXI, y entrando en crisis y declive después del año 2001. El trueque constituyó una respuesta social y colectiva a gran escala a las crecientes dificultades de los sectores populares y las clases medias para generar ingresos y satisfacer sus necesidades básicas, a través de la conformación de espacios y redes de intercambio de productos –de elaboración artesanal o de reventa, según los nodos o clubes–, y en algunos casos de servicios, poniendo en circulación una moneda social llamada en general “crédito”, aunque tuvo otras nominaciones en función de las experiencias locales, como los “ecovales” en Mendoza. Mientras que en determinadas oportunidades sus coordinadores o promotores tenían claras visiones en torno a la construcción de una economía alternativa y solidaria a través de esta experiencia, para otros y otras, en su gran mayoría mujeres, se trataba de elaborar una estrategia de subsistencia, aunque también de revinculación social y laboral, por lo que podemos decir que este experimento cabalgaba entre la ESS y la EP.

En mayo de 1995 nace el primer club de trueque en Bernal, Quilmes, Provincia de Buenos Aires. Con la creación de nuevos clubes y el intercambio entre ellos, en 1996 se forma la Red Global de Trueque (RGT). El club toma el nombre de “nodo” de la Red. En 2001 se estimaban en 1.800 los nodos en todo el país y en 2002, en plena crisis económica, política y social, se contabilizaban 5.000 nodos, que alcanzaban 2 millones de socios y se ubicaban en el 60% en la provincia de Buenos Aires. La experiencia se expandió y fue retomada con modificaciones en otros países como Brasil. Algunas iniciativas se sostuvieron hasta la actualidad, particularmente en periodos de recrudecimiento de la crisis, aunque el fenómeno ha quedado subsumido en una práctica más amplia y potente como es la de las monedas sociales en general, de amplio crecimiento reciente en el mundo, en algunos casos manteniendo el formato papel, pero esencialmente bajo la modalidad de monedas digitales y criptomonedas. En el caso de la ESS, puede citarse por ejemplo el caso de la “Moneda Par”.

Audiovisual
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El siguiente video muestra cómo funciona la Moneda Par:

Sebastián Valdecantos: ¿Cómo funciona la moneda PAR?, por ANSOL (duración: 00:06:16).

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Para ampliar
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“Historias de los clubes de trueque en Argentina”. Disponible en: http://taoaproject.org/index.php/2010/11/26/historias-de-los-clubes-de-trueque-en-argentina/

También se pueden consultar los siguientes textos:

Hintze, S. (ed.) (2003), Trueque y Economía Solidaria, Los Polvorines, Argentina: ICO-UNGS.

Lecaro, P. y Altsch uler, B. (2002), “Políticas sociales y desarrollo local. Dos experiencias diversas: Club del Trueque y Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Mosconi”, en Congreso de Políticas sociales. Estrategias de articulación de políticas, programas y proyectos sociales en Argentina, Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.

Texto

En el mismo sentido pueden mencionarse distintas experiencias de construcción organizativa de personas que trabajan en la recolección y el reciclado de residuos urbanos, los denominados “cartoneros”, cuya actividad informal creció de manera significativa a partir de la crisis de principio de siglo, donde aún subsiste una cantidad no desdeñable de familias populares, a pesar de ser una actividad marginada por la sociedad, sumamente precaria, de bajos ingresos y con muy malas condiciones de trabajo. De hecho, las experiencias de construcción organizativa o asociativa de este sector buscan mejorar en términos de condiciones laborales, etapas de la cadena de reciclado de mayor valor agregado, poder de negociación económica, incidencia política o fomento de dispositivos que faciliten la clasificación, la recolección y el reciclado de residuos en territorios específicos, en articulación con los residentes del lugar. Un ejemplo de interés, desde esta perspectiva, lo constituye el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE).

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Texto aparte
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El Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) es una organización social independiente de los partidos políticos, que lucha por la dignidad de los descartados por el sistema capitalista buscando la inclusión. Defiende el derecho al trabajo por sobre todas las cosas y enfrenta los abusos de los poderosos (gobierno, policía y empresas) practicando la solidaridad: el MTE funda cooperativas y unidades económicas populares para mejorar la vida de los trabajadores. Promueve programas sociales que alivian la vida del pueblo pobre y les exige a los gobiernos que los pongan en práctica.

El MTE fundó la Federación Argentina de Cartoneros y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).

Ver https://mteargentina.org.ar/

Logotipo de la Federación de Cartoneros y Recicladores

La Federación de Cartoneros y Recicladores es una confluencia organizativa que impulsa la unidad de diferentes organizaciones colectivas de los trabajadores del sector. En la actualidad está integrada por las cooperativas “El Amanecer de los Cartoneros”, “Cooperativa El Ceibo”, “Cooperativa Baires Cero Con”, “Cooperativa El Álamo” “Cooperativa Del Oeste” (Soldati), “Cooperativa Co.Re.Me.” (Mendoza), “Coop. Mercado de Pulgas” (Capital), “Coop. de Trabajo Recuperadores Urbanos del Oeste” (Moreno), “Coop. de provisión de servicios para recolectores” “Tren Blanco” (Carcova-San Martín), “Cooperativa 9 de Agosto de José León Suárez” (San Martín), “Cooperativa la Nueva Esperanza de la Plata”, “Cooperativa Unidos por el Trabajo” (tren blanco), “Cooperativa trabajo y dignidad” (CABA) y la Asociación Civil Amanecer de los Cartoneros (Lomas de Zamora).

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Las estrategias de confluencia organizativa y acción colectiva en América Latina incluyen no solo al amplio sector urbano de la economía popular, sino también a una diversidad de pequeños productores rurales familiares y campesinos, parte de los cuales –se encuentren o no organizados en forma cooperativa– participan en movimientos territoriales de reconocida significación, como por ejemplo el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.

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Texto aparte
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El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST, disponible en: https://mst.org.br/ de Brasil se encuentra organizado en 24 estados de las cinco grandes regiones de este país, logrando que accedan a la tierra cerca de 350.000 familias campesinas (1,9 millones de personas), a través de la lucha y la organización impulsada por el movimiento. Su origen se remonta a la oposición al modelo agrario que buscó imponer la dictadura militar de los años 70, mientras que a principios de este siglo fue una de las grandes organizaciones nacionales impulsoras del Foro Brasileño de Economía Solidaria (FOBES).

A su vez, en la ficha didáctica “Movimientos sociales campesinos” del portal https://www.educ.ar/  puede leerse: “La tierra conseguida por el MST, a través de la ocupación, es tenida en condominio por los trabajadores, pero vuelve al MST cuando los hijos (la nueva generación) llegan a la edad productiva para una nueva distribución. Cada miembro del MST debe conquistar tierra volviéndose un ‘acampado’, ya que esta es inalienable y no se hereda. Las cooperativas locales están asociadas a la Confederación de Cooperativas de Reforma Agraria del Brasil y, principalmente, son las dedicadas a la agroindustria las que han elevado el nivel de vida de los asentados. La media de la renta en los asentamientos agrícolas es de casi cuatro salarios, mientras que en la agroindustria es de casi seis. El MST promueve la capacitación agraria y está asociado a numerosos profesionales en esa materia y en otras. Asimismo, está asimilando a su sistema de producción y comercialización a numerosos productores pequeños (no ocupantes) que han visto la posibilidad de progreso en el sistema productivo del MST. El movimiento pone gran atención en la educación de sus miembros y afirma entenderla como mucho más amplia que la escolaridad y la alfabetización, particularmente, como un proceso de toma de conciencia y de liberación (Disponible en: https://www.educ.ar/recursos/14456/movimientos-sociales-campesinos

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La globalización, en el mundo rural, ha llevado a la propagación de los agronegocios, con sus consecuencias en nuestro país de expansión de la frontera agrícola de los commodities exportables (“sojización”), lo cual implica en muchos territorios la desintegración de grandes extensiones de montes nativos y, como corolario, la ocupación de asentamientos territoriales históricos de campesinos, pequeños productores rurales o pueblos originarios (Errecalde, Pastore et al., 2015).

Ante la expansión de un modelo que genera diversas modalidades de exclusión social y expulsión territorial, surgió una serie de movimientos de lucha y organización de pequeños agricultores y campesinos que retoman a su vez una historia de luchas agrarias de más larga data –como las ligas agrarias misioneras en las décadas de 1960 y 1970.

Entre los movimientos agrarios que surgen en estas últimas décadas en distintas provincias de nuestro país pueden mencionarse: el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase), la Red Puna de Jujuy, el Movimiento Campesino de Córdoba (MCC), la Unión de trabajadores rurales Sin Tierra (UST) de Mendoza, la Coordinadora de Trabajadores Rurales (Cotrum) de Misiones, o la Mesa Campesina del Norte Neuquino (MCNN), la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI).

En ese recorrido, también se vienen impulsando confluencias organizativas más amplias de la economía popular urbana y rural, tal como es el caso en nuestro país de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), como confluencia organizativa de la diversidad de movimientos y orga nizaciones que agrupan. Entre dichas organizaciones se encuentran el propio MNCI campesino y el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) de recicladores, ya comentados.

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Texto aparte
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La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) se postula como una organización gremial independiente de los partidos políticos, representativa de los trabajadores de la economía popular y sus familias. En tal sentido se reivindica como una herramienta de lucha para la restitución de los derechos laborales y sociales de los trabajadores que incluyen en la economía popular: cartoneros, campesinos, artesanos, vendedores ambulantes, feriantes, trabajadores de programas sociales, motoqueros, cooperativistas, microemprendedores y trabajadores de empresas recuperadas. Y en ese marco declaran: “La CTEP es necesaria porque a pesar de todos los avances paridos por nuestro Pueblo durante los últimos años, lejos estamos de vivir en una Patria Justa. La injusticia que persiste se expresa dramáticamente en nuestros diez millones de pobres, en millones de trabajadores sin plenos derechos, en multitud de niños sometidos a trabajo infantil, en la desesperanza de los jóvenes que ni estudia ni trabaja [sic], en cientos de miles de hogares arruinados por el paco, en la opresión de nuestros hermanos esclavizados en prostíbulos y talleres clandestinos, en los campesinos e indígenas desplazados por el agronegocio, en millones de compatriotas sin vivienda digna, en centenares de villas y asentamientos sin infraestructura básica, en los pibes asesinados por el gatillo fácil y el crimen organizado; todas situaciones de injusticia que sufrimos, sentimos en lo más profundo y nos convocan a redoblar el esfuerzo militante.

Los millones de excluidos del mercado formal de trabajo, los millones de expulsados del campo y los que aún resistimos en nuestro territorio, nos fuimos buscando un lugarcito en la periferia social, inventándonos nuestro propio trabajo, aferrándonos a los programas sociales, también sudando en pequeñas empresas informales que no garantizar [sic] condiciones dignas de labor. De a poco nos fuimos organizando, formamos movimientos, asociaciones, cooperativas, recuperamos fábricas, defendimos y recuperamos nuestro territorio y forjamos lazos de hermandad entre nosotros. (Disponible en: http://ctepargentina.org/

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Estrategias de construcción de mercados alternativos

A fin de abordar este tema, definiremos inicialmente el concepto de mercado para presentarles luego lo que consideramos son alternativas propias de la ESS, las cuales se diferencian del mercado convencional a partir de ciertas características que mencionamos más adelante.

Para definir el mercado partimos de los aportes de Razeto (1984), quien lo considera como un complejo sistema de interrelación social y de relaciones de fuerza de sujetos individuales y colectivos, que ocupan diferentes lugares en la estructura económica y social, que cumplen distintas funciones y que participan con distintos fines e intereses en un determinado circuito económico, relativamente integrado (Razeto, 1984). Este autor apunta que todo sistema económico constituye un tipo de mercado, y que este no es, pues, algo dado o natural, sino que conforma una determinada construcción histórica y social, en la que intervienen las diversas personas y sujetos económicos.

Por su parte, una característica central que tienen las experiencias de mercados alternativos propias de la ESS es que orientan sus acciones hacia la construcción de mercados más democráticos, desconcentrados, de carácter justo y solidario, lo cual se observa en distintas trayectorias de comercialización que apuntan a ello. Podemos englobar estas trayectorias bajo la categoría de modalidades alternativas de comercialización. A continuación, describiremos algunas, no solo de Argentina sino también de otras partes del mundo.

Comercio Justo (CJ). Sobre los orígenes del CJ existen dos versiones diferentes: 1) que surgió a partir de iniciativas de comercio solidario llevadas adelante por personas vinculadas a iglesias en Inglaterra y Estados Unidos durante los años 40 y 50 del siglo pasado; 2) que fue resultado de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés, United Nations Conference on Trade and Development), realizada en Ginebra en el año 1964, donde los países del tercer mundo presionaron con el lema “Comercio, no ayuda” para que los países del norte abrieran el comercio a sus productos agrícolas. Lo cierto es que ambas se proponían revertir un sistema global basado en las donaciones (para enfrentar la pobreza de los países del tercer mundo) por uno basado en la reconfiguración de las relaciones comerciales entre países para beneficiar a los pequeños productores de los países del sur.

Circuitos Cortos de Comercialización (CCC). Surge como concepto a mediados de los años 60 del siglo pasado, a partir de experiencias de venta directa de productores a consumidores en distintas partes del mundo industrializado (CEPAL, 2013). Si bien el concepto originario del CCC remite a aquellas formas de circulación agroalimentaria que solo tienen una o ninguna figura intermediaria entre producción y consumo (López García, 2011), los desarrollos teóricos posteriores comenzaron a poner énfasis no solo en el acortamiento de las distancias (a partir de la reducción en el número de intermediarios), sino también en las características de las relaciones que se producen entre dichos actores en el desarrollo de formas alternativas de abastecimiento. Dentro de esta modalidad de comercialización se encuentran las ferias del productor al consumidor, como es el caso, por ejemplo, de las Ferias Francas –que han tenido un gran desarrollo en varias provincias del Nordeste argentino, en especial, en la provincia de Misiones–, las cuales vinculan de manera directa pequeños productores rurales con consumidores de ciudades intermedias.

Otro tipo de experiencia a destacar dentro de los CCC es la desarrollada por las Comercializadoras de Intermediación Solidaria. Este tipo de experiencia ha proliferado en Argentina en los últimos años. Se trata de un conjunto de iniciativas que gestionan y articulan el intercambio de productos alimenticios entre productores y consumidores, desde una perspectiva de intermediación solidaria, diferenciándose del rol lucrativo y muchas veces también especulativo que tiene el mercado convencional. Estas comercializadoras actúan con el objetivo de construir entramados solidarios entre los subsistemas de la producción, la comercialización y el consumo. No solamente buscan mejorar los ingresos de los productores con los que articulan ni tan solo mejorar las condiciones de acceso a sus productos por parte de los consumidores; también se intenta estrechar los vínculos entre unos y otros, promoviendo conocimiento y compromisos recíprocos.

En este sentido resulta de interés mencionar algunas de las iniciativas de comercialización solidaria y de consumo organizado impulsadas y acompañadas desde la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), particularmente a través del Programa Universitario de Incubación Social (PUIS), el cual funciona desde 2014 en el marco de la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNQ. Entre estas iniciativas se destacan el Almacén Autogestivo, el Mercado Territorial de la Agricultura Familiar y la Central Cooperativa.

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Para conocer dichas experiencias, les recomendamos leer el texto siguiente:

Chiroque Solano, H. A. y Niño, L. (2019), “La experiencia de la Incubadora Universitaria de Economía, Mercados y Finanzas Solidarias de la Universidad Nacional de Quilmes. Incubación de procesos para impulsar circuitos económicos solidarios”. Revista Otra Economía, vol. 12, núm. 21, pp. 248-260. Disponible en: https://revistaotraeconomia.org/index.php/otraeconomia/article/view/14786

Audiovisual
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Los siguientes videos muestran cómo funcionan los tres programas acompañados por la Universidad Nacional de Quilmes.

Almacén Autogestivo



Mercado Territorial de la Agricultura Familiar



Central Cooperativa



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Finanzas solidarias

Otra trayectoria de apoyo a la economía popular bajo una estrategia de economía social y solidaria la constituye el financiamiento solidario dirigido a pequeños productores urbanos y rurales, el cual se ha extendido de manera significativa en los últimos años, en particular, bajo la forma de programas de microcrédito. En efecto, si bien este desarrollo es reciente en la Argentina, en comparación con otros países de América Latina, y con un menor grado de cobertura respecto de la demanda potencial de crédito de los grupos que no acceden al sistema financiero formal, el sector manifiesta un dinamismo sumamente importante en la presente década.

Entre las experiencias sudamericanas de este tipo podemos mencionar el Banco Palmas, de Brasil; la Cooperativa de Ahorro y Crédito San Miguel de los Bancos, de Ecuador; y la experiencia de política pública del Fondo de Financiamiento Solidario, de Argentina.

Como señalan Errecalde, Pastore et al. (2015), el mapa actual de las instituciones que actúan en el sector es mucho más complejo y rico que en la década anterior, y se calcula que existen más de 1.500 entidades que desarrollan programas de microcréditos, superándose ya los 500 mil créditos otorgados en menos de una década. Esa variedad de entidades incluye organizaciones internacionales, bancos comerciales, organizaciones no gubernamentales dedicadas a las microfinanzas, organizaciones territoriales que desarrollan programas de microcrédito junto con otras actividades de promoción socioeconómica y comunitaria. En ese sentido se destacan dos programas públicos de la última década que tendieron a impulsar las actividades microcrediticias de este tipo de organizaciones.

Por una parte, en el año 2002 se creó, en el marco del Ministerio de Desarrollo Social, el programa denominado Banco Popular de la Buena Fe (BPBF), que entre dicho año y 2007 otorgó de manera descentralizada 23.000 créditos a unos 20.000 prestatarios (Errecalde, Pastore et al., 2015). Para este último período, el BPBF contaba con 65 organizaciones regionales de coordinación y 443 organizaciones locales que desarrollaban programas de microcrédito en todo el país. La mayoría de estas organizaciones locales se formaron en el proceso de eclosión de la crisis socioeconómica argentina –el 61 % lo hizo desde el año 2000 en adelante– y despliegan esta actividad de manera complementaria a otras funciones de promoción socioeconómica, tales como promoción social, educación y capacitación, promoción laboral, cultural y de salud.

Por otra parte, en el año 2006 se promulgó la Ley de Promoción del Microcrédito, mediante la cual se creó un programa específico con un fondo nacional de unos 100 millones de pesos, para apoyar programas de microcrédito desarrollados por entidades sin fines de lucro que colaboran con el desarrollo de las políticas sociales y se asocian en consorcios o redes territoriales para implementar los fondos otorgados. Estos últimos se aplican a la capitalización de las instituciones adheridas, subsidiándose total o parcialmente la tasa de interés y los gastos operativos y de asistencia técnica. Las organizaciones también se encuentran eximidas de cargas fiscales tales como el impuesto a las ganancias o al valor agregado. Un elemento interesante, desde el punto de vista de la convergencia organizativa, es que las organizaciones que se postulan para acceder a estos fondos deben asociarse entre sí desde una perspectiva territorial, ya sea en redes de microcrédito –cuando no participan organismos del Estado–, o bien, en consorcios –cuando además de las entidades no gubernamentales también las integran los gobiernos locales o provinciales (Errecalde, Pastore et al., 2015).


Emprendimientos asociativos y empresas sociales

En los últimos años emergieron también prácticas socioeconómicas de carácter asociativo o comunitario que contribuyeron a la creación de nuevas formas organizativas o a la reconfiguración de las preexistentes y de este modo se pasó a desarrollar actividades económicas orientadas a la integración social en distintos territorios y comunidades. En términos sintéticos, puede decirse que emergieron dos tipos de iniciativas asociativas en las comunidades locales.

  • Por una parte, aquellas orientadas a la inclusión social de colectivos en situación de extrema vulnerabilidad sociolaboral, tales como personas con problemas estructurales de inserción laboral, jóvenes en proceso de recuperación de adicciones, personas en situación de calle, exconvictos, personas con discapacidad física, usuarios de servicios psiquiátricos y de salud mental, etcétera.

  • Por otra parte, aquellas iniciativas socioeconómicas que buscan dar nuevas respuestas a las necesidades sociales emergentes –en particular las de las comunidades populares– en alimentación, salud, educación, cultura o problemas socioambientales.
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Bajo la denominación “cooperativas sociales” o “empresas sociales”, estas experiencias muestran una dinámica emergente de interés y potencialidad, a pesar de que aún no cuentan con legislación específica de cooperación social, como sí sucede en otros países del mundo. Tal es el caso pionero de Italia y otros, más recientes y cercanos, como los de Brasil o Uruguay.

Las empresas sociales son estrategias organizativas que buscan contribuir al bienestar social de las comunidades desarrollando espacios socioeconómicos de integración y de potenciación de capacidades. Su especificidad radica en la integración de personas vulnerables, afectadas por diferentes problemáticas sociales (desempleo, discapacidad física o mental, adicciones, etc.).

Las cooperativas o empresas sociales buscan transformar en sujetos activos, dotados de autonomía y creatividad, a quienes tradicionalmente se les ha tratado como personas sin capacidad, sujetos de asistencialismo o dependencia institucional (Errecalde, Pastore, et al., 2015).

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El caso de la cooperativa “La Huella”

Imagen institucional del la Cooperativa La huella


"La Huella" es una empresa social que funciona en el hospital de salud mental Borda (Buenos Aires) y es gestionada por sus pacientes.

La cooperativa realiza trabajos de carpintería y diseño de muebles, fundamentalmente a partir de materiales reciclados.

En el video La Huella. Empresa social se detalla: “Creamos valor desde materiales reciclados que reviven en muebles y objetos con belleza e identidad. Cada pieza es única e irrepetible. Nuestra intención es dejar una huella en cada espacio, en cada lugar. Somos una empresa social y nuestro objetivo principal es la integración sociolaboral de usuarios del sistema de salud mental, mediante un modelo autónomo de trabajo colectivo, incorporando diseño y cuidado del medioambiente”.

Dos personas están trabajando con maderas y herramientas en un patio al aire libre.

Audiovisual
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Video La Huella. Empresa social. Producido por EPA (Equipo de Producciones Audiovisuales). Observatorio del Sur de la ESS, Programa CREES, Universidad Nacional de Quilmes (duración: 00:05:22).

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Asimismo, pueden consultar el artículo: “La Huella, una cooperativa de trabajo que lucha por la integración social y laboral dentro del Hospital Borda”, Infobae, 13 de agosto de 2019. Disponible en: https://www.infobae.com/sociedad/solidaridad/2019/08/13/la-huella-una-cooperativa-de-trabajo-que-lucha-por-la-integracion-social-y-laboral-dentro-del-hospital-borda/

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Actividad 3.5.
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Con relación al último tema desarrollado en este apartado, “Emprendimientos asociativos y empresas sociales”, indagar y responder las preguntas presentadas en las actividades siguientes:

  1. De acuerdo con los materiales propuestos acerca del caso de la Cooperativa La Huella y otros que pueda encontrar en la Web: ¿cuáles son las particularidades de este tipo de experiencias de la ESS? ¿Se le ocurre algún otro caso o una experiencia similar? ¿Cuál o cuáles? ¿De dónde surge esta trayectoria empírica? ¿Qué tipos de acompañamientos y de asistencia técnica pueden requerirse de profesionales del campo de la economía y la administración?

  2. Realice un rastreo en Internet para encontrar otra experiencia que se encuadra dentro de las empresas sociales, la revista Hecho en BS. AS., y responda: ¿cuándo surge la experiencia? ¿Con qué tipo de población trabaja? ¿Qué otros servicios presta a sus trabajadores? ¿Qué aspectos de interés puede destacar de su larga trayectoria?

  3. También puede reflexionar sobre las siguientes cuestiones y compartirlas en un foro de la clase: ¿el concepto de empresa refiere ineludiblemente a la empresa capitalista (con fines de lucro) o existen otras formas de empresa? En este marco, ¿qué lugar ocupa el trabajo y qué modalidades puede asumir en diversas formas organizativas y prácticas económicas?

3.5. Cierre de la unidad

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En esta unidad, respondiendo a las preguntas que planteamos en la introducción, hemos problematizado qué entendemos por lo económico, para lo cual revisamos la distinción entre la definición formal y sustantiva de la economía, así como los diversos principios y lógicas de integración económica que coexisten dentro de lo que llamamos economía plural. También, hemos abordado diversas definiciones, enfoques, trayectorias empíricas y ejemplos concretos de la economía popular, la economía social histórica y la economía social y solidaria, marcando los diversos contextos de emergencia y/o resurgimiento de estas formas de economía alternativas a la lógica del capital, vinculados a la crisis de la sociedad salarial y el Estado de bienestar, pero también a posicionamientos políticos y simbólicos orientados a la transformación social de las condiciones capitalistas de producción, trabajo y existencia.

Así, por un lado, como hemos visto, el cooperativismo y el mutualismo vienen desarrollando experiencias exitosas desde hace más de 100 años en nuestro país y en el mundo, abarcando diversos sectores económicos como la producción de bienes y de servicios públicos, agropecuarios, de ahorro y crédito, de consumo, trabajo, vivienda y salud, entre otros.

Por otra parte, en las últimas décadas, tanto en nuestro país como en otros de América Latina y Europa, es destacable la expansión de iniciativas y experiencias socioeconómicas innovadoras, así como la creciente diversidad de trayectorias empíricas que conforman la economía popular, social y solidaria, las que se han desarrollado e incrementado tanto en cantidad como en complejidad, aumentando también la densidad de actores y vinculaciones con organizaciones e instituciones de apoyo.

Nos interesa resaltar aquí la centralidad del trabajo en las diversas trayectorias de la economía social, solidaria y popular, en tanto concepto y práctica organizadora de las iniciativas y de los sujetos que las integran. A diferencia del empleo asalariado, donde el trabajo se ve subsumido bajo la lógica y dirección del capital y/o empleador, en el campo de la ESS y de la EP las y los trabajadores se constituyen desde el trabajo asociativo, autogestivo y solidario, lo cual implica importantes reposicionamientos subjetivos, vinculares y organizativos, así como considerables desafíos de gestión en el ámbito productivo, comercial, administrativo, contable, logístico y comunicacional, entre otros.

En este sentido, si bien son numerosos los avances realizados, queda mucho camino por recorrer hacia la construcción de senderos de sostenibilidad de las experiencias de la ESS y la EP, considerando una sostenibilidad no solamente económica sino ampliada, que incluye también las condiciones de trabajo y seguridad social, la sostenibilidad ambiental, la gestión participativa y democrática al interior de las organizaciones, así como una mayor y mejor vinculación tanto con los territorios y comunidades de inserción como con los y las consumidores organizados. Es necesario también articular la diversidad de experiencias socioeconómicas existentes en estrategias de desarrollo asociativo, que permitan sortear las limitaciones de escala productiva, la falta de capital de trabajo, las dificultades de acceso a mercados de mayor valor agregado, el escaso poder de compra individual, así como la incorporación y la generación de innovaciones tecnológicas. Es deseable por ello avanzar en el desarrollo de canales de comercialización y mercados solidarios, con el objetivo de mejorar la inserción mercantil de los emprendimientos, para ganar en escala y regularidad de ventas o captar nuevos segmentos de consumo.

De allí que, como hemos señalado en la introducción de nuestra carpeta, resulta de suma importancia que las y los profesionales de las ciencias económicas y la administración, de manera interdisciplinaria junto a profesionales de otras áreas, conozcan las particularidades del sector y cuenten con herramientas conceptuales y técnicas que les permitan desarrollarse en la atención, acompañamiento y promoción de las distintas iniciativas asociativas y solidarias existentes.

Para ello las y los invitamos a seguir profundizando y formándose en este apasionante e innovador campo de pensamiento y acción, desde el cual se propone que el trabajo y la dignidad de las personas, el desarrollo sociocomunitario y el desarrollo local-territorial, así como el cuidado del ambiente, puedan guiar la construcción de empresas inclusivas y solidarias, a la vez que crecientemente sostenibles.

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Actividad 3.6.
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Actividad de cierre de la unidad. Investigación didáctica de experienciasterritoriales

En grupos de entre 4 y 6 estudiantes y de acuerdo con el/la docente del curso, proponer un área geográfica (barrio, municipio, región y/o provincia) e identificar:

  • Al menos una iniciativa de la economía social histórica (cooperativa o mutual).

  • Al menos una iniciativa de la economía popular o la economía solidaria.

En cada caso detallar:

  • Nombre de la experiencia

  • Tipo de organización

  • Campo de economía de la que forma parte (ES, ESS, EP); justificar su respuesta.

  • Año de inicio

  • Producto o servicio principal que provee

  • Zona o territorio de influencia

  • Cantidad estimada de miembros (si es posible, señalar cantidad por género o grupos etarios)

  • Página web o datos de contacto

  • Otras observaciones que quieran agregar

  • Imágenes o logo de la iniciativa

Nota: Se sugiere armar los grupos a través de un foro virtual con el criterio de proximidad territorial. También ampliar o achicar el recorte territorial propuesto según la conformación del grupo y la mayor o menor existencia de experiencias de la ESS y EP en el mismo.

Para la investigación pueden indagar a través de páginas virtuales o, de ser posible, a partir de un contacto con la experiencia y breve entrevista a los miembros/referentes. Una herramienta de valor que pueden utilizar es la ESSApp, https://www.essapp.coop/, aplicación donde se encuentran mapeadas más de 3.000 organizaciones de la ESS de Argentina.

Los resultados del trabajo serán presentados como tarea del grupo y en un foro de síntesis y puesta en común de las experiencias identificadas.

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La ESSApp es una aplicación web disponible para dispositivos móviles desarrollada por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC) junto con la Universidad Nacional de Quilmes, en particular la Incubadora de Tecnologías Sociales y docentes investigadores del Área de Economía Social del DEyA, y la cooperativa de comunicación Huvaiti. En la misma pueden buscar organizaciones y experiencias de la economía social y solidaria: cooperativas, medios comunitarios, centros culturales, ferias, emprendimientos, comercializadoras, mercados territoriales, entre otras.

Pueden acceder a ESSApp desde la aplicación móvil disponible en el Play Store y el App Store, así como también a través de la página web https://www.essapp.coop/

Logotipo de la Herramienta de Innovación Social ESSApp.

3.6. Recapitulación del recorrido por nuestro material didáctico

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Para dar fin a nuestro material, queremos realizar una breve síntesis de los contenidos desarrollados a lo largo de las tres unidades, y ofrecer algunas reflexiones que los atraviesan.

En nuestra primera unidad, hemos presentado una introducción al concepto de trabajo y una mirada histórica sobre cómo se lo ha concebido en diversas culturas y períodos, identificando algunos procesos históricos fundamentales que dieron lugar a transformaciones del mundo del trabajo y la producción, así como a la llamada cuestión social.

En este camino, hemos identificado algunas características del trabajo en las formaciones sociales precapitalistas, el esclavismo y la servidumbre, para analizar luego el proceso de transición hacia la gran industria en la sociedad capitalista. Señalamos también que en el período que va desde la Edad Media hasta casi finales del siglo XVIII la organización productiva urbana giraba en torno al taller artesanal, y que a partir de un lento y complejo proceso histórico los artesanos fueron dando lugar a los obreros asalariados, que se empleaban en la creciente industria.

Nos hemos centrado luego en el siglo XX, particularmente en las configuraciones que adoptaron el proceso de trabajo y de producción en los dos grandes períodos estudiados, el fordismo-taylorismo (1920-1970) y el posfordismo o de acumulación flexible (posterior a la crisis mundial de los años 70), el cual se constituye en un nuevo paradigma productivo, dominante hasta la actualidad. Asimismo, analizamos dichos cambios en el contexto de diversos procesos y transformaciones sociohistóricas a nivel mundial. Entre ellos, la crisis de los años 70 y el agotamiento del modelo fordista-taylorista, que dieron paso al período de acumulación flexible, el cual se vio configurado por el debilitamiento de los Estados nacionales, la fragmentación, segmentación y achicamiento de los mercados, y por el aumento de las disputas competitivas entre potencias y empresas trasnacionales.

En la Unidad 2 hemos estudiado la reconfiguración laboral a partir de la década de 1970 hasta la actualidad, puntualizando sobre los principales conceptos vinculados al mercado de trabajo: trabajo asalariado, empleo, desempleo, tercerización, autoempleo, trabajo precario e informal. Buscamos identificar las nuevas formas de trabajo y empleo en el contexto presente, a partir de las modificaciones introducidas en la relación salarial. Tal como lo abordamos tanto en la Unidad 1 como en la 2, la crisis de la sociedad salarial dio lugar a diversas formas de flexibilidad laboral, subcontratación y precarización del tra bajo, así como de tercerización y deslocalización de la producción. Estas condiciones se han visto facilitadas por la introducción de nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y por la conformación de un mercado mundial cada vez más globalizado; a su vez, han incidido los crecientes niveles de desempleo estructural, pobreza y desigualdad social, en el marco de un avance de modelos y políticas neoliberales de escala mundial.

A partir de dicha crisis se produce, con distintos matices y ritmos según los contextos geográficos y sociopolíticos, el desmantelamiento de los derechos conquistados por las y los trabajadores en el período anterior, mientras que la flexibilidad laboral se convierte en una de las categorías centrales del nuevo período. Esta se relaciona con la capacidad de las empresas para disponer de mano de obra, a la que consideran una variable de ajuste de los costos productivos, de acuerdo con la demanda cambiante de los mercados y las mayores disputas competitivas del período. Más aún, en un contexto de altos niveles de desempleo, el cual se convierte en estructural desde los años 70 y 80, las empresas disponen de normativas que les permiten modalidades de contratación y gestión de la fuerza de trabajo adecuadas a sus requerimientos de flexibilidad, redundando en mayores niveles de precariedad laboral.

También en la Unidad 2 hemos indagado el mercado de trabajo de las últimas décadas haciendo hincapié en las particularidades de Argentina y América Latina, y nos abocamos con mayor detalle a las problemáticas, perspectivas analíticas y propuestas de acción en relación con el lugar que ocupan las mujeres y las y los jóvenes en el mercado laboral, en tanto poblaciones que presentan mayores vulnerabilidades en este sentido.

Por último, en la Unidad 3, hemos examinado diversos enfoques conceptuales, trayectorias empíricas y ejemplos prácticos de iniciativas, experiencias y organizaciones que conforman la economía social y solidaria (ESS), las cuales (re)emergen desde fines del siglo pasado y comienzos del XXI como consecuencia y respuesta a las transformaciones sociales y del mundo del trabajo aludidas. Abordamos el conocimiento de la ESS como un campo plural y heterogéneo en el que convergen la economía social histórica (cooperativas y mutuales), la economía solidaria más reciente y la economía popular (EP). Describimos también los diversos contextos de emergencia y/o resurgimiento de estas formas de economía alternativas a la lógica del capital, dando cuenta de su creciente expansión, complejidad y mayor visibilidad en las últimas décadas, tanto en nuestro país como en otros de América Latina y otras regiones a nivel mundial. Vinculamos dicha expansión a la crisis de la sociedad salarial y el Estado de bienestar, pero también a posicionamientos políticos y simbólicos orientados a la transformación social de las condiciones capitalistas de producción, trabajo y existencia, así como a la búsqueda de formas alternativas e innovadoras de organización económica y social.

También en esta unidad hemos problematizado nuestra comprensión de “lo económico”, ampliando su definición desde una perspectiva sustantiva de lo económico vinculada a la satisfacción de las necesidades sociales y la reproducción de la vida, y desde el reconocimiento de la existencia de una economía plural, que implica la coexistencia, no sin tensiones, de diversos principios, lógicas y formas de integración y organización socioeconómica. Al respecto, resaltamos la importancia para las y los profesionales de las Ciencias Económicas y la Administración, en el marco de un campo interdisciplinario más amplio, de reconocer y profundizar en las particularidades de estas diversas lógicas y experiencias existentes con el objeto de poder abordar en términos conceptuales, herramentales y empíricos, una realidad socioeconómica dinámica y compleja que caracteriza a las sociedades contemporáneas, y en particular a las transformaciones del mundo del trabajo y la producción.

En este largo recorrido, resulta importante destacar algunas ideas claves para pensar el trabajo en la actualidad, y sumar algunas reflexiones que sirvan de puente entre las diversas unidades y temáticas trabajadas.

Por un lado, el recorrido histórico realizado nos permite comprender la distinción fundamental entre trabajo y empleo, siendo el trabajo una categoría amplia que refiere a múltiples y diversas actividades humanas que realizan hombres y mujeres en diversos períodos históricos para satisfacer sus necesidades, incluido el trabajo reproductivo que hace posible la subsistencia diaria. El empleo, en cambio, alude a una categoría histórica particular vinculada a un período específico y acotado de las relaciones sociales, una forma histórica de trabajo que emerge en la época moderna y la sociedad capitalista, que se encuentra en crisis y transformación en la actualidad.

Por otra parte, y vinculado a lo anterior, nos hemos referido a la cuestión social en un sentido amplio, considerando el conjunto de problemáticas vinculadas a la tensión entre integración y desintegración en la sociedad moderna y las profundas transformaciones acontecidas en torno a la Revolución Industrial y el advenimiento del capitalismo hacia el siglo XVIII; mientras que con “nueva cuestión social” hemos hecho referencia a las transformaciones producidas en la relación salarial desde el último tercio del siglo XX.

En tercer lugar, resulta importante considerar que, en la práctica, podemos encontrar situaciones híbridas según los diversos contextos socioculturales y políticos. De manera más o menos aislada y/o combinada, hallamos formas actuales de trabajo esclavo (como puede ocurrir entre poblaciones migrantes), formas modernas de servidumbre (vinculadas por ejemplo a servicios personales o al trabajo agrícola y rural). También se combinan modos de producción que mantienen un régimen fordista-taylorista del trabajo y la producción (como en ciertos sectores de la agroindustria en América Latina), con la introducción de tecnologías (físicas u organizacionales) que incorporan algunos preceptos más o menos matizados del toyotismo, o, más en general, del modelo de acumulación flexible. Ello depende, en cada caso, de las condiciones políticas, económicas, culturales y sociales que hacen, por un lado, a la acumulación del capital, la regulación y control de los Estados, y por otro, a la correlación de fuerzas entre capital y trabajo, o, más en general, entre los poderes económico- políticos y el campo popular.

Asimismo, particularmente en América Latina, dada su heterogeneidad estructural (Prebisch, 1998 [1963]) y las fuertes condiciones de desigualdad socioeconómica y socioterritorial existentes, podemos encontrar al mismo tiempo y en el mismo rubro o sector la coexistencia de formas productivas y laborales diversas, con distintos grados de producción artesanal y/o niveles de introducción de tecnologías, y con diferentes formas de control y gestión del trabajo y la producción. En este sentido, resulta clave comprender que las diversas formas de organización del trabajo y de la producción que hemos estudiado, si bien han sido formas históricas dominantes en los diversos períodos y su implementación ha tenido cierta variabilidad y especificidad según las regiones y contextos, no pueden considerarse superadas, sino que se recombinan en la actualidad, dando lugar a experiencias híbridas en diversas sociedades, regiones y territorios.

Resulta de interés también recuperar la distinción realizada desde la perspectiva marxista, en la Unidad 1, entre proceso de trabajo y proceso de valorización del capital en la sociedad capitalista. Al respecto, hemos señalado que el proceso de producción bajo esta lógica debe ser considerado en su doble carácter, como proceso de trabajo que genera valores de uso y como proceso de valorización del capital, cuyo objetivo fundamental es la extracción de plusvalor. Hemos mostrado también que en la producción capitalista se da una primacía del proceso de valorización sobre el proceso de trabajo.

Por el contrario, desde las perspectivas conceptuales y experiencias prácticas de la ESS y la EP, en tanto alternativas a la economía del capital –aunque se encuentren aún insertas en el marco más amplio de la economía capitalista, lo que conlleva una coexistencia en tensión con esta–, la lógica y finalidad de estas prácticas socioeconómicas no se orientan a la acumulación de capital ni a la extracción de plusvalía (ya que no hay trabajo asalariado ni relación capitaltrabajo), sino a la producción de bienes y servicios destinados a la satisfacción de necesidades y a la reproducción ampliada de la vida. De allí que el proceso de trabajo y sus diversas formas de organización en este tipo de experiencias cobra una relevancia fundamental, implicando características propias y desafíos particulares. Por un lado, por tratarse de trabajo autogestivo (sin patrón), asociativo o cooperativo, este debe contemplar el desarrollo integral de las personas y el fortalecimiento de los vínculos sociolaborales, evitando la alienación y explotación laboral, todo lo cual requiere importantes procesos de aprendizaje y ampliación de capacidades de diverso tipo, e implica también importantes reposicionamientos subjetivos, organizativos y vinculares.

Por otro lado, las iniciativas de la ESS y la EP no excluyen la obtención de excedentes, pero esto no se traduce en una apropiación privada y en una ganancia del capital, sino que se busca la distribución de tales excedentes entre sus trabajadores y trabajadoras y/o su reinversión a través de procedimientos democráticos y colectivos, mayormente asamblearios. Tampoco excluyen de ningún modo la participación en el mercado; aunque, como hemos visto, se intenta la construcción de mercados alternativos y solidarios, es decir no regidos por la lógica del lucro y la ganancia sino por la satisfacción de las necesidades de todos y todas y la justa retribución por el trabajo realizado por cada uno/a. Asimismo, se propicia la cooperación y el intercambio más que la competencia entre cooperativas, empresas, unidades socioeconómicas y organizaciones de referencia. En este sentido, aún queda mucho por construir, innovar y desarrollar, ya que resulta clave destacar que, si las relaciones sociales y de propiedad cambian, también deben revolucionarse y reinventarse las formas de trabajo y producción. El desarrollo de estas transformaciones e innovaciones socioeconómicas, no obstante, implica importantes disputas sistémicas por recursos y regulaciones públicas que promuevan, acompañen y hagan sostenible dicho campo, teniendo en ello las universidades públicas, junto a otros actores institucionales y sociales, un rol fundamental.

Esperamos que el recorrido realizado les permita reflexionar con mayor profundidad sobre esta categoría central de la vida social y de las ciencias sociales, teniendo en cuenta que el trabajo, por un lado, constituye una fuente de poder, disputas, luchas, dominación y sometimiento de unos/as sobre otros/ as; pero que también resulta la actividad humana fundamental que nos permite (de diversos modos según los distintos espacio-tiempos) integrarnos socialmente, satisfacer necesidades fundamentales, así como desarrollar potencialidades humanas de creatividad, cambio y transformación.