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3. La producción de los datos en perspectiva cuantitativa

Objetivos

Que cada estudiante:

  • Se introduzca en el proceso de producción de datos cuantitativos desde las ciencias sociales y el campo educativo.

  • Identifique la relación entre problemáticas socioeducativas y propuestas de construcción de datos a partir de la operacionalización de conceptos, su pasaje a indicadores empíricos y la eventual construcción de índices.

  • Reconozca las posibilidades y los alcances de la encuesta como estrategia metodológica de construcción de datos.


3.1. Los datos como construcciones

El foco de esta unidad está puesto en la construcción de los datos en perspectiva cuantitativa. La idea de construcción se relaciona con la serie de decisiones –a la vez creativas, rigurosas y teóricamente fundadas– que implica el diseño de una investigación (según lo trabajado en la Unidad 2).

Ubicarse como alguien que eventualmente producirá conocimiento desde las herramientas del quehacer científico, o como una persona capaz de leer críticamente los resultados de informes de investigación o de estadísticas oficiales, implica conocer el proceso por el cual un conjunto de preguntas de investigación, procedimientos metodológicos y herramientas de aproximación sistemática a la realidad se convierten en datos.

Cabe entonces aquí proponer una reflexión introductoria sobre el carácter construido de los datos. Concebir los datos como construcciones no supone dotarlos de un carácter falso o imaginario, sino que se busca dar cuenta de la necesaria impronta teórica y de la serie de decisiones metodológicas que hacen pensable una porción de la realidad que se busca conocer.

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Cita
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El dato no es obtenido: el dato es producido, es gestado. Esa gestación requiere de maniobras teóricas y metodológicas que, si bien tienen la marca del sujeto o los sujetos involucrados en el proceso, no por ello son el resultado de caprichosas o arbitrarias decisiones, sino que cada acción realizada debe ser explicitada y justificada, quedando expuesta al debate, probablemente al cuestionamiento teórico y metodológico, y a la reconsideración por parte de quien la evalúe. 

(Cohen y Gómez Rojas, 2015: 11)


Como proceso a la vez teórico y empírico, la investigación social y educativa implica un pasaje desde una mirada conceptual hacia el relevo de información que requiere de una intervención intelectual para convertirse en un dato (ver más adelante en la Unidad 4, el subapartado 4.1.2 sobre el trabajo con los datos). Los datos aparecen, así, como el resultado de la aplicación de determinado abordaje teórico-metodológico para la medición de aquellos aspectos, características o variables que son de interés según el problema de investigación que se haya planteado.

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Lectura recomendada
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Cohen, N. y Gómez Rojas, G. (2015). Esa cosa llamada datos. Revista Latinoamericana de Metodología de la Investigación Social, (8), 10-18. http://relmis.com.ar/ojs/index.php/relmis/article/view/99/102


En los siguientes apartados abordaremos algunos conceptos y procedimientos para hacer posible ese pasaje entre un problema de investigación y la producción de información empírica ordenada en variables dentro de un enfoque cuantitativo de construcción de conocimiento.

3.1.1. Operacionalización: de los conceptos a los indicadores

En línea con lo ya planteado en la Unidad 2 (ver apartado 2.1), los conceptos son nuestras herramientas básicas a la hora de construir una perspectiva investigativa sobre algún aspecto problematizado de la realidad.

Los conceptos tienen la forma de abstracciones que nos permiten ordenar y guiar nuestra mirada sobre los hechos, prácticas o fenómenos sociales. El trabajo cotidiano en las instituciones educativas está cruzado por abstracciones teóricas más o menos específicas y compartidas, tales como los conceptos de trayectoria educativa, aprendizaje, trabajo docente, currículum, convivencia escolar, tecnología, gestión educativa, esfera pública, capital cultural, etcétera.

Sin embargo, a la hora de construir una trama investigativa que articule alguno de esos conceptos con un abordaje empírico de algún grupo de personas, una institución o un tipo de relación social, es necesario un pasaje que especifique definiciones, sentidos y formas concretas de observación de aquello que se quiere indagar. Es decir, se requerirá de un proceso de operacionalización.

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Leer con atención
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La operacionalización es el proceso a través del cual se construye un camino desde una conceptualización abstracta hacia indicadores empíricos observables y medibles. Es parte fundamental de cualquier abordaje investigativo desde las ciencias sociales y cobra un sentido aún más importante desde el enfoque cuantitativo y su trabajo con variables.


Un planteo destacado dentro de la investigación social ha sido el de Paul Lazarsfeld y su propuesta de trabajo con indicadores observables en línea con el proceso de operacionalización. Para Lazarsfeld (1973), la “medición” de objetos de conocimiento complejos suponía estos pasos:

  1. La representación imaginada del concepto.

  2. La especificación de las dimensiones.

  3. La elección de los indicadores observables.


 Finalmente, Lazarsfeld proponía como un eventual último paso: 

  1. La síntesis de los indicadores que constituyen los índices.

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    Figura 3.1
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    false
    Fuente: adaptado de Padua (2018: 37)

    ?
    Texto aparte
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    El lenguaje de las variables

    “Hoy es difícil recuperar el impacto revolucionario de esta formulación del carácter de la investigación social y sus fenómenos, pues el lenguaje de las variables se da por sentado en la investigación social empírica. Los avances del 'lenguaje de las variables' debieron mucho a la obra de Paul F. Lazarsfeld (1901-1976) y sus colegas. El propio Lazarsfeld fue participante ocasional en el Círculo de Viena antes de la segunda Guerra Mundial y su emigración a Estados Unidos. Lazarsfeld dedicó sus mayores esfuerzos a crear técnicas y diseños de investigación en el marco de la investigación, por ejemplo, de los efectos de los medios informativos y los determinantes de la votación en las elecciones, áreas ambas, en que realizó labor de pionero. Su obra fue inspirada en una concepción particular –aunque no exclusiva– de la ciencia, y de cómo esto podía hacer que la investigación social fuese más científica en su búsqueda de teorías con una base empírica adecuada.

    El concepto de variable tiene ya una larga tradición en matemáticas, estadísticas y –lo que es importante– lógica simbólica. En esencia, es una idea sencilla. Una variable, en oposición a una constante, puede variar en valor dentro de una gama de valores, aun si esto es sencillamente del orden de 0 a 1, en que 0 indica la ausencia de una variable, y 1 su presencia. El paso innovador consistió en utilizar esta idea como pivote en torno al cual podía girar toda una manera de pensar acerca de la investigación social. [...]

    Dicho brevemente, Lazarsfeld consideró que el proceso de investigación consistía en convertir conceptos en indicadores empíricos; es decir, indicadores basados en lo que es observable, registrable y mensurable de alguna manera objetiva".

    (Hughes y Sharrock, 1999: 118, 121)  


    Desde ese planteo, el primer paso de la operacionalización supone establecer una definición precisa del concepto sobre el que queremos trabajar y que está en la base del problema de investigación construido.

    Como segundo momento, se deberán definir las dimensiones de este concepto. Las dimensiones son usualmente ellas mismas otros conceptos, aunque incluidos lógicamente dentro del primero. Una dimensión puede pensarse como una faceta, un foco, un eje o bien un sentido más específico que clarifica cómo entendemos el concepto inicial. Un concepto contiene múltiples dimensiones y una dimensión puede tener a su vez múltiples indicadores.

    Como las dimensiones definidas todavía tienen un nivel de abstracción que le es propio, se requiere un nuevo paso de especificación que plantee indicadores observables, que permitan identificar en el terreno empírico el funcionamiento o presencia de esas dimensiones.

    Un modo de entender el pasaje entre las dimensiones y los indicadores empíricos es pensar en términos de variables. Las variables constituyen atributos, propiedades o características de los individuos (o unidades de análisis) de la población bajo estudio y son susceptibles de observación y medición.

    También cabe pensarlas como “recursos teóricos con los que abordamos las unidades de análisis para poder interpretarlas transformándolas en datos” (Cohen y Gómez Rojas, 2019: 19). Es decir, las variables operan como otras abstracciones conceptuales, aunque con un menor grado de generalidad y más próximas a características que solo podrán ser observables mediante algún procedimiento específico (como una pregunta cerrada en un cuestionario, un ítem en una prueba estandarizada o una pauta en una guía de observación). Para cada individuo, una variable adquirirá precisamente un valor cuantificable o categoría clasificatoria particular (ver más adelante la Unidad 4, subapartado 4.1.2).

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    Ejemplo
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    Lectura recomendada
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    Lazarsfeld, P. (1973). De los conceptos a los índices empíricos. En: R. Boudon y P. Lazarsfeld. Metodología de las ciencias sociales. Tomo I (pp. 89-102). Barcelona: Laia.

    Padua, J. (2018). El proceso de investigación. En: J. Padua (coord.). Técnicas de investigación aplicadas a las Ciencias Sociales (pp. 26-42). México: El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica.



3.1.2. La construcción de índices

En perspectiva cuantitativa, conceptos complejos y multidimensionales dentro del ámbito educativo, como los de inclusión educativa, nivel socioeconómico de los hogares, vulnerabilidad educativa u otros, no pueden ser representados de manera adecuada por un único indicador. Por ello, un corolario posible del proceso de operacionalización es la construcción de índices.

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Leer con atención
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Un índice es un indicador compuesto que sintetiza en un solo valor cuantitativo un concepto complejo y multidimensional. En su construcción se integran los valores de todos los indicadores considerados inicialmente para cada dimensión en un solo valor resumido.


 Entre las ventajas que se pueden derivar de la elaboración de índices o indicadores compuestos (OCDE y Unión Europea, 2008) podemos considerar las siguientes:

  • Facilita la interpretación en comparación con el análisis de un conjunto de indicadores separadamente.

  • Permite una comunicación clara con el público general o con públicos institucionales específicos.

  • Puede permitir comparaciones sincrónicas (por ejemplo, entre unidades de análisis o agrupamientos) y diacrónicas (por ejemplo, identificando tendencias en una brecha temporal).

  • Según se agrupen los valores del índice definido, se pueden generar tipologías dentro de un espectro de rangos numéricos (por ejemplo, una clasificación de “bajo”, “medio” y “alto” u otra similar).


La construcción de un índice supone un camino derivado del proceso de operacionalización: la definición precisa del concepto, la selección de las variables e indicadores y, finalmente, la asignación de un valor a cada indicador para definir su contribución al valor total del índice.

Los índices pueden derivarse de una sumatoria simple que otorgue una proporción igual a cada indicador dentro del valor final o pueden construirse de manera ponderada (Padua, 2018). La ponderación consiste en asignarle un peso diferencial a cada indicador o a las dimensiones que los contienen, sobre la base de una justificación (que puede ser teórica, derivada del análisis estadístico de los factores implicados, o construida a partir de la consulta participativa a actores claves) que define que un conjunto específico de indicadores o dimensiones tendrá más peso dentro de la definición total del índice.

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Ejemplo
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Lectura recomendada
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Remitimos a algunos documentos que dan cuenta de la elaboración de índices en ámbitos de definición de políticas o para el trabajo en las instituciones educativas:

Beccaria, L. y Giacometti, M. (2017). Aprender 2016: Medición del Nivel Socioeconómico. Serie de documentos técnicos N° 4. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación, Secretaría de Evaluación Educativa. https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/nivel_socioeconomico.pdf

Booth, M. y Ainscow, M. (2000). Índice de inclusión. Desarrollando el aprendizaje y la participación en las escuelas. Bristol: UNESCO / CSIE. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000138159

Con, M., Catalá, S. y Lentini, L. (2009). Índice de vulnerabilidad educativa (IVE). Documento metodológico. Buenos Aires: GCBA, Ministerio de Educación. https://buenosaires.gob.ar/areas/educacion/dirinv/pdf/ive.pdf

Ministerio de Educación de la Nación (2015). Índice de Mejora de la Educación Secundaria Argentina - IMESA. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación. http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL005526

Unidad de Evaluación Integral de la Calidad y Equidad Educativa - UEICEE (2021). Índices de Situación Socioeconómica de los alumnos en escuelas primarias y secundarias (ISSAP/ISSAS) de la Ciudad de Buenos Aires. Documento metodológico 2021. Buenos Aires: GCBA. https://buenosaires.gob.ar/sites/default/files/2023-11/Documento%20metodol%C3%B3gico%20ISSAP%20ISSAS.pdf


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Actividad 3.1
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  1. Realice una lectura exploratoria de la bibliografía incluida en la “Lectura recomendada” sobre índices educativos.

  2. Elija uno y reseñe dimensiones, variables y formas de ponderación.

  3. Evalúe su posible utilidad en ámbitos educativos (elaboración de políticas educativas, gestión de instituciones escolares, trabajo en el aula, etc.).



3.2. La encuesta como estrategia de construcción de datos

En el contexto de la producción de conocimiento desde la investigación social en perspectiva cuantitativa, la encuesta es la estrategia metodológica más prominente.

A la hora de diseñar una estrategia de encuesta, Oppenheim (1992) señala tres elementos fundamentales vinculados con el diseño del quehacer investigativo:

Desde la propia definición del problema de investigación se deberán decidir las variables relevantes, pertinentes y válidas (basándose en el proceso de operacionalización), los tipos de respuestas que serán requeridas, así como las posibles hipótesis que se buscará contrastar.
Esto refiere a la definición precisa de los criterios que deben cumplir las unidades de análisis para estar incluidas en la muestra. El acceso efectivo, la representatividad y la protección del anonimato y la confidencialidad son también otros de los criterios a tomar en cuenta en este punto.
Según el tipo de encuesta que se defina (ver el subapartado 3.2.1 más adelante) deberá considerarse la posibilidad efectiva de realizar el trabajo de campo –es decir, de toma de las encuestas– en función de los recursos humanos necesarios y la disponibilidad de tiempo. Entre los recursos a considerar, están la convocatoria a equipos de encuestadores y su capacitación para la tarea específica, la tecnología requerida (digital o impresa), el seguimiento del trabajo de campo y el tipo de personas involucradas en la instancia de carga de datos y luego en su procesamiento estadístico.

 

En una línea coherente con un modo de concebir la realidad social y los modos válidos de acercarse científicamente a su conocimiento (según lo trabajado en la Unidad 1, apartado 1.2), la encuesta ofrece una serie de posibilidades:

  • Permite aplicar el cuestionario definido en una única instancia de trabajo de campo, a modo de “fotografía” del presente en el momento de la toma de la encuesta. Asimismo, esto podría resultar más eficiente y menos costoso que una larga presencia en el espacio social que es objeto de indagación. Las encuestas reúnen las respuestas de las unidades de análisis en un punto temporal particular con el propósito de describir un conjunto de condiciones existentes, o de determinar la relación que puede existir entre características, eventos o prácticas específicas de la población que hayamos definido en nuestro recorte del problema de investigación.
  • En general (aunque no de manera excluyente), una encuesta busca el relevo de información a gran escala en lugar de trabajar con muestras pequeñas; esto puede incluir el trabajo en territorios amplios. Según el tipo de muestreo, los resultados relevados permitirán derivar generalizaciones desde la muestra a toda la población bajo estudio. Esto no quiere decir que se no pueda llevar a cabo en una escala de alcance más pequeña (por su tamaño o su alcance territorial o espacial), pero su capacidad generalizadora de resultados sí tendrá un límite (sobre la base del tipo de recorte muestral definido, según lo ya planteado en la Unidad 2, apartado 2.2).
  • Releva información estandarizada a partir de la operacionalización de las variables de interés y mediante la aplicación del mismo instrumento y preguntas a todos los participantes de la muestra. Permite así generar de manera sistemática y estructurada datos tanto numéricos como categóricos, que pueden ser procesados estadísticamente. Como herramienta estructurada para la construcción de datos, un mismo instrumento de encuesta aplicado eventualmente en otra instancia de trabajo de campo también permitirá hacer comparaciones a lo largo del tiempo o entre grupos.

Ahora bien, llevar a cabo una encuesta puede encontrar también algunas desventajas previsibles en su diseño y aplicación. Algunos “errores” comunes, resumidos por Cea D’Ancona (1996), se listan a continuación.

Refiere a la forma de construcción de la muestra (según lo ya visto en la Unidad 2, subapartado 2.2.2) y la no consideración de algún aspecto sobre el cálculo del tamaño muestral necesario (especialmente para las muestras probabilísticas), la elección de los individuos que la conforman y la representación de la heterogeneidad de la población bajo estudio.
Vinculado al primer error, refiere a un sesgo o una falta de contemplación de todos los individuos que formarían la población de interés y desde donde se construiría la muestra.
Una proporción alta de no respuestas (a todo el instrumento o a un gran parte del cuestionario) puede entorpecer el análisis posterior de los datos. Deberían evaluarse las razones y su eventual relación con fallas del cuestionario, el acceso al trabajo de campo (es decir, la propia toma de encuesta) o alguna característica de las personas respondentes que no se consideró previamente a la hora de diseñar la encuesta.
Esto hace a la evaluación de la validez del cuestionario (ver más adelante el texto destacado sobre la validez y la confiabilidad) y el vínculo efectivo de cada una de las preguntas con aquello que se quiere indagar. También pueden influir intervenciones sesgadas de la persona encuestadora que interfieren en la aplicación del cuestionario estructurado, o reacciones adversas a la situación de encuesta (por rechazo, desinterés, desmotivación o falta de tiempo) por parte de quien responde.

 

En estos elementos puede verse que la estrategia de encuesta es más amplia que la mera aplicación de un instrumento. Supone un conjunto de decisiones metodológicas que van desde la construcción del problema de investigación y el tipo de muestra, hasta la concreción de un cuestionario que materialice un modo de operacionalizar aquello que se quiere medir o indagar.

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Texto aparte
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Sondeos de opinión

En una lectura crítica de las encuestas –también denominadas sondeos– de opinión pública, el sociólogo Pierre Bourdieu (1992) identificó tres supuestos que subyacen en el diseño e implementación de una encuesta, como modo de advertencia sobre los resultados de los estudios sobre opiniones de temas políticos o sociales coyunturales:

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Cita

Quisiera precisar de antemano que mi propósito no es denunciar de manera fácil y mecánica los sondeos de opinión, sino proceder a un análisis riguroso de su funcionamiento y de sus funciones, lo cual supone poner en cuestión los tres postulados que implícitamente ellos suscriben. Cualquier encuesta de opinión supone que todo el mundo puede tener una opinión; o dicho de otra manera, que la producción de una opinión está al alcance de todos. A riesgo de chocar con un sentimiento ingenuamente democrático, yo cuestionaré este primer supuesto. Segundo postulado: se supone que todas las opiniones valen igual. Pienso que se puede demostrar que ello para nada es así, y que ir sumando opiniones que no tienen en modo alguno la misma fuerza real conduce a producir artificios desprovistos de sentido. Tercer postulado implícito: en el simple hecho de hacer la misma pregunta a todo el mundo está implicada la hipótesis que hay un consenso sobre los problemas; en otras palabras, que hay acuerdo sobre las preguntas que merecen hacerse. 

(Bourdieu, 1992: 301)


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Lectura obligatoria
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Marradi, A., Archenti, N. y Piovani, J. (2012). El sondeo. En: Metodología de las ciencias sociales (pp. 179-190). Buenos Aires: Cengage Learning.


3.2.1. El diseño y la aplicación de una encuesta

Por su modo de aproximarse a las personas o grupos que son objeto de estudio, algunos autores como Saltalamacchia (2014) se refieren a la encuesta como una entrevista estructurada.

Ya sea que se enfoque en un grupo o población a gran escala, o en una muestra pequeña, el relevamiento de datos de una encuesta podrá darse en alguna de las siguientes modalidades.

Con una persona encuestadora que lee oralmente la introducción y las preguntas del cuestionario a las personas respondentes. La persona que toma la encuesta es quien completa el cuestionario en papel en función de las respuestas recibidas. Debe marcar las opciones cerradas o bien tomar nota en el cuestionario de las respuestas abiertas. También existe la posibilidad de trabajar con un cuestionario digital en algún dispositivo tecnológico (como un teléfono celular, una tablet o similar) en lo que se denomina como entrevistas personales asistidas por computadora (o CAPI, por la sigla en inglés de Computer Assisted Personal Interviewing).
Mediante una persona que lee las preguntas y completa las respuestas, o con una grabación automatizada que lee las preguntas cerradas y la persona respondente señala sus opciones presionando el teclado numérico de su teléfono.
Puede ser con presencia de la persona encuestadora, cuyo rol será el de ofrecer instrucciones, aclarar dudas que pudieran emerger (sin orientar las respuestas) y/o recibir los cuestionarios completados. Esto puede garantizar asimismo una mayor proporción de respuestas completas. O la encuesta autoadministrada puede ser a través de la entrega del cuestionario (en papel o mediante un enlace a completar en líneaN) y las personas encuestadas lo completan de manera autónoma sin la presencia de la persona encuestadora. Esto permite asimismo que le dediquen el tiempo necesario y no sientan la presión o la influencia que pudiera generarles la presencia de un encuestador/a

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Leer con atención
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En la elaboración de un instrumento de construcción de datos dentro de una estrategia de encuesta, se debe poner el acento en dos criterios fundamentales: su validez y su confiabilidad.

La validez puede entenderse como “la concordancia entre lo medido y lo que se desea medir” (Cohen y Gómez Rojas, 2019: 146). Esto quiere decir que, dado un instrumento de relevamiento de datos, cada uno de los indicadores debería dar cuenta efectivamente del concepto que se quiere medir (y no de cualquier otro elemento que esté por fuera de los objetivos de investigación planteados).

La confiabilidad remite a la posibilidad de obtener los mismos valores si se reprodujera el mismo proceso de investigación con el mismo instrumento. Se puede pensar así que un instrumento de relevamiento de datos será confiable “si cada vez que producimos datos [...], en el relevamiento de información y en el procesamiento se obtendrá el mismo resultado” (Cohen y Gómez Rojas, 2019: 146). Este criterio nos garantiza que el instrumento funciona en sí mismo y que no han interferido sesgos durante la toma de encuestas o durante su procesamiento y análisis.


El cuestionario

En tanto estrategia metodológica, la encuesta se materializa en un instrumento concreto: el cuestionario

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Leer con atención
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Lejos de ser un formulario burocrático o un listado casual de preguntas sin criterio, el cuestionario debe pensarse como el instrumento concreto de relevamiento de datos dentro de una estrategia de encuesta. Sin la aplicación de ese cuestionario, la medición de aquello que se quiere indagar y la operacionalización en la que se apoya no podrían llegar a buen puerto.


El cuestionario representa –mediante un riguroso y necesario proceso de operacionalización– un modo creativo de construir un puente coherente entre la abstracción conceptual que fundamenta nuestro problema de investigación y el trabajo sobre el terreno empírico hecho de condiciones, características, eventos y prácticas sociales, así como de actitudes, opiniones, representaciones sociales, creencias, etc., de las personas a (o con) quienes se investiga.

Al estructurar el trabajo de campo propio de la toma de encuestas, el cuestionario también permite sistematizar la carga posterior de las respuestas o su compilación digital en una matriz de datos (ver más adelante la Unidad 4, subapartado 4.1.2). Allí estará la base robusta para la etapa posterior de análisis estadístico de los datos, por lo que cobra mucha relevancia la atención a esta etapa previa de relevamiento de la información y los instrumentos de construcción de los datos.

El cuestionario se presenta a las personas encuestadas con una breve introducción (a veces en la forma de una carta) que le da marco a la encuesta. Allí se puede presentar el anclaje institucional desde el que se realiza el estudio (a la vez que permite otorgarle legitimidad y autoridad), sus objetivos e importancia. Y también alguna mención breve a consideraciones éticas sobre el consentimiento voluntario, el tratamiento confidencial de la información y su procesamiento estadístico. Este texto introductorio busca asimismo generar un compromiso efectivo con la encuesta y garantizar una proporción alta de respuestas completas.

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Texto aparte
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Confidencialidad y confiabilidad

El carácter confidencial y anónimo de las respuestas a una encuesta es parte de los requisitos que garantizan su confiabilidad. Constituye asimismo un apoyo para que las personas respondan con la mayor veracidad posible sabiendo que su respuesta no será singularizada, sino analizada dentro de un conjunto de datos generales. En este sentido, el marco normativo a considerar en la etapa de relevamiento de información, construcción de datos y difusión de los resultados puede contemplar el apoyo en:



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Ejemplo
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En algunos casos es posible tomar o adaptar el cuestionario de otras investigaciones. Pero es fundamental asegurarse de que funcionará dentro de nuestro problema de investigación y con la población bajo estudio.

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Leer con atención
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Si bien la encuesta supone un abordaje altamente estructurado de la investigación en su etapa de relevamiento empírico, no debería dejarse de considerar que las personas que responden un cuestionario no son proveedoras pasivas de información, sino que son los sujetos mismos de la investigación que se desarrolla y cuyas perspectivas subjetivas o características sociales se busca relevar.

Por ello, la formulación de las preguntas deberá considerar las características de la población a la que se dirigen y las condiciones propias en las que se responderá el cuestionario.


La prueba piloto y el trabajo de campo

Como parte del proceso de construcción de un cuestionario, se requiere de una instancia de prueba piloto. Aunque implica una ampliación de los tiempos y costos materiales, la prueba piloto amerita llevarse a cabo para asegurar una entrada definitiva al trabajo de campo que sea óptima, o al menos con la menor cantidad de errores.

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Cita
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En principio, casi todo sobre una encuesta puede y debe ser piloteado, desde el método detallado de construcción de la muestra hasta el tipo de papel en el que los encuestadores tendrán que escribir (¿es muy absorbente o demasiado áspero?), pues casi cualquier cosa que pudiera salir mal, ¡saldrá mal!

(Oppenheim, 1992: 38)


Una prueba piloto resulta entonces necesaria y útil para revisar los múltiples aspectos incluidos en la estrategia de encuesta:

  • La comprensión, claridad y pertinencia de la introducción al cuestionario.

  • El vocabulario de las preguntas: su claridad y precisión, su vínculo con el léxico propio de la población bajo estudio y sus posibles sesgos o malinterpretaciones.

  • Las opciones de respuestas cerradas: su exhaustividad y mutua exclusión (si correspondiera); su adecuación a las variables que se indagan.

  • Las instrucciones y clarificaciones para quien responde y también para la persona encuestadora (en los casos de encuestas cara a cara).

  • La secuencia ordenada de las preguntas, su progresión temática, su organización en bloques y también su numeración.

  • El diseño del cuestionario en términos de distribución gráfica, accesibilidad, tipo de letra, pasaje entre preguntas filtro, etcétera.

  • Los materiales necesarios y su adecuación a la población bajo estudio (sea en papel o en formato digital).

  • La extensión total del cuestionario y el eventual cansancio o rechazo de quien responde.

  • El acceso efectivo al trabajo de campo según la muestra construida.

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    Lectura obligatoria
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    Cea D'Ancona, MM. (1996). La investigación social mediante encuesta. En: Metodología cuantitativa: estrategias y técnicas de investigación social (pp. 239-293). Madrid: Síntesis.


    Como se ha señalado, a la instancia en la que se toman las encuestas (especialmente de manera presencial) se la denomina trabajo de campo.

    En la planificación de esa etapa habrá que considerar –en línea con los preceptos sobre la prueba piloto– todos los aspectos que garanticen la toma de encuestas: desde la definición de los individuos que formarán parte de la muestra, la eventual disponibilidad de mapas e indicaciones sobre los puntos a encuestar, la tramitación de permisos o autorizaciones necesarias para el acceso a las instituciones (si fuera el caso), la disponibilidad de viáticos para el equipo encuestador, etcétera. 

    Por la naturaleza de la encuesta como una estrategia metodológica estructurada, es posible que el rol de quien encuesta esté escindido de la propia persona o equipo responsable del diseño de la investigación. Es decir que a la persona encuestadora se le asigna la tarea de aplicar el cuestionario tal cual fue diseñado y respetar las instrucciones, orden de las preguntas y formas de registro de las respuestas. 

    Por tanto, además de la construcción del cuestionario y la planificación del acceso efectivo al trabajo de campo, puede ser necesaria una etapa de capacitación a un equipo de encuestadores/as. De ese modo se busca garantizar la familiaridad con el instrumento y su correcta aplicación en una sola instancia de toma de la encuesta.

    Según la dimensión del estudio, se puede contar también con la figura de una persona supervisora del trabajo de campo. Este rol supone un seguimiento y acompañamiento a la tarea de cada encuestador/a en el terreno, así como la revisión de la tarea luego de finalizada. 

    Por último, en el caso de encuestas cara a cara en papel, tendrá que tomarse en consideración la etapa posterior de centralización de los cuestionarios y la carga de la información en una matriz de datos para su procesamiento estadístico. 

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    Ejemplo
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    Audiovisual
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    Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes EANNA 2017

    Informe sobre la realización de la Encuesta sobre Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA), a cargo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y el INDEC, en 2017. Se presentan testimonios que dan cuenta de las decisiones metodológicas y las características del trabajo de campo realizado:

    Fuente: Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales. [@subsecretariadeprogramacio1077] (18 de noviembre de 2017). *Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes EANNA 2017* [Video]. Youtube. https://youtu.be/aKAvjgCRYos?si=XZ8RfFFscnjXZYAO



3.2.2. La formulación de preguntas y escalas

Es clave la idea de considerar cada una de las preguntas de un cuestionario como “la expresión interrogativa de variables de las que se quiere información” (Rey Lennon y Piscitelli Murphy, 2006: 81). Por ello, y sobre la base del criterio de validez destacado antes, una precaución básica a la hora de construir un cuestionario para la realización de una encuesta es la necesidad de “[h]aber operacionalizado correctamente las variables de tal modo que las preguntas correspondan cada una a un indicador” (Saltalamacchia, 2014: 90).

Esto significa que cada una de las preguntas de un cuestionario deberá dar cuenta del modo en que se haya desagregado el concepto, sus dimensiones y variables, y tomar la forma de indicadores medibles (mediante la observación de quien investiga o la respuesta de las personas encuestadas). En la diagramación del cuestionario, una forma de dar cuenta de esa operacionalización es organizar las preguntas en bloques temáticos para cada dimensión definida. Estos bloques del cuestionario orientarán asimismo la atención de quienes responden hacia el tipo de cuestiones específicas que se indagan en la encuesta.

En tanto estrategia de construcción de conocimiento sobre cuestiones sociales, la encuesta se propone como una herramienta que permite capturar sistemática y estructuradamente aspectos tanto objetivos como subjetivos

  • Entre los primeros, una encuesta permitirá identificar características fácticas de las unidades de análisis bajo estudio (por ejemplo, variables sociodemográficas), frecuencias de determinados hechos, prácticas o eventos relevantes para la investigación (por ejemplo, reuniones entre equipos docentes o prácticas de estudio de estudiantes contabilizadas en horas), cantidades materiales (por ejemplo, infraestructura de una institución escolar o recursos materiales de estudiantes o familias), etcétera.

  • Entre las entidades subjetivas, una estrategia de encuesta puede proponerse relevar (sobre la base de escalas tipificadas y opciones de respuesta prefijadas) actitudes, preferencias, creencias, opiniones, posicionamientos, etc., de las personas respondentes o también resultados de aprendizaje cuantificables (mediante pruebas estandarizadas o calificaciones en registros administrativos), etcétera.


Tipos de preguntas

Las preguntas de un cuestionario pueden ser clasificadas según la estandarización (o no) de sus opciones de respuesta. Encontramos así preguntas cerradas, abiertas y semiabiertas.

Preguntas cerradas

En las preguntas cerradas se ofrece a la persona encuestada la o las alternativas de respuesta. Para ello, se tienen que haber definido –basándose en un conocimiento del contexto, una definición teórica, la experiencia de trabajos previos, la consulta con actores claves, la revisión en una instancia de prueba piloto, o el apoyo en cuestionarios validados en otros proyectos– las opciones posibles que dan cuenta de aquello que efectivamente se quiere relevar. Si el cuestionario es en papel, se pedirá a quien responde que tilde, marque o rellene un espacio prefijado, o esa tarea la puede realizar la persona encuestadora a partir de la lectura en voz alta de la pregunta y la respuesta recibida.

También existe la posibilidad de que en una encuesta cara a cara, para ayudar a la comprensión de opciones de respuesta que son más largas o requieren una reflexión, se presenten tarjetas impresas con las alternativas de respuesta para que la persona encuestada las lea y elija su opción. Esta estrategia también podría incluir el uso de tarjetas con imágenes que representen las opciones de respuesta. 

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Ejemplo
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Las preguntas cerradas podrán ser dicotómicas, es decir con solo dos opciones de respuesta mutuamente excluyentes (por ejemplo, una pregunta sobre el “ámbito” de una institución escolar según el vocabulario propio del sistema educativo y las únicas opciones posibles: “rural” o “urbano”). O podrán implicar opciones múltiples. En ese caso, se deberá definir y agregar la aclaración de si corresponde elegir solamente una opción de respuesta o si es posible elegir más de una. Esto último también deberá considerarse en la etapa de análisis de los datos y en la presentación de los resultados.

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Ejemplo
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Las preguntas cerradas también pueden operar como filtros y ordenar así pasajes entre distintos bloques dentro de un cuestionario. Es decir, orientar la respuesta de preguntas que son pertinentes solo para algunos de los casos de la población encuestada.

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Ejemplo
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Preguntas abiertas

En el caso de las preguntas abiertas, no se presenta ninguna opción de respuesta. Lo respondido debe ser registrado de manera literal (si es una encuesta cara a cara, la persona que encuesta debe apuntar la respuesta recibida). Para ello, se debe disponer de un espacio en el cuestionario lo suficientemente amplio para completarlo. La extensión de ese espacio también puede ser un indicio del tipo de extensión ideal que se espera para las respuestas.

Oppenheim señala que las preguntas abiertas, que también define como de “respuesta libre”, son generalmente “fáciles de preguntar, difíciles de responder y aún más difíciles de analizar” (1992: 113). Por ello, deberá considerarse la inclusión de este tipo de preguntas en un cuestionario y el posterior trabajo de codificación o interpretación que se requerirá ante respuestas que son heterogéneas, singulares y no guiadas por una categorización a priori. La riqueza de este tipo de respuestas puede perderse en ese proceso de análisis unificado, aunque sí podrían incluirse algunas expresiones literales en el informe de resultados para dar cuenta del tono o el tipo de respuestas recibidas. Asimismo, en función de construir un puente de compromiso con las personas encuestadas, relevar sugerencias o abrir la instancia de trabajo de campo a cuestiones no contempladas en la operacionalización, puede también ser útil sumar alguna pregunta abierta que sume a la construcción global de los datos en línea con los objetivos que se hayan planteado.

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Ejemplo
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Preguntas semiabiertas

Una forma intermedia son las preguntas semiabiertas. En ellas, se deja un margen para la intervención de la persona encuestada y la apertura a una respuesta libre. De esa manera, también se puede garantizar la exhaustividad de la pregunta, de modo que posibilite todas las opciones de respuesta posibles (y no contempladas como opciones cerradas de respuesta). Luego, los valores de ese espacio de apertura de una pregunta semiabierta deberán ser codificados o interpretados en la instancia de análisis de los datos, junto al resto de las opciones cerradas de la pregunta.

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Ejemplo
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Texto aparte
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Decisiones y preguntas para la construcción de cuestionarios

Entre las cuestiones a considerar en el armado de un cuestionario, Cohen, Manion y Morrison (2007) apuntan algunas de las siguientes pautas en forma de decisiones e interrogantes:

¿Es necesaria la pregunta? ¿De qué modo será útil? ¿Se necesitan varias preguntas para abordar el tema o asunto? ¿Tienen las personas encuestadas la información necesaria para responder la pregunta? ¿La pregunta necesita ser más concreta, específica y cercana a la experiencia personal de las personas respondentes? ¿El contenido de la pregunta está sesgado o tiene una carga hacia alguna dirección de respuesta? ¿Ofrecerán las personas encuestadas la información que se les pregunta?
¿Puede ser malinterpretada la pregunta? ¿Contiene una fraseología dificultosa o poco clara? ¿La pregunta puede ser engañosa debido a suposiciones o implicaciones no consideradas? ¿Es probable que la redacción de la pregunta sea objetable de algún modo por parte de la persona encuestada? ¿Una redacción más personalizada de la pregunta produciría mejores resultados? ¿Se puede formular mejor la pregunta de una forma o bien más directa, o bien más indirecta?
¿Se puede formular mejor la pregunta en un formato que requiera una respuesta cerrada (o una respuesta breve de una o dos palabras, o un número), una respuesta abierta o una respuesta cerrada con una respuesta abierta complementaria? Si se utiliza una pregunta cerrada, ¿cuál es el mejor tipo: dicotómica, de opción múltiple o de escala? Si se utiliza una lista de verificación, ¿cubre adecuadamente todas las alternativas significativas sin superponerse y en un orden justificado? ¿Tiene una extensión razonable? ¿La redacción de los ítems es imparcial y equilibrada? ¿La forma de respuesta es fácil, concreta, uniforme y adecuada para el objetivo de investigación?
¿Es probable que la respuesta a la pregunta se vea influida por el contenido de las preguntas anteriores? ¿La pregunta se plantea en forma natural en el contexto del cuestionario? ¿La pregunta se presenta demasiado pronto o demasiado tarde en función de despertar el interés, recibir suficiente atención, evitar resistencias, etc.?


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Lectura recomendada
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Azofra, M. J. (1999). Cuestionarios. Cuadernos metodológicos N° 26. Centro de Investigaciones Sociológicas. Madrid: España.

Padua J. y Ahman, I. (2018). El cuestionario. En: J. Padua (coord.). Técnicas de investigación aplicadas a las Ciencias Sociales (pp. 80-113). México: El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica.

Rey Lennon, F. y Piscitelli Murphy, A. (2006). El cuestionario. En: Pequeño manual de encuestas de opinión pública (pp. 75-105). Buenos Aires: La Crujía.


K
Actividad 3.2
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  1. A partir de la lectura de la bibliografía obligatoria para este tema (Marradi, Archenti y Piovani, 2012; Cea D'Ancona, 1996) y la siguiente afirmación, reflexione sobre las posibilidades y limitaciones de la encuesta como estrategia metodológica:
    “No ha de ser inteligente el encuestador, sino el cuestionario” (Rey Lennon y Piscitelli Murphy, 2006: 97).

  2.  Elabore un listado de actividades concretas o pasos a seguir en el diseño y en la aplicación de una encuesta.

  3. Solicite la misma tarea a alguna herramienta de inteligencia artificial (como Chat GPT, Meta AI, Gemini u otra).

  4. Compare la respuesta obtenida con su propio listado (identificando aportes y/o vacancias).

  5. Elabore una versión final que integre todos los aportes.



Escalas para la medición de actitudes

En las ciencias sociales, el tipo de objetos de estudio que se construyen o recortan implican prácticas y relaciones, así como creencias, valores, opiniones o ideologías. Buscar capturar estas entidades desde la investigación social puede tener como propósito comprender o explicar la disposición hacia la acción de los individuos o grupos, sus posicionamientos ante el mundo social, sus prácticas y discursos.

Un modo conceptual de retomar esa tarea desde la investigación social ha sido el abordaje de las actitudes.

C
Cita
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Conocer las actitudes implica conocer un sistema duradero de evaluaciones positivas o negativas, sentimientos, emociones y tendencias hacia o contra la acción referida a un objeto social. 

(Cohen y Gómez Rojas, 2019: 39-40)


Es decir que las actitudes suponen un sistema de evaluaciones con distinta dirección valorativa (tendiente hacia lo positivo o lo negativo) y también intensidad (en un espectro entre lo bajo y lo alto). Esas propiedades son las que, desde un enfoque cuantitativo, buscan ser objeto de medición (Hernández Sampieri, Fernández Collado y Baptista Lucio, 2006).

Una entrada metodológica para la identificación de las actitudes ha sido la construcción de escalas.

C
Cita
+

[C]uando los objetivos de las investigaciones proponen dar cuenta de la magnitud que la presencia de las creencias o los valores tienen al interior de determinada población de estudio, cuando es necesario dimensionar con qué otras variables se relacionan, cuando se pretende conocer qué variables contribuyen más a la explicación de estos fenómenos, etcétera, los métodos y técnicas cuantitativas desempeñan un rol protagónico en los procesos de investigación. Allí es cuando las escalas de actitudes contribuyen a la producción de conocimiento acerca de estos fenómenos.

 (Cohen y Gómez Rojas, 2019: 41)


Entre ellas, se encuentran las siguientes (denominadas popularmente según el apellido de cada experto que las propuso como herramienta metodológica): escala de tipo Likert, de diferencial semántico de Osgood, de Thurstone, escalograma de Guttman.

En los siguientes apartados desarrollaremos algunas de las características de las tres primeras, por ser las más comúnmente utilizadas en los instrumentos de encuesta. En especial, daremos cuenta de las posibles apropiaciones de esas escalas para la formulación de preguntas que busquen relevar aspectos o variables subjetivas.

L
Leer con atención
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En el planteo de escalas de actitudes desde el enfoque cuantitativo de hacer ciencia subyace, en definitiva, una promesa metodológica de objetivar (y, por tanto, de hacer efectivamente medible e investigable) aquello que es subjetivo y no observable de manera directa.


Escala Likert

Esta escala, desarrollada por el psicólogo estadounidense Rensis Likert (1903-1981), fue presentada en su artículo “A technique for the measurement of attitudes” (Una técnica para la medición de actitudes) publicado en 1932. Su uso se ha popularizado en el armado de cuestionarios sobre temas sociales. Consiste principalmente en una escala ordenada de opciones de respuesta a ítems o afirmaciones que representan la variable que se quiere medir o relevar en relación con determinada actitud, opinión o percepción. Cada alternativa de respuesta tiene un valor numérico asignado y solo puede marcarse una opción. Se la denomina como una escala aditiva porque el puntaje final se consigue sumando los valores obtenidos en cada uno de los ítems o afirmaciones: “El puntaje final del sujeto es interpretado como su posición en una escala de actitudes que expresa un continuo con respecto al objeto de estudio” (Padua, 2018: 168).

Para la elaboración de una escala Likert, Padua propone estos pasos:

C
Cita
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1) Es necesario construir una serie de ítems relevantes a la actitud que se quiere medir. 2) Los ítems deben ser administrados a una muestra de sujetos que van a actuar como jueces. 3) Se asignan puntajes a los ítems según la dirección positiva o negativa del ítem. 4) Se asignan los puntajes totales a los sujetos de acuerdo al tipo de respuesta en cada ítem, la suma es algebraica. 5) Se efectúa un análisis de ítems. 6) Se construye con base en los ítems seleccionados la escala final.

(Padua, 2018: 168)


A la persona encuestada se le solicita que indique su grado de acuerdo o desacuerdo con las afirmaciones presentadas (y que fueron prefijadas por la persona o el equipo responsable de la investigación).

Algunas de las alternativas de respuesta ante las afirmaciones que se presentan en una escala Likert pueden ser:

I
Figura 3.2
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Alternativas o puntos en las escalas Likert

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Fuente: Hernández Sampieri, Fernández Collado y Baptista Lucio (2006: 257).

Generalmente, se usa un número impar de opciones (por ejemplo, cinco o siete) para permitir el despliegue igualitario de respuestas positivas y negativas y una respuesta neutral. O bien pueden presentarse alternativamente opciones pares distribuidas en una mitad con orientación positiva y otra mitad con orientación negativa, forzando a que la persona encuestada muestre su inclinación por una de las tendencias.

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Ejemplo
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Audiovisual
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La escala de Likert, técnicas cuantitativas

Fuente: Homo Academicus [@homo.academicus] (24 de febrero de 2021). *LA ESCALA DE LIKERT, TÉCNICAS CUANTITATIVAS* [Video]. Youtube. https://youtu.be/vmJVJe1vwXg?si=KPZdxwDJ3u9NIvzm


R
Lectura recomendada
+

Cohen, N. y Gómez Rojas, G. (2019). Escalas de actitudes (I). En: Metodología de la investigación, ¿para qué?: La producción de los datos y los diseños (pp. 39-84). Buenos Aires: Teseo/CLACSO. https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20190823024606/Metodologia_para_que.pdf

Likert, R. (1976). Una técnica para la medición de actitudes. En: C. Wainerman (comp.). Escalas de medición en ciencias sociales (pp. 199-260). Buenos Aires: Nueva Visión.


Diferencial semántico de Osgood

La propuesta de una escala de diferencial semántico fue desarrollada originalmente por los psicólogos norteamericanos Charles Osgood, George Suci y Percy Tannenbaum en su libro The Measurement of Meaning (La medida del significado), en 1957. El propósito era disponer de un instrumento objetivo para medir percepciones, actitudes u opiniones de las personas sobre un concepto o aspecto de la realidad.

En su versión simplificada, lo que se conoce como diferencial semántico de Osgood se presenta como una escala que polariza dos adjetivos extremos que califican al objeto de la actitud u opinión que se busca medir. Entre los puntos de la escala hay un orden y una graduación (creciente o decreciente). A quien responde, se le solicita que ubique su preferencia en alguno de los puntos de esa escala para poder tener una medida objetiva de su actitud, opinión o percepción.

Si bien la versión original de los autores establecía una escala de siete puntos, se han elaborado escalas con otras distancias entre los adjetivos o polos propuestos.

Por fuera de la medición de actitudes, la forma que toman las preguntas en esta escala también ha sido utilizada para relevar frecuencias de prácticas o eventos desde la perspectiva subjetiva de quien responde la encuesta.

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Ejemplo
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Audiovisual
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El diferencial semántico, técnicas cuantitativas

Fuente: Homo Academicus [@homo.academicus] (27 de febrero de 2021). *EL DIFERENCIAL SEMÁNTICO, TÉCNICAS CUANTITATIVAS* [Video]. Youtube. https://youtu.be/Uaj6W9Dyt4o?si=W7115JJY9GZns6Tf


R
Lectura recomendada
+

Cohen, N. y Gómez Rojas, G. (2019). Escalas de actitudes (II). En: Metodología de la investigación, ¿para qué?: La producción de los datos y los diseños (pp. 85-94). Buenos Aires: Teseo/CLACSO. https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20190823024606/Metodologia_para_que.pdf

Osgood, C., Suci, G. y Tannenbaum, P. (1976). El diferencial semántico como instrumento de medida. En: C. Wainerman (comp.). Escalas de medición en ciencias sociales (pp. 331-370). Buenos Aires: Nueva Visión.


Escala Thurstone

El planteo original de esta escala es la propuesta del psicólogo y psicometrista Louis Thurstone (1887-1955) en la Universidad de Chicago (Estados Unidos), a partir de la publicación de su trabajo “Attitudes can be measured” (Las actitudes pueden medirse), en 1928. En un sentido similar a las otras escalas, la de Thurstone también buscaba medir actitudes de manera precisa y cuantificada. En su planteo, Thurstone definía a la actitud como “el conjunto de inclinaciones y sentimientos, prejuicios, tendenciosidades, nociones preconcebidas, ideas, temores y convicciones” (Thurstone, 1976: 264) de una persona respecto de un determinado tema. Las opiniones, señalaba, eran la expresión verbalizada (en una situación de encuesta o de entrevista) de esa determinada actitud.

Una de las particularidades de esta escala es que se construye a partir de un puntaje otorgado al acuerdo o desacuerdo con un conjunto de afirmaciones enfáticas y prototípicas (predefinidas por quien investiga) de alguna actitud, con la finalidad de obtener un valor cuantitativo que permita ubicar a cada sujeto en la escala y establecer comparaciones. En el planteo de Thurstone, el espectro de la actitud a medir se ubicaba en una escala de 11 puntos, en los que el valor 1 representaba una actitud extrema (favorable o desfavorable), el valor 6 representaba una posición neutra (ni favorable ni desfavorable) y el valor 11, el otro extremo (Padua, 2018).

Thurstone había propuesto un procedimiento riguroso para la definición de esas afirmaciones o ítems a partir del trabajo de “lectores” o “jueces expertos” (alrededor de 200 a 300, que debían a su vez seleccionar entre aproximadamente 100 a 150 ítems), su ubicación en alguno de los 11 puntos de la escala y la posterior validación estadística de cada uno de los ítems presentados en la elaboración de la escala.

C
Cita
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Para hacer la primera redacción de la lista inicial de enunciados se aplican varios criterios prácticos. A continuación se indican algunos de los más importantes:

  1. Los enunciados deben ser lo más breves posibles para que aquellos que tengan que leer la lista completa no se fatiguen.
  2. Los enunciados deben ser tales que puedan apoyarse o rechazarse según concuerden con la actitud del lector o no. [...]
  3. Cada enunciado debe tener la cualidad de que su aceptación o rechazo indique algo acerca de la actitud del sujeto hacia el tema en cuestión. [...]
  4. Deben evitarse los enunciados que contengan dos argumentos [...]. Los enunciados de doble argumento tienden a ser muy ambiguos.
  5. Hay que asegurarse de que por lo menos la gran mayoría de los enunciados pertenezca de hecho a la variable de actitud a medir.

(Thurstone, 1976: 278-279)


Algunas fuentes para la formulación de esos ítems en una escala Thurstone ante los cuales se espera que las personas encuestadas reaccionen en forma positiva, negativa o neutra –apuntados por Padua (2018)– pueden ser:

  • Libros, publicaciones y artículos referidos al objeto cuya actitud se quiere medir.

  • La organización de discusiones grupales entre personas que representan distintos puntos de vista con respecto a la actitud.

  • La elaboración propia o en cooperación con otros investigadores o investigadoras.


Más allá del procedimiento planteado originalmente para su construcción, en algunas apropiaciones posteriores de la escala Thurstone desde la investigación social, se ha utilizado especialmente la forma última que tomaban las preguntas: indagando el acuerdo o desacuerdo con alguna afirmación paradigmática de alguna actitud o bien de un posicionamiento ideológico.

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Ejemplo
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R
Lectura recomendada
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Padua J. y Ahman, I. (2018). Escalas para la medición de actitudes. En: J. Padua (coord.). Técnicas de investigación aplicadas a las Ciencias Sociales (pp. 155-236). México: El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica.

Thurstone, L. (1976). Las actitudes pueden medirse. En: C. Wainerman (comp.). Escalas de medición en ciencias sociales (pp. 261-289). Buenos Aires: Nueva Visión.


K
Actividad 3.3
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  1. Elija alguno de los siguientes cuestionarios de estas encuestas:


  2. Identifique allí:

    • El tipo de encuesta.

    • La organización en bloques temáticos que dé cuenta de dimensiones y variables relevadas.

    • Ejemplos de tipos de preguntas.

    • Ejemplos de utilización de escalas.




Referencias bibliográficas

Bourdieu, P. (1992). La opinión pública no existe. Debates en Sociología, (17), 301-311.

Cea D'Ancona, M. (1996). Metodología cuantitativa: estrategias y técnicas de investigación social. Madrid: Síntesis.

Cohen, L., Manion, L. y Morrison, K. (2007). Research methods in education. New York: Routledge.

Cohen, N. y Gómez Rojas, G. (2015). Esa cosa llamada datos. Revista Latinoamericana de Metodología de la Investigación Social, (8), 10-18. http://relmis.com.ar/ojs/index.php/relmis/article/view/99/102

Cohen, N. y Gómez Rojas, G. (2019). Metodología de la investigación, ¿para qué?: La producción de los datos y los diseños. Buenos Aires: Teseo/CLACSO

Hernández Sampieri, R., Fernández-Collado, C. y Baptista Lucio, P. (2006). Metodología de la investigación. México: McGraw-Hill.

Hughes, J. y Sharrock, W. (1999). La filosofía de la investigación social. México: Fondo de Cultura Económica.

Lazarsfeld, P. (1973). De los conceptos a los índices empíricos. En: R. Boudon y P. Lazarsfeld. Metodología de las ciencias sociales. Tomo I (pp. 89-102). Barcelona: Laia.

Marradi, A., Archenti, N. y Piovani, J. (2012). Metodología de las ciencias sociales. Buenos Aires: Cengage Learning.

OCDE y Unión Europea (2008). Handbook on Constructing Composite Indicators: Methodology and User Guide. París: OECD Publishing.

Oppenheim, A. (1992). Questionnaire Design, Interviewing and Attitude Measurement. Londres: Continuum.

Padua, J. (coord.) (2018). Técnicas de investigación aplicadas a las ciencias sociales. México: El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica.

Rey Lennon, F. y Piscitelli Murphy, A. (2006). Pequeño manual de encuestas de opinión pública. Buenos Aires: La Crujía.

Saltalamacchia, R. (2014). Epistemología y metodología de la investigación constructivista. Buenos Aires: UNTREF.

Thurstone, L. (1976). Las actitudes pueden medirse. En: C. Wainerman (comp.). Escalas de medición en ciencias sociales (pp. 261-289). Buenos Aires: Nueva Visión.