1. La investigación científica en educación
Objetivos
Que cada estudiante:
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Conozca y reflexione sobre las formas de producción, circulación y uso del conocimiento educativo en Argentina.
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Identifique las discusiones conceptuales sobre la investigación en educación y su vínculo con el conocimiento científico en ciencias sociales y las prácticas educativas.
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Reconozca los fundamentos epistemológicos y metodológicos que distinguen al enfoque cuantitativo de investigación social en educación y los aportes de la triangulación.
1.1. El campo de producción de conocimiento en educación en Argentina
El aprendizaje del quehacer investigativo requiere conocer y reconocerse como parte de un contexto social e histórico en el que cobra sentido producir conocimiento sobre realidades complejas, prácticas sociales, impactos, relaciones, actitudes, representaciones sociales, imaginarios, opiniones o fenómenos educativos.
Una primera entrada posible a la formación en investigación es conocer, desde una perspectiva sociológica, el mapa de ese terreno heterogéneo y en constante construcción en el que se produce conocimiento sobre lo educativo, sus actores, dinámicas y propósitos múltiples. Ese terreno incluye espacios institucionales de formación, de investigación, de divulgación, de decisión de políticas públicas, así como tradiciones disciplinares, discusiones conceptuales, problematizaciones emergentes y públicos con perspectivas y demandas diversas.
1.1.1. Actores institucionales, dinámicas y tendencias
Entre los principales actores que dan forma al campo de producción, uso y circulación del conocimiento educativo en Argentina, reseñaremos el lugar de: las universidades públicas, los organismos internacionales y entidades transnacionales, las universidades privadas, los centros extrauniversitarios de investigación, los think tanks, los institutos superiores de formación docente y los sindicatos docentes.
Las universidades públicas
Como entidades políticamente autónomas y autárquicas financiadas principalmente con los recursos que garantiza el Estado nacional, las universidades públicas son espacios de formación de recursos humanos, de investigación científica, de extensión con la comunidad y el territorio próximos, y de transferencia de conocimientos a los sectores productivos y de gobierno. Debido a su cúmulo de tradiciones y recursos humanos, son las principales productoras de conocimiento en educación. Dentro de las ofertas académicas, la formación en investigación es parte de las carreras de Educación y Ciencias de la Educación en ArgentinaN, así como de las carreras de posgrado, las que se han multiplicado en las últimas décadas.
Un espacio colectivo y federal de referencia académica es el Encuentro de Carreras de Educación y Ciencias de la Educación (ENCECE), que reúne bianualmente a las direcciones y coordinaciones de las carreras de universidades públicas de Argentina, además de docentes, investigadores/as, graduados/as y estudiantes. Para el año 2025 (año de edición de este material), la sede designada para el 17° ENCECE es la Universidad Nacional de Quilmes.
Los organismos internacionales y entidades transnacionales
Desde la década de 1980, en Argentina encontramos la participación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y sus organismos conexos, como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Instituto Internacional para el Planeamiento de la Educación (IIPE-UNESCO). El Proyecto Principal de Educación de la Oficina Regional de la UNESCO para América Latina y el Caribe (OREALC) también movilizó en esa década producciones académicas de relevancia para el campo educativo.
La apertura de una sede regional del IIPE-UNESCO en Buenos Aires, en la década siguiente, fue parte del proceso de mayor presencia de los organismos internacionales en la producción de conocimiento sobre educación en Argentina.
La impronta de trabajo de estas instituciones ha estado marcada por el planeamiento educativo, la recomendación de reformas, la cooperación internacional y el fomento a las capacidades de gestión como una vía de fomento al desarrollo de los países.
Además de la investigación, la capacitación y la asistencia técnica, entre las actividades destacadas del IIPE-UNESCO encontramos el sostenimiento del Sistema de Información de Tendencias Educativas de América Latina (SITEAL), un observatorio regional orientado a la difusión de datos estadísticos comparativos a nivel nacional sobre políticas educativas.
También se ubica en esta categoría la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede Argentina. Desde 1982, aun en tiempos de dictadura en Argentina, se creó allí el Área de EducaciónN, que ha dado forma a una tradición de investigación, orientación de políticas y formación de posgrado en el campo educativo.
Los primeros trabajos sobre las políticas educativas de la dictadura y sobre la segmentación educativa fueron producidos en el Área de Educación de FLACSO, y publicados en libros señeros como El proyecto educativo autoritario: Argentina 1976-1982, de Juan Carlos Tedesco, Cecilia Braslavsky y Ricardo Carciofi (1983), y La discriminación educativa en Argentina, de Cecilia Braslavsky (1985).
Otro espacio transnacional de referencia es el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
CLACSO es una institución internacional y no gubernamental, creada en 1967. Sus objetivos incluyen el estímulo al desarrollo y consolidación de las ciencias sociales y del pensamiento crítico; la promoción de la investigación social para el combate a la pobreza y la desigualdad, el fortalecimiento de los derechos humanos y la participación democrática; así como la vinculación entre la investigación social y las políticas públicas sobre asuntos sociales, educativos, culturales y ambientales de Latinoamérica y el Caribe.
Entre sus líneas de trabajo se encuentran los grupos de trabajo sobre temas específicos, el incentivo a la investigación, la formación de posgrado, la publicación académica y el sostenimiento de una biblioteca virtual. En relación con temas educativos, encontramos los grupos de trabajo sobre educación e interculturalidad, educación popular y pedagogías críticas, estudios críticos en discapacidad, políticas educativas y derecho a la educación, entre otros
IIPE-UNESCO Buenos Aires: https://www.buenosaires.iipe.unesco.org/
Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL): https://siteal.iiep.unesco.org/
Área de Educación de FLACSO Argentina: https://www.flacso.org.ar/unidades-academicas/educacion/
Grupos de trabajo de CLACSO: https://www.clacso.org/grupos-de-trabajo/
En el estudio dedicado a la producción de conocimiento sobre educación en Argentina entre 1983 y 2003, elaborado por un equipo encabezado por Mariano Palamidessi, Claudio Suasnábar y Daniel Galarza (2007), se incluye en esta amplia categoría de organismos intergubernamentales e internacionales a otras entidades que han promovido y financiado políticas educativas y actividades de investigación en las pasadas décadas en Argentina. Entre ellas, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEA) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Palamidessi, M., Suasnábar, C. y Galarza, D. (2007). Presente y futuro del campo de producción de conocimientos sobre educación en la Argentina. En: M. Palamidessi, C. Suasnábar y D. Galarza (comps.). Educación, conocimiento y política. Argentina, 1983-2003 (pp. 231-246). Buenos Aires: FLACSO-Manantial.
Tenti Fanfani, E. (2010). Notas sobre la estructura y dinámica del campo de las Ciencias de la Educación. Espacios en Blanco. Revista de Educación, (20), 57-79. https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/190111
Las universidades privadas
Estas instituciones han estado centradas en actividades de docencia y formación (de grado y posgrado). En comparación con el grueso de la producción desde las universidades públicas, ha sido menor el desarrollo de la investigación en las universidades privadas. Esta ha tenido lugar, en todo caso, en núcleos de investigación acotados que reclutaron a profesionales formados y con vasta trayectoria y prestigio académico. En algunos casos, llegaron a constituirse como los lugares de trabajo de investigadores/as del CONICET.
Encabo, A., Galarza, D., Palamidessi, M. y Torrendell, C. (2007). Las universidades privadas. En: M. Palamidessi, C. Suasnábar y D. Galarza (comps.). Educación, conocimiento y política. Argentina, 1983-2003 (pp. 123-134). Buenos Aires: FLACSO-Manantial.
Los centros extrauniversitarios de investigación
En perspectiva local, merecen una referencia algunas instituciones extrauniversitarias de producción de conocimiento en Argentina. Encontramos así el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y el Centro de Estudios de Población (CENEP), actualmente asociado al CONICET. Ambos fueron fundados en la década de 1970 y sostenidos con financiamiento internacional, como espacios de sociabilidad académica alternativos a las universidades nacionales, en un contexto de inestabilidad político-institucional en el ámbito universitario que se había iniciado en 1966 con la llamada “Noche de los bastones largos”, en la dictadura de Onganía, y que marcó una etapa de persecución a profesores/as e investigadores/as en las universidades públicas. El CEDES da lugar entre sus actividades de investigación y asistencia técnica a un área de educación superior. Mientras que el CENEP sostiene una línea de trabajo sobre educación y relaciones entre educación y trabajo.
Los think tanks
Son entidades ligadas al financiamiento privado o también a lo que se denomina “tercer sector”, que se proponen articular el conocimiento con la elaboración de políticas públicas, mediante recomendaciones expertas en forma de lobby sobre los decisores gubernamentales. Es decir que buscan elaborar propuestas concretas de políticas públicas o de evaluación de programas gubernamentales, y para ello se instalan como una voz experta no solo para los gobiernos sino también para la opinión pública en general.
Lo novedoso es que estas fundaciones, que históricamente se preocuparon por intervenir en la definición de las políticas económicas, en la década de 1990 se habían interesado activamente en el gobierno del sistema educativo. Además, lo habían hecho apropiándose de una agenda de temas que en períodos anteriores habían formado parte de las agendas de las universidades nacionales y los organismos públicos como la CONADE, el CFI o el propio Ministerio de Educación Nacional.
(Simón, 2007: 108)
Además de estas agencias e instituciones, podemos preguntarnos sobre el lugar de las editoriales especializadas en temas educativos con publicaciones dirigidas a docentes y especialistas, desde las revistas de la editorial EDIBA y sus recursos didácticos para el aula, hasta los libros en los catálogos de las editoriales Novedades Educativas, Homo Sapiens, Miño y Dávila, por mencionar algunas de las más destacadas. Asimismo, cabe incluir la producción de la Red de Editoriales de Universidad Nacionales (REUN) de Argentina.
También podemos prestar atención a los modos en que los medios de comunicación masiva informan sobre lo educativo.
¿Se les ocurre algún otro actor social que intervenga en la producción, la circulación y/o el uso del conocimiento experto sobre la Educación en Argentina?
Los institutos superiores de formación docente
En la Ley de Educación Nacional (LEN) N° 26.206, sancionada en 2006, se estableció la creación del Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD). Así quedaron plasmadas, entre las funciones de la formación docente: la investigación educativa y el incentivo a la investigación como parte de la reflexión sobre las prácticas y experiencias escolares.
Artículo 72. – La formación docente es parte constitutiva del nivel de Educación Superior y tiene como funciones, entre otras, la formación docente inicial, la formación docente continua, el apoyo pedagógico a las escuelas y la investigación educativa.
Artículo 73. – La política nacional de formación docente tiene los siguientes objetivos: [...]
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Incentivar la investigación y la innovación educativa vinculadas con las tareas de enseñanza, la experimentación y sistematización de propuestas que aporten a la reflexión sobre la práctica y a la renovación de las experiencias escolares.
(Ley N° 26.206 de Educación Nacional, 2006)
Existen Institutos Superiores de Formación Docente (ISFD) que han llevado a cabo investigaciones como parte de sus iniciativas institucionales. También han tenido lugar algunas propuestas formativas desde instituciones de nivel superior (a partir de seminarios, postítulos o especializaciones) y líneas de acción para el incentivo y el financiamiento de proyectos de investigación desde el INFoD, en articulación con las Direcciones de Nivel Superior de las jurisdicciones subnacionales.
"La investigación educativa contribuye a hacer visible aquello que escapa a la mirada acostumbrada de quienes trabajan en el espacio escolar, habilitando un distanciamiento respecto del trabajo cotidiano que se realiza en los institutos y escuelas. Busca describir, conocer, comprender y transformar la realidad educativa. En el sistema formador, cobra importancia en la medida en que aporta a la producción de saberes sobre problemáticas específicas de la formación, del trabajo docente y del sistema educativo en su conjunto. Permite también enfatizar perspectivas y asumir posicionamientos que no suelen estar contemplados en el circuito más ligado a la investigación universitaria.
La producción de conocimientos a partir del análisis y estudio sistemático de los problemas educativos tiene como objeto generar mejores condiciones para la definición de políticas y propuestas de trabajo. Se pretende que los resultados de las investigaciones y el estudio de experiencias realizadas, a partir de un análisis crítico, incidan sobre las prácticas y contenidos de la formación docente y del conjunto del sistema educativo.
En esta línea, la producción de conocimiento resulta un elemento primordial para el fortalecimiento del sistema educativo y para el enriquecimiento de las tareas que en él se desempeñan. El proceso investigativo cobra sentido cuando logra vincularse con las otras funciones del nivel (prácticas de formación inicial, de formación continua y de apoyo a las escuelas) y con el resto de las instituciones y actores del sistema, con el propósito de aportar a la mejora y la transformación de la educación".
(INFoD, 2013: 4)
A partir de una convocatoria de proyectos de investigación denominada “Conocer para incidir sobre las prácticas pedagógicas” del INFoD, se publicaron algunos de los resultados que dan cuenta de la producción de conocimiento en los ISFD:
Cappellacci, I. (comp.). (2013). La investigación en la formación docente: Selección de Informes de la convocatoria de proyectos de investigación 2008. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación. https://ifdvregina-rng.infd.edu.ar/sitio/upload/La_investigacion_en_la_Formacion_Docente.pdf
AA.VV. (2023). Dossier “Investigación educativa y formación docente”. Educación, Formación e Investigación. Revista de la Dirección General de Educación Superior del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba, 9(14), 7-132. https://dges-cba.edu.ar/wp/wp-content/uploads/2023/05/Revista_EFI_Vol9-N14-2023.pdf
Los sindicatos docentes
Como actores fundamentales del escenario educativo, los sindicatos docentes también se incluyen en el grupo de actores institucionales que se han dado la tarea de producir conocimiento sobre las prácticas, procesos y políticas educativas.
Instituto de investigaciones “Marina Vilte”, de la Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA): https://iipmv.ctera.org.ar/
Observatorio Sindical de Políticas Universitarias de la Federación Nacional de Docentes Universitarios (CONADU): https://iec.conadu.org.ar/investigacion/
En este repaso de actores institucionales, merecen ser destacadas algunas de las tendencias que se han identificado en las últimas décadas. En Argentina, el devenir del campo de producción de conocimiento en educación se puede caracterizar por su dinamismo, expansión y diversificación.
El campo de la investigación educativa
Claudio Suasnábar (UNLP/CONICET) comparte algunas claves sobre “La investigación educativa: referenciales teóricos, configuración histórica, proceso de institucionalización y mapa de agencia/agentes”.
Fuente: Entre Tesis y Tesistas [@EntreTesisyTesistas] (11 de febrero de 2025). Entre Telones - Claudio Suasnábar [Video]. Youtube. https://youtu.be/xTayXTSRKwc?si=ZZw0tr8yOP647942
En las últimas cuatro décadas ocurrió una expansión cuantitativa de todas las actividades de formación, producción y circulación del conocimiento especializado sobre educación (agencias, grupos, proyectos, publicaciones, congresos, etc.) junto a un crecimiento en el número de investigadoras/es e investigaciones.
Ese crecimiento ha ido de la mano de una diversificación institucional dada por la aparición de nuevas agencias de producción y circulación del conocimiento (grupos de investigación en universidades, agencias intergubernamentales, organismos internacionales, think tanks o centros de investigación privados). Algunas de estas agencias y voces han tenido mayor influencia en la orientación de los debates y/o la orientación de las políticas educativas.
A partir de 1983, con el restablecimiento del régimen democrático la investigación educativa experimentó un paulatino proceso de expansión cuantitativa y de diversificación institucional (Suasnábar y Palamidessi, 2007). Un primer hito de tal proceso fue la reconstrucción de la vida universitaria en las instituciones públicas de mayor tamaño y tradición (como la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de Córdoba). Ya en la década de 1990 comenzaron a desarrollar actividades de investigación educativa nuevas universidades públicas (como las Universidades Nacionales de Quilmes, San Martín, General Sarmiento y otras) y privadas (como Palermo, San Andrés y Torcuato di Tella); fundaciones, think thanks y organismos internacionales e intergubernamentales con sede local (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales –FLACSO–, y el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación, de la UNESCO). Cabe también destacar el crecimiento de los posgrados en educación –el cual ha contribuido a mejorar los niveles de formación de los profesionales del campo educativo–, algunas medidas de modernización de la educación superior e intentos de fortalecer la figura del docente investigador, como el Programa de Incentivos a la Investigación del Ministerio Nacional de Educación (Krotsch, 2001), y la reciente revitalización de la carrera de investigador científico y del sistema de becas doctorales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
(Palamidessi, Gorostiaga y Suasnábar, 2014: 57)
En los ámbitos universitarios, tuvo lugar además una proliferación de ámbitos de intercambio y puesta en circulación del conocimiento, a partir de la publicación de revistas, la realización periódica de congresosN, la conformación de asociaciones científicasN y los encuentros interuniversitarios de cátedrasN.
Algunos espacios regulares de referencia son el Congreso de Investigación Educativa que organiza la UNComa, los Coloquios de Educación, Sexualidades y Relaciones de Género que tuvieron lugar en distintas universidades públicas del país, o los Encuentros Internacionales de Educación de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNICEN.
Entre otras, podemos mencionar la Sociedad Argentina de Investigación en Educación (SAIE), la Asociación Latinoamericana de Investigación en Educación (ALIE) y otras con enfoques temáticos específicos, como la Sociedad Argentina de Historia de la Educación (SAHE), la Sociedad Argentina de Estudios Comparados en Educación (SAECE) o la Red Latinoamericana de Estudios sobre el Trabajo Docente (Red ESTRADO).
Se destacan la Red de Espacios Curriculares de Formación en Investigación de Carreras de Educación de Universidades Nacionales (RECFICE), creada en 2022, los encuentros de cátedras de sociología de la educación, de cátedras de didáctica general, o de cátedras de política, planeamiento, administración y financiamiento de la educación, entre otros.
Un lugar destacado merece el conjunto de revistas académicas del campo educativo en Argentina. Existe una multiplicidad de revistas que son responsabilidad de universidades públicas en todo el país (y sus áreas, departamentos, facultades o institutos de investigación en temas educativos). Son importantes como ámbito de circulación y uso del conocimiento sobre Educación, a la vez que marcan los cursos y devenires de las temáticas vigentes en debate. Desde la década de 1990, hay una tendencia creciente a la creación de este tipo de revistas académicas y su publicación periódica. Con las búsquedas en internet, también se multiplica el canal de circulación de este tipo de publicaciones, que muestran apenas una parte de lo que se produce en educación (además de lo que se publica o comunica en libros, capítulos de libros, ponencias de congresos, documentos de trabajo o informes).
Una aproximación a ese conjunto de revistas especializadas puede encontrarse en el siguiente documento:
Baraldi, V. y Toibero, C. (2024). Base de datos – Revistas Argentinas de Educación. 2a edición. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral. https://www.fhuc.unl.edu.ar/institucional/wp-content/uploads/sites/3/2018/08/Revistas-Argentinas-de-Educación-2024.pdf
Palamidessi, M. (2008). Producción de conocimientos y toma de decisiones en educación. Serie “Proyecto Nexos: Conectando saberes y prácticas para el diseño de la política educativa provincial”. Documento N° 6. Buenos Aires: CIPPEC. https://www.cippec.org/publicacion/produccion-de-conocimientos-y-toma-de-decisiones-en-educacion/
Suasnábar, C. y Gorostiaga, J. (2023). La producción de conocimiento y las políticas educativas: productores, agencias, lógicas de circulación/difusión y usos. En: C. Romero (comp.). La trastienda de la educación: las políticas educativas en escena. (pp. 37-78). Buenos Aires: Aique. https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.6068/pm.6068.pdf
A partir de las reflexiones de Sandra Carli (2006), algunos otros ejes para caracterizar el campo de producción de conocimiento en educación en Argentina podrán ser:
También podremos enfocar la comprensión del campo de producción de conocimiento en educación en Argentina a partir de ejes temáticos que ordenan las investigaciones, tales como:
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El sistema educativo.
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Los sujetos de la educación.
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Las instituciones educativas.
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Los cambios culturales y la educación.
Carli, S. (2006). La investigación en Educación en Argentina. Cuadernos de Educación, IV(4), 11-21. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/Cuadernos/article/view/685/648
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Elija una de las revistas académicas del campo educativo de esta recopilación:
Baraldi, V. y Toibero, C. (2024). Base de datos - Revistas Argentinas de Educación. 2a edición. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral. Disponible en: https://www.fhuc.unl.edu.ar/institucional/wp-content/uploads/sites/3/2018/08/Revistas-Argentinas-de-Educación-2024.pdf
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Tome alguno de los últimos números publicados, explore el índice y los resúmenes. Elija un artículo de investigación e indique: tema, contenido y conclusiones principales del artículo de investigación elegido, así como su vinculación justificada con uno (o más) de los temas generales dentro del campo de producción de conocimiento en educación en Argentina.
1.1.2. Agendas y políticas científicas
Las políticas de ciencia y tecnología, con especial énfasis a partir de la década de 1990, se han enfocado en incentivos salariales a docentes investigadores/as, así como en el financiamiento de las áreas de investigación de las universidades nacionales y de los proyectos en líneas temáticas específicas.
El CONICET
La existencia del CONICETN, como el principal órgano público de ciencia y tecnología de Argentina, sostiene también la producción de conocimiento dentro del área de ciencias sociales y, particularmente, en la investigación en educación.
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) fue creado en 1958, bajo la primera dirección de Bernardo Houssay. Entre sus propósitos están la promoción de la investigación y el desarrollo científico-tecnológico en todo el país.
Sostiene y evalúa las carreras de investigadores/as y personal de apoyo a la investigación en las áreas de ciencias agrarias, ingeniería y materiales, ciencias biológicas y de la salud, ciencias exactas y naturales, y ciencias sociales y humanidades. Dentro de esa última gran área, se incluyen como disciplina a las ciencias de la educación.
El CONICET contribuye asimismo a la formación de recursos humanos a partir de un sistema de becas de formación doctoral y posdoctoral.
Todo este personal trabaja descentralizadamente en institutos del CONICET y universidades públicas, además de una proporción menor en universidades privadas y otros organismos de ciencia y técnica.
Página web de CONICET: https://www.conicet.gov.ar/
CONICET en cifras: https://cifras.conicet.gov.ar/publica/
En 2021 se elaboró un informe desde la red disciplinar de educación dentro del CONICET, a cargo de un grupo de investigadoras/es de ese organismo. Presentaron una caracterización del campo de conocimiento sobre educación dentro del CONICET. Entre las conclusiones a las que arribaron en ese contexto de pospandemia de Covid-19, destacaron como una “asignatura pendiente” la valorización de la investigación en educación dentro del CONICET.
Identificaron que el conjunto de 160 investigadores/as del área Educación representaban solo el 1,5 % dentro del organismo y el 6,6 % dentro de su gran área de ciencias sociales y humanidades.
Destacaron como áreas temáticas de vacancia, entre otras, la educación inicial y primaria en aspectos relacionados con el conocimiento pedagógico, los contextos didácticos y el trabajo colaborativo con docentes y equipos directivos, el papel educativo de familias y comunidades y el vínculo con instituciones educativas, los institutos de formación docente, la educación intercultural, los desafíos educativos frente a la discapacidad, la educación ambiental, las transformaciones del sistema educativo y los alcances de las políticas educativas, los aspectos supranacionales de la educación, las transformaciones del mundo del trabajo y la formación para el trabajo, los estudios curriculares y la vida de la escuelas, los análisis estadísticos de la educación y la educación sexual integral. Sumaron además otras vacancias temáticas vinculadas al escenario de la pandemia y la pospandemia de Covid-19, tales como el acceso a la educación y el problema de la desigualdad ante la brecha digital, el abandono/desconexión educativa, la formación profesional de jóvenes y adultos/as, entre otras.
Entre otros aspectos, relevaron también el desequilibrio en la distribución geográfica de los recursos humanos. Señalaron la mayor concentración en las zonas céntricas de Argentina (CABA y provincia de Buenos Aires mayoritariamente).
Resumen ejecutivo e Informe Final del Proyecto Redes Disciplinares. Comisión Educación: https://www.conicet.gov.ar/la-red-disciplinar-de-educacion-del-conicet-presento-el-trabajo-realizado-durante-mas-de-un-ano/
La investigación sobre educación en CONICET
Una presentación y lectura colectiva de ese informe de la red disciplinar de educación de CONICET tuvo lugar en un panel de la Sociedad Argentina de Investigación en Educación (SAIE), coordinado por Claudio Suasnábar en 2022. La presentación del informe estuvo a cargo de Sandra Carli como coordinadora del estudio e investigadora del CONICET. Y participaron como lectoras críticas las docentes investigadoras Susana Argüello, de la Universidad Nacional de Jujuy, y Verónica Walker, de la Universidad Nacional del Sur.
Fuente: Sociedad Argentina de Investigación en Educación (SAIE) (24 de junio de 2022). “La investigación sobre Educación en CONICET” [Video]. Youtube https://youtu.be/lvDRpGTe8nw
La Agencia I+D+i
Junto a las universidades públicas y al CONICET, entre los organismos que hacen al sistema público de ciencia y tecnología en Argentina, encontramos a la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (conocida como Agencia I+D+i).
En 1996 fue creada la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) a través del decreto 1660/96 en un marco de políticas de incentivo a la investigación. Su denominación y organización actual como Agencia I+D+i se deriva del decreto 157/20. Sus actividades se centran en la promoción, el fomento y el financiamiento del desarrollo científico, tecnológico y de la innovación en el país.
Como entidad descentralizada con autarquía administrativa y funcional dentro del sistema público de ciencia y tecnología, la Agencia I+D+i se financia principalmente con fondos del Estado nacional, préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).
Entre sus líneas de trabajo, se encuentra el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT) que tiene como propósitos el fortalecimiento y consolidación de la investigación científica, la innovación tecnológica, el apoyo a la formación de recursos humanos en esas áreas, la mejora de la infraestructura científica y la promoción de redes de conocimiento.
En ese marco, la Agencia I+D+i gestiona y evalúa concursos públicos y abiertos regulares para proyectos de investigación y otros programas de desarrollo científico y tecnológico, destinados a instituciones de investigación públicas o privadas sin fines de lucro. Pueden ser Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) o Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica Orientados (PICTO).
Agencia I+D+i en la web: https://www.argentina.gob.ar/ciencia/agencia/la-agencia
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Lea el siguiente informe: CONICET (2021). Informe Final de Proyecto Redes Disciplinares. Comisión Educación. Buenos Aires: Autor. Disponible en https://proyectosinv.conicet.gov.ar/wp-content/uploads/sites/6/Diagnostico-Disciplinar.pdf (pp. 16-17 y 26-39).
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Compare (siguiendo semejanzas, diferencias, continuidades y/o discontinuidades) el diagnóstico del Informe Final con las reflexiones sobre el campo educativo y la investigación que presentan Palamidessi, Suasnábar y Galarza (2007), Tenti Fanfani (2010) y Carli (2006), en relación con:
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La distribución geográfica.
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Los intereses temáticos comunes.
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Las áreas de vacancia.
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1.1.3. Los propósitos de la investigación en educación
Como parte del campo de producción de conocimiento en ciencias sociales, la investigación en educación está sujeta a algunas preguntas respecto a sus fundamentos y a sus propósitos. Cuando investigamos sobre la realidad social y educativa, cabe hacernos la pregunta sobre el para qué y el para quiénes se produce conocimiento.
Una aproximación para entender los propósitos de la producción científica, especialmente desde las ciencias sociales, la encontramos en esta cita del epistemólogo Juan Samaja:
El proceso de investigación no es una entidad por sí misma, sino algo que aparece como siendo realizado por unos seres muy “concretos” y singulares: los científicos. En ese sentido se puede decir que la investigación científica es eso que hacen los científicos cuando investigan. Durante ese proceso ocurre de manera actual lo que en las facultades individuales se encuentra de una manera potencial. Pero esta puesta en acción de facultades del investigador persigue un fin: busca obtener un cierto producto. Es posible decir que ese producto tiene al menos dos grandes finalidades fácilmente reconocibles:
- producir conocimientos, por los conocimientos mismos (por el placer que proporciona la contemplación de lo desconocido o la resolución de los enigmas que se plantean a nuestra conciencia), y
- producir conocimientos por las consecuencias técnicas y, por ende, prácticas que de ellos se pueden extraer.
(Samaja, 1999: 23)
Las posibilidades de respuesta acerca de los propósitos de la producción de conocimiento en educación las podemos ubicar dentro de un continuum que va desde, por un lado, la producción científica con el propósito fundamental de la promoción general del conocimiento y, por el otro lado, la producción científica para la definición de políticas educativas.
Encontraremos así posiciones que plantean la construcción de conocimiento por su propio valor como aporte al avance en la comprensión o explicación de un aspecto de la realidad social y educativa que no se conocía.
La idea de investigación en educación parece referir [...] a la investigación sobre fenómenos-procesos-objetos-sujetos “educativos” y en tanto tal puede ser realizada desde distintos campos disciplinarios, a partir de diferentes sistemas de preguntas y abordajes teórico-metodológicos. La investigación en educación se inscribe así en una totalidad mayor que incluye la investigación en otras áreas de conocimiento (en política, economía, sociedad, etc.) y supone una perspectiva amplia de las ciencias sociales y humanas. [...]
Al mismo tiempo la investigación en educación queda en alguna medida liberada de una demanda de intervención inmediata. No porque esa intervención no sea necesaria en un segundo momento, o porque no pueda ser un elemento constitutivo del diseño de investigación, sino porque la investigación debe poder indagar, explorar y pensar los fenómenos educativos con ciertos márgenes de libertad en una etapa preliminar.
(Carli, 2006: 11)
Y también estarán quienes pongan el acento en la necesaria relación entre la producción de conocimiento educativo y la elaboración de políticas basadas en la evidencia (PBE) o, como también se aborda esta manera de entender los propósitos del saber científico, la producción de conocimiento orientado a la política (COP).
Estas dos posibilidades no son contradictorias, es decir que no hay una más valedera que la otra, sino que necesitamos entenderlas en su especificidad y contextos de producción.
Como indicamos, se trata de un continuum de ideas a veces solapadas, con matices conceptuales y políticos situados, y no de fronteras fijas y estrictas. Por ello, podemos encontrar en algunas propuestas un puente entre la promoción general del conocimiento y la transformación crítica de la realidad. Por ejemplo, María Teresa Sirvent y Luis Rigal nos dicen, desde sus preocupaciones construidas en el campo de la investigación educativa, que:
La culminación de una investigación científica, a menudo, no es la respuesta sino la posibilidad de poder formular la pregunta original de un modo más complejo. La capacidad para problematizar la realidad y para identificar preguntas acerca de lo que no sabemos, es una característica fundamental del espíritu y del pensar reflexivo del científico. [...] La producción de saberes puede tener como finalidad no solo conocer sino también transformar la realidad.
(Sirvent y Rigal, 2023: 19-20)
En el campo educativo, donde se entrecruzan los espacios de definición de políticas con la producción de conocimiento en ámbitos académicos, aparece una tensión entre esas dos esferas. Inés Cappellacci retomó un interrogante de Inés Aguerrondo en relación con esa tensión, quien había propuesto a su vez una categorización alternativa ante la “paradoja” identificada:
“¿Cómo es posible contestar las urgencias de información de los políticos o de los funcionarios de la educación si tenemos que tomar indefectiblemente todos los recaudos que son propios de la recolección de información en el marco de una investigación académica? Pero, por otro lado, si no lo hacemos, ¿cómo es posible presentar información ‘seria’, es decir ‘científicamente fundada’?” (Aguerrondo, 1990: 3). Para resolver esta paradoja propone realizar una distinción entre la investigación para el planeamiento y la investigación académica. Y plantea que tal distinción se origina fundamentalmente en los diferentes contextos en que se enmarca la tarea de investigación. Así, identifica que la investigación académica es la que se realiza en los centros oficiales o privados y tiene como objetivo fundamental profundizar o aumentar el conocimiento básico en educación. Por su parte, la investigación para el planeamiento (entendida como herramienta de gobierno para la transformación) la define como una de las metodologías que colaboran para dar racionalidad a la toma de decisiones, y por lo tanto su objetivo es generar información oportuna y relevante para el decisor político o administrativo.
(Cappellacci, 2020: 26)
Los debates fundamentados entre las dicotomías o relaciones entre teoría y práctica, o ciencia básica y ciencia aplicada, pueden resultar inadecuados en un campo profesional donde conviven funciones diversificadas que van desde las intervenciones cotidianas en las instituciones educativas y la investigación académica, hasta los espacios de gobierno de la educación desde las políticas educativas.
A partir del recorrido temático planteado, la bibliografía y el aporte de la siguiente cita, ¿cuál consideran que debería ser el propósito fundamental de la producción de conocimiento en educación? ¿Qué posibilidades y limitaciones puede tener la vinculación entre la producción académica de conocimiento y las demandas propias de la esfera de las políticas educativas?
[L]a pretensión de los productores de investigación en general es que los tomadores de decisiones se informen no solo en base a un estudio sino a un cuerpo de conocimientos, articulados en teorías o modelos, que en conjunto sugieran posibilidades de políticas educativas. Esto es sin duda difícil de lograr dado que los tomadores de decisiones a menudo no tienen el tiempo ni experiencia de investigación para procesar cuerpos complejos de información. Por lo demás los tomadores de decisiones no se pueden basar solamente en la investigación para justificar su trabajo, sino que deben considerar otros factores como limitaciones en los recursos humanos y financieros, legales y las tradiciones locales e intereses de diferentes grupos de actores claves.
En este contexto la investigación empírica debería ser uno de los insumos clave para el desarrollo de políticas que permitan justificar el desarrollo de iniciativas que hayan demostrado eficacia y eficiencia para promover el desarrollo de sistemas educativos con mayores niveles de pertinencia, calidad y equidad. [...] El uso de la información empírica por parte de tomadores de decisiones educativas merecería contar con mayor número de investigaciones en la región, pues el fomento de la investigación depende en gran medida de la relevancia con que tal actividad sea percibida por ellos.
(Cueto, 2015: 3-4)
1.1.4. La investigación, la estadística y la evaluación desde el Estado
La emergencia de un campo especializado de producción de conocimiento sobre la realidad educativa está asociada al propio surgimiento de los sistemas educativos a cargo de los Estados nacionales (Suasnábar y Gorostiaga, 2023).
Como decisor y responsable de políticas educativas, el Estado produce información estadística sobre el sistema educativo, emprende la evaluación estandarizada de una parte de los aprendizajes y también promueve la investigación evaluativa sobre programas específicos o sobre líneas temáticas de investigación de interés directo para las políticas educativas.
Además de la cartera educativa nacional, las jurisdicciones subnacionales (las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) también tienen en sus organigramas áreas de información estadística e investigación que alimentan la toma de decisiones, el monitoreo y la divulgación de las políticas educativas.
En 2009 se creó la Red Federal de Información Educativa (RedFIE), apoyada en la resolución N° 92/09 del Consejo Federal de Educación.
La RedFIE reúne a todas las áreas de estadística educativa de las provincias y la CABA con la cartera educativa nacional, como entidad centralizadora. Esta red garantiza la construcción consensuada (sobre la base de definiciones conceptuales, metodológicas y operativas comunes) de un sistema federal de información educativa a nivel nacional a partir de: el Relevamiento Anual (RA) de la matrícula, docentes y establecimientos del sistema educativo argentino –con excepción del nivel superior universitario–, el Padrón Oficial de Establecimientos Educativos y el Sistema Integral de Información Digital Educativa (SInIDE), que releva datos educativos nominales (por estudiante) de manera confidencial y genera una Base Nacional Homologada (BNH) con el propósito de apoyar el diseño, la implementación y la evaluación de políticas públicas para la garantía del derecho a la educación (ver más adelante en la Unidad 4, el apartado 4.3. La información estadística para la investigación social en educación).
Investigación educativa desde los ministerios de Educación:
Landau, M. y Fernández, B. (coords.) (2015). Apuntes sobre la Red Federal de Investigación Educativa 2008-2015. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación. https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/apuntes-sobre-la-red-final-web.pdf
Cardini, A. (2016). Relaciones entre la investigación y la política en Argentina: la producción de conocimiento originada en el Ministerio de Educación Nacional (1999-2009). Tesis de doctorado. Universidad de San Andrés. Disponible en: https://repositorio.udesa.edu.ar/jspui/handle/10908/12061
Galarza, D. (2007). Los organismos estatales de gobierno y planificación. En: M. Palamidessi, C. Suasnábar y D. Galarza (comps.). Educación, conocimiento y política. Argentina, 1983-2003 (pp. 81-98). Buenos Aires: FLACSO-Manantial.
Oiberman, I. (mayo de 2001). “La creación de un sistema de información educativa para la gestión”. Documento de trabajo N° 1 de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés. http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL003239.pdf
Palamidessi, M., Galarza, D. y Cardini, A. (2012). Un largo y sinuoso camino: las relaciones entre la política educativa y la producción de conocimiento sobre educación en Argentina. En: J. Gorostiaga, M. Palamidessi y C. Suasnábar (comps.). Investigación educativa y política en América Latina (pp. 113-140). Buenos Aires: Noveduc.
Sánchez, B. (2014). La producción y la publicación de información estadística sobre educación en la Argentina. Elementos para un diagnóstico. Archivos Analíticos de Políticas Educativas, 22(108), 1-20. http://dx.doi.org/10.14507/epaa.v22.1884
Además de construir información estadística, las áreas educativas del Estado pueden también plantear la construcción de conocimiento desde la investigación y la evaluación de políticas y programas. Para ello, podrán emprender iniciativas de conocimiento desde su propia estructura institucional y de recursos humanos, o solicitar el asesoramiento técnico especializado de otras entidades: primordialmente de las universidades públicas y su acervo investigativo, aunque también de otras entidades reconocidas de producción de conocimiento en Educación.
La investigación educativa ha sido una preocupación del Estado nacional argentino y se ha materializado de diversas maneras en el Ministerio de Educación nacional. En diversos momentos históricos su tratamiento ha tomado diferentes niveles de institucionalización, atendiendo a los debates teóricos sobre la relación entre investigación y política educativa, a los actores y agencias involucrados, a los desafíos planteados por la misma política educativa, incluidos por procesos de reforma educativa y de transformación de la estructura burocrática misma del ministerio, entre otros aspectos. En relación con otras áreas vinculadas a la producción de conocimiento tales como las de producción de estadísticas educativas y las de evaluación de la calidad educativa, el espacio dedicado a la investigación educativa no contó con instancias de institucionalización, regulaciones o políticas específicas, aunque desde la perspectiva de diversos actores siempre presentó un alto interés y consideración. [...]
(Cappellacci, 2020: 5)
Si bien la investigación es una tarea que se desarrolló en el Ministerio de Educación, al menos desde la década de los años ’60, y desde diversos discursos (de ministros, secretarios, asesores, subsecretarios y/o directores) se destacó permanentemente la importante de la misma, su prestigio, su aporte invaluable para el planeamiento y para la toma de decisiones, en ningún momento contó con regulaciones formales significativas. Alcanza con comparar la situación con las tareas de estadística educativa que cuenta con una mayor continuidad en el tiempo. También con algunas regulaciones emanadas del Consejo Federal de Educación. Y también con la evaluación de la calidad que se instala en los años ’90 y permanece desde entonces. El ámbito de la evaluación de la calidad ha sido uno de los más controvertidos y sujetos a discusiones y disputas álgidas. Y también contó con acuerdos del Consejo Federal de Educación. Siendo tres formas de producir conocimiento sobre los procesos educativos, la investigación, la estadística y la evaluación de la calidad corrieron distinta suerte en el ámbito de la gestión pública educativa, y la investigación es la que sufrió más vaivenes históricos”
(Cappellacci, 2020: 159)
A partir de la siguiente cita de Ingrid Sverdlick, y desde sus propios recorridos y experiencias de trabajo en instituciones educativas, proponemos reflexionar sobre las diferencias entre ser “sujetos de políticas públicas” o estar “sujetos a políticas públicas”:
La investigación como instrumento de acción de los actores, protagonistas y responsables de la educación posibilita la construcción de conocimiento desde los saberes empíricos -que llevan implícitos saberes teóricos- y con los saberes académicos -que a su vez han sido producidos con saberes empíricos-. La investigación como instrumento de acción coloca a los actores como sujetos de políticas públicas y no como sujetos a políticas públicas; anima a tomar la palabra y a posicionarse en el espacio político.
(Sverdlick, 2010: 19)
1.2. La dimensión epistemológica de la investigación
Luego del recorrido introductorio, en clave sociológica, sobre el mapa dinámico en el que se produce, circula y se hace uso de la investigación en educación en Argentina, debemos pensar en las características que distinguen al conocimiento científico de otras formas de conocimiento.
Esta segunda entrada, ahora desde una perspectiva epistemológica, implica reflexionar sobre el conocimiento científico y sus particularidades en el devenir de las ciencias sociales. Y, desde allí, poder distinguir los aportes concretos del enfoque cuantitativo de investigación y las posibilidades de producción de conocimiento dentro y desde nuestro campo educativo.
1.2.1. El conocimiento científico: herencias y debates
La delimitación de lo científico y su distinción de lo que entendemos como opiniones o sentidos comunes tiene un recorrido de siglos en el pensamiento occidental. Podemos distinguir al menos dos herencias sobre las que se asienta nuestra idea de la ciencia como una práctica y un discurso unívoco, legitimado, privilegiado y superior de construcción del conocimiento sobre el mundo.
El pensamiento premoderno de la Antigüedad clásica
Por un lado, hemos heredado de la Antigüedad clásica y el pensamiento griego (siglos VI a IV a.C.) –que tuvo su pervivencia incluso en la Edad media (siglos V a XV) a través del pensamiento tomista– una primera preocupación por fundar el conocimiento en la razón y en la demostración.
Una idea fundamental es la razón como logos, esto es, como un discurso fundamentado en la demostración lógica. Una manera de entenderlo es en su contraposición al mythos, definido como un tipo de discurso narrado que no requiere indicar su origen ni ser verificado, a la vez que tiene un carácter religioso y sostenido en la creencia. La distinción entre logos y mythos introduce las primeras coordenadas para pensar en lo específico del pensamiento científico.
El significado que los griegos daban al concepto logos era básicamente el de “discurso explicativo y demostrativo”, que se contraponía y se complementaba con ese otro tipo particular de discurso que se narraba sin necesidad alguna de demostración. Se trata del mythos (mito), cuya “verdad” no residía en la verificación. Tanto el término logos como mythos aludían a “palabra”, a “lenguaje”, sólo que, mientras el segundo poseía el sentido de una palabra que se esparce sin que sea necesario determinar su origen ni confirmarla, el logos –al igual que la ciencia– descansa en la fundamentación.
(Pardo, 2002: 46)
Otra idea clave desde el pensamiento griego clásico es la distinción planteada por Platón entre episteme y doxa. De manera sintética, la episteme se refería al conocimiento justificado como verdad, en contraposición a la doxa, entendida como un tipo de conocimiento fundado en la mera opinión o creencia. Por ello, desde nuestra mirada contemporánea, podemos encontrar en la idea de episteme una primera aproximación a lo que luego se definiría como ciencia.
También debe sumarse en este conjunto de herramientas conceptuales, desde la obra aristotélica, el planteo inicial de la lógica formal por su impacto en algunos desarrollos teóricos ulteriores (con ecos en las conceptualizaciones que van desde la idea del método hipotético-deductivo, el falsacionismo hasta la prueba de hipótesis) según se desarrollará más adelante.
Sin lugar a dudas es Aristóteles (384-383/322 a. de C.) quien otorga a la lógica su acta de nacimiento como disciplina autónoma y específica. [...] el pensamiento lógico se convierte en aquel que nos permite un conocimiento adecuado de la forma del mundo y, por lo tanto, resulta indispensable en la búsqueda de la verdad que emprenden las diferentes disciplinas científicas.
La lógica aristotélica es, principalmente, una lógica de términos. El término es la estructura lógica más elemental. Formado por uno o más signos, se utiliza para nombrar o designar algo. [...] Por su parte, las proposiciones son estructuras lógicas más complejas. Integradas por términos, tienen un sentido completo y puede predicarse de ellas verdad o falsedad. [...]
Una proposición será verdadera si la información que transmite corresponde o concuerda con los hechos del mundo que describe y será falsa si no existe tal concordancia o correspondencia.
(Rivera, 2010: 42-43)
El pensamiento de la Modernidad
Por otro lado, nos atraviesan también los aportes de la Modernidad europea –cuyos inicios podemos ubicar en el siglo XVI–, como parte de las herencias conceptuales que sustentan una concepción de la ciencia caracterizada por un enfoque empírico y racional.
Se entrecruzan aquí procesos sociales e históricos de largo plazo que hicieron que la autoridad del pensamiento aristotélico adoptada por los filósofos medievales perdiera vigencia y emergiera una fractura en las formas de entender el conocimiento del mundo. El ascenso de la burguesía, el proceso de secularización, el Renacimiento y la llamada Revolución Científica (entre los siglos XVI y XVIII) son algunos de los procesos que dieron un marco al naciente ideal de racionalidad de la Modernidad.
Con la Revolución Científica se enfatizó la atención –a contramano de la tradición escolástica vigente– en los procedimientos de la observación, la experimentación y el razonamiento lógico como las bases del conocimiento científico. Figuras como las de Nicolás Copérnico (1473-1543), Johannes Kepler (1571-1630) y Galileo Galilei (1564-1642) revolucionaron la comprensión del cosmos y desplazaron la visión geocéntrica (que ponía a la Tierra en el centro del universo) por el modelo heliocéntrico (en el que el Sol es el centro del sistema solar); mientras que Isaac Newton (1643-1727) sentó las bases de la Física clásica al formular las leyes del movimiento y la gravitación universal. La Revolución Científica también tuvo un vínculo decisivo con la filosofía, a partir de la obra de pensadores como René Descartes (1596-1650), quien promovió la idea del racionalismo, y Francis Bacon (1561-1626), quien defendió el empirismo como el camino al conocimiento.
En el siglo XVI, los primeros estudiosos que se atrevieron a desafiar los dogmas establecidos por la entonces reinante física aristotélico-medieval fueron revolucionarios. Hombres como Johannes Kepler, Nicolás Copérnico, Giordano Bruno y Galileo Galilei, entre otros, estremecieron un saber milenariamente aceptado. Y lo hicieron desde prácticas y discursos marginales respecto de las verdades oficiales. Lograron así un nuevo dominio de saber: el físico-matemático. Pero, tan pronto como la ciencia newtoniana se convirtió en el conocimiento oficialmente reconocido, asumió el poder y se convirtió en ideología (en el sentido de discurso hegemónico). Comenzó a imponerse como el modelo que debía seguir cualquier disciplina que aspirara al reconocimiento social en tanto conocimiento sólido.
(Díaz, 2002: 21)
Este conjunto de ideas le da sustento a lo que podemos definir como el paradigma moderno y su ideal de racionalidad plena. La confianza absoluta en el poder de la razón es una de las características salientes. En su forma de enfocar el mundo conocible, predominó el supuesto del orden racional-matemático sintetizado en la idea galileana de que “el universo está escrito en caracteres matemáticos”. Otro de los elementos asociados es la creencia en el progreso social como consecuencia inexorable del desarrollo de la ciencia. Finalmente, el predominio de la razón orientaba el ideal de alcanzar un conocimiento universal y necesario del mundo (distinto de lo particular y contingente), a la vez que el intento de formulación de una ética de validez universal.
La ciencia moderna se asentó así en estos fundamentos. La verdad de razón opuesta ahora a la verdad de fe marcó el punto de diferenciación con la tradición hasta entonces dominante. El a priori matemático como clave de lectura de la naturaleza llevaba implícita también una concepción de la realidad como aquello que puede ser efectivamente calculado y medido.
Especialmente relevante en este modelo es la concepción de sujeto de conocimiento que, como contraparte, construye a la naturaleza en objeto. Esta nueva figura del sujeto que se ubica en el plano de lo no discutido sustenta el clamor de la ciencia moderna por la objetividad y la neutralidad en la construcción del conocimiento.
[…] es el supuesto de la objetividad (vale decir, el de la distancia entre sujeto y objeto) el que sostiene la ambición de racionalidad plena que se expresa en la modernidad. La posibilidad de determinar racionalmente la estructura de la realidad en leyes descansa en la suposición de esa capacidad del científico de separarse del objeto a conocer.
(Pardo, 2002: 57)
Este paradigma de la ciencia moderna aspiró así a la construcción de verdades universales y objetivas, más allá de los condicionamientos históricos particulares.
El positivismo
La fuerza de este modelo moderno de la ciencia tuvo sus ecos en el pensamiento social hacia la primera parte del siglo XIX. Podemos encontrar una deriva de algunos de sus supuestos en la filosofía positivistaN de Auguste Comte (1798-1857). Este pensador francés es quien acuñó la idea del positivismo como una forma de comprender el conocimiento sobre la realidad social.
Es su propuesta teórica de la filosofía positivista, Comte incluía una visión evolutiva del conocimiento humano, en una secuencia teórica en tres etapas: desde un estado teológico (sobre la base de explicaciones sobrenaturales o religiosas), pasando luego a un estado metafísico (basado solo en explicaciones abstractas o principios filosóficos), hasta llegar finalmente al estado positivo (que deja de lado las especulaciones de los dos primeros estados y se enfoca en la observación, la experimentación y la búsqueda de leyes científicas).
Como uno de los fundadores del pensamiento sociológico, Comte introdujo la idea de la “física social” como el enfoque científico para el estudio de la sociedad. Es decir que consideraba que la sociedad, al igual que la naturaleza, podía ser estudiada con los mismos métodos empíricos y racionales utilizados en las ciencias naturales. Así definida, la “Física social”, como versión primera de la Sociología, tenía como propósito identificar las leyes que ordenaban el comportamiento social, permitiendo predecir los fenómenos sociales de manera similar a cómo se predecían los fenómenos naturales.
La propuesta de tomar como modelo a la física suponía que la realidad social también estaba regida por leyes universales, susceptibles de ser descubiertas con la aplicación del mismo método científico.
(Marradi, Archenti y Piovani, 2012: 13)
Si bien el espectro de ideas inspiradas a partir del trabajo de Comte es diverso, el positivismo se caracteriza por el esfuerzo teórico inicial en distinguir los elementos teológicos y metafísicos de los “positivos” a la hora de estudiar la realidad social, entendiendo “lo positivo” como aquello que es efectivamente capturable por la experiencia sensorial en forma de “datos” empíricos verificables y medibles (ver más adelante en la Unidad 3, el apartado introductorio 3.1. Los datos como construcciones).
Más allá de los matices teóricos y disciplinares, la impronta transversal del positivismo puede caracterizarse por la concepción de que los fenómenos sociales pueden ser estudiados científicamente, con el modelo de las ciencias naturales como marco ordenador.
Dentro del encuadre de Comte se plantea también una distinción entre los “hechos”, como aquello que solo a la ciencia le corresponde conocer, y los “valores”, como parte de las verdades que no son evaluables y están por fuera del ámbito científico.
El positivismo influyó en el desarrollo de las ciencias sociales y promovió la idea de que el progreso social podría lograrse a través del conocimiento científico. Esa influencia positivista se reconoce en la obra del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917). Y más adelante en el siglo XX, otras derivas epistemológicas tuvieron lugar en el desarrollo de lo que se llamó positivismo lógico o neopositivismo desde un conjunto de filósofos de la ciencia agrupados en el llamado Círculo de VienaN y también en la tradición estructural-funcionalista representada en la sociología de Talcott Parsons (1902-1979).
El Círculo de Viena –llamado originalmente Círculo de Viena para la concepción científica del mundo– fue un influyente grupo compuesto por pensadores provenientes de disciplinas como las ciencias naturales y sociales, la lógica y la matemática. Este grupo fue fundado en 1921 por el filósofo austríaco Moritz Schlick y se reunió regularmente en la Universidad de Viena (Austria), entre 1924 y 1936. Su producción tuvo un impacto significativo en las discusiones de la filosofía del siglo XX, especialmente en el campo de la filosofía de la ciencia. Sus esfuerzos teóricos se centraron en delimitar qué constituye ciencia y qué no, además de buscar la creación de un lenguaje unificado para todas las ciencias.
Estas ideas sobre los modos de entender la realidad, de ubicar a los actores sociales dentro de la estructura social y de construir conocimiento científico sobre lo social constituyeron lo que se denominó críticamente, hacia la década de 1970, el “consenso ortodoxo” en las ciencias sociales. Esta perspectiva englobaba las nociones acerca de que la realidad consiste solo en aquello que es conocible mediante los sentidos, la aversión a la metafísica como criterio de demarcación de lo que no es científico y la concepción de que las ciencias sociales comparten, en última instancia, los mismos principios lógicos y metodológicos que las ciencias naturales.
Hughes, J. y Sharrock, W. (1999). La ortodoxia positivista. En: La filosofía de la investigación social (pp. 60-99). México: Fondo de Cultura Económica.
Como parte de esta impronta positivista, parte de los planteos sociológicos buscaron la cuantificación de aspectos de la realidad social, la sistematización de relaciones entre variables y, finalmente, el planteo de leyes generales sobre lo social.
A la idea de generalización se sumaban las ideas de objetividad y externalidad: el carácter externo y autónomo de la realidad social exigía la objetividad como requisito para alcanzar conocimiento válido. Así, la idea de la neutralidad valorativa se impuso como una de las características elementales del conocer científico.
El carácter empírico de la actividad científica, basada en la medición y el manejo de los datos como sustento de la explicación, se fue afianzando en las ciencias sociales durante el siglo XX, y adquirió carácter predominante –particularmente en EE.UU.– a través de la difusión de la técnica del sondeo (survey). El desarrollo de la estadística y la aplicación de la teoría de la probabilidad a las técnicas de muestreo, que permitiría predecir con importante aproximación la conducta de grandes poblaciones a partir de muestras relativamente pequeñas, contribuyó a la fascinación por el número y la medida. [...]
La visión estándar heredera de la tradición positivista, ejerció un predominio indiscutido en la epistemología de mediados del siglo XX, especialmente en el mundo anglosajón [...]. Si bien no se trata de una posición carente de matices, se puede encuadrar genéricamente en lo que se conoce como neopositivismo, y ligar a la obra de Carnap (1939), Hempel (1966), Nagel (1961) y muy especialmente Popper (1934, 1963).
(Marradi, Archenti y Piovani, 2012: 14)
Tal como nos señala la cita de Antonio Marradi, Nélida Archenti y Juan Piovani, en el “consenso ortodoxo” predominante en las ciencias sociales, podemos también inscribir el desarrollo teórico de Karl Popper (1902-1994). Su obra se ubica en lo que se ha llamado la “concepción heredada de la ciencia”N (Lorenzano, 2004). En esta perspectiva, las preocupaciones teóricas pasaban por definir los criterios de demarcación de lo que es ciencia y aquello que no lo es, la estructura lógica de las teorías científicas y la cuestión del método científico.
En esta versión clásica, predominante entre fines de la década de 1920 y la década de 1960, la ciencia es concebida como un tipo de conocimiento construido empíricamente (mediante observaciones y experimentos) y que, mediante razonamientos lógicos estructurados, postula teorías y establece leyes universales.
El método hipotético-deductivo y el falsacionismo
Como parte de esta tradición, entre los aportes teóricos de Popper en relación con el conocimiento científico están sus planteos claves del método hipotético-deductivo (MHD) y el falsacionismo.
El MHD es una respuesta, desde lo que se definió como racionalismo crítico, a las preguntas sobre los modos de construir ciencia, en una combinación de la deducción lógica con el abordaje empírico (vía observación o experimentación).
El enfoque del MHD supone, por un lado, una crítica al inductivismo como forma de construcción de conocimiento científico. A contramano de la idea de que el conocimiento científico se construye desde la observación de múltiples, aunque limitados, casos singulares para derivar la justificación de un enunciado verdadero y universal, el hipotético-deductivismo sostiene que son las hipótesis y su correspondiente carga teórica el punto de inicio del conocimiento científico. Es decir que no se parte de observaciones azarosas o indistintas para inducir luego una teoría, sino que será la teoría la que guiará nuestra observación deductiva de la realidad.
Un razonamiento inductivo supone partir de un cúmulo de observaciones de casos específicos para derivar desde allí una interpretación o conclusión general (es decir que va de lo particular a lo general). En cambio, un razonamiento deductivo se inicia con una ley o premisa general, a partir de la que se observa la realidad y se concluye la aplicabilidad o no de esa ley al caso o casos observados (es decir que va de lo general a lo particular).
Por otro lado, la crítica al verificacionismo también sustenta el planteo popperiano del MHD y es el basamento para su propuesta teórica del falsacionismo. Como alternativa crítica al positivismo lógico desarrollado dentro del Círculo de Viena, que ponía el énfasis en la verificación de teorías mediante observaciones, la idea fundamental de Popper es que las hipótesis o teorías científicas deben ser susceptibles de ser falsadas para ser consideradas científicas.
Ese es precisamente el criterio de demarcación entre lo que se considera ciencia y pseudociencia o no ciencia en su propuesta teórica. Es decir que una teoría será considerada científica si y solo si puede ser sometida a pruebas (observaciones, experimentos) que podrían eventualmente demostrar su falsedad, de modo que el foco está en la potencial refutación antes que en su verificación.
Las explicaciones científicas son así conjeturas provisionales que el científico crea como intento de explicación de algún aspecto del universo, o de dar solución a problemas con los que tropezaron teorías anteriores. De toda hipótesis científica pueden deducirse consecuencias observacionales que la confirmen o la refuten. Para el falsacionismo, el científico debe buscar refutaciones posibles de la hipótesis en vez de tratar de salvarla por la vía de buscar confirmaciones. En caso de encontrar una refutación, se debe eliminar la hipótesis y reemplazarla por otra. Si en cambio la hipótesis sobrevive a los esfuerzos de refutación, se la conserva como mejor explicación disponible, ya que probó ser mejor que otras hipótesis que fueron refutadas. Pero esta aceptación es siempre provisoria.
(Laso, 1996: 162)
De manera resumida, el recorrido del MHD supone una secuencia de etapas:
-
En primer lugar, construir como problema de investigación un fenómeno que requiere ser explicado o solucionado, a partir de lo que puede pensarse como “observaciones intrigantes” (Klimovsky, 1994: 149) que llaman la atención y que son productos de un encuadre teórico que orienta esa problematización. Este problema moviliza la búsqueda de respuestas que, en un determinado estado de conocimiento de la ciencia, aún no existen o son insuficientes.
-
En segundo lugar, la formulación de hipótesis será el planteo de una conjetura que buscará dar respuesta al problema de investigación planteado, en la forma de un enunciado general que tentativamente se supone verdadero. Esa hipótesis deberá ser falsable o refutable (es decir que en su enunciación debe estar abierta a posibles refutaciones mediante nuevas observaciones empíricas).
¿Qué entiende Popper por hipótesis refutable? Que ante una hipótesis, debemos poder indicar con precisión qué tendría que suceder para declararla refutada. No pretende afirmar que, tarde o temprano, la hipótesis será refutada, sino que debemos estar en condiciones de describir situaciones en las cuales, durante su control, se la debería dar por refutada; en este sentido, podría resultar que una hipótesis fuese refutable y, sin embargo, verdadera, caso en el cual fracasarían todos los intentos de refutarla. Dicho de otro modo, la refutabilidad significa poder imaginar observaciones pertinentes que nos llevarían a declarar refutadas ciertas consecuencias observacionales de la hipótesis.
(Klimovsky, 1994: 146-147)
-
En tercer lugar, se procederá a deducir lógicamente consecuencias, en forma de enunciados, que deberían cumplirse si la hipótesis planteada fuera verdadera. Esas implicaciones contrastadoras de la hipótesis son la base para su posterior puesta a prueba ante la observación empírica.
-
En cuarto lugar, en una etapa empírica se obtendrán las observaciones pertinentes (mediante la recolección de información, la observación sistemática o la experimentación) para comprobar rigurosamente si las consecuencias derivadas de la hipótesis se cumplen.
-
Finalmente, se deberá corroborar o refutar la hipótesis en función de los resultados de la etapa anterior.
El argumento del MHD busca asentarse en una lógica deductiva válida. Dentro de la propuesta teórica del falsacionismo, es especialmente importante el tipo de razonamiento lógico denominado modus tollens, pues en él se apoya la refutación de hipótesis.
El modus tollens se remonta a la lógica aristotélica en la antigua Grecia. Si bien Aristóteles formuló muchos principios de la lógica deductiva, la noción de modus tollens fue formalizada más claramente en la lógica proposicional moderna desarrollada en los siglos XIX y XX por teóricos de la lógica y la matemática como George Boole (1815-1864) y Gottlob Frege (1848-1925).
El término modus tollens es una expresión latina que significa “modo que negando niega” o “método de negar”.
Este razonamiento se basa en la estructura:
-
Si P, entonces Q (P → Q)
-
No Q (¬Q)
-
Por lo tanto, no P (¬P)
Es decir que si una afirmación condicional es verdadera (si P, entonces Q) y la conclusión es falsa (¬Q), entonces la premisa (P) también debe ser falsa (¬P). Por lo tanto, para demostrar que una proposición inicial (P) es falsa, es suficiente con demostrar deductivamente su contradictoria (¬P) o, lo que es lo mismo, que negando una, se niega la otra.
En ese camino entre conjeturas y refutaciones, Popper argumenta que las teorías científicas nunca pueden ser verificadas de manera definitiva; por lo que una de las características del conocimiento científico es su carácter provisorio.
De allí se deriva un proceso constante de búsqueda activa de la refutación de las teorías –en lugar de su confirmación– como dinámica que sustenta al progreso del saber científico.
“La consagración del método hipotético-deductivo como única vía válida para la producción de conocimiento científico revitalizó la idea de monismo o reduccionismo metodológico: para Popper la ciencia se ocupa de explicaciones, conformadas por sistemas de hipótesis que han resistido las pruebas de falsación, y estas sólo pueden hacerse a través de un único y mismo método”.
(Marradi, Archenti y Piovani, 2012: 15)
Los paradigmas
Una de las vías por las que el denominado “consenso ortodoxo” en las ciencias sociales –asociado a su vez a la tradición positivista y sus variadas apropiaciones– comenzó a ser cuestionado en sus supuestos fue la lectura social e histórica de la producción científica. En este giro historicista de la segunda mitad del siglo XX, se destaca la obra de autores como Thomas Kuhn (1922-1996), Paul Feyerabend (1924-1994) e Imre Lakatos (1922-1974).
El foco en los contextos de producción o de “descubrimiento”, y ya no tanto en las características conceptuales internas de las teorías y sus formas lógicas de justificación, estuvo en gran medida influenciado por la publicación en 1962 del libro de Kuhn La estructura de las revoluciones científicas.
Uno de los aportes kuhnianos es la idea de paradigma para englobar un conjunto de elementos que incluye leyes y sus supuestos teóricos, principios metafísicos generales, maneras consensuadas de aplicar esas leyes, junto a instrumentos, técnicas y prescripciones metodológicas que les son propias. En su lectura histórica y epistemológica de disciplinas como la física, la química y la astronomía, Kuhn planteó que esos campos atravesaron procesos de revolución que implicaron la sustitución de un paradigma científico por otro.
“Se puede resumir la imagen que tiene Kuhn de cómo progresa una ciencia mediante el siguiente esquema abierto:
preciencia – ciencia normal – crisis – revolución – nueva ciencia normal – nueva crisis
La desorganizada y diversa actividad que precede a la formación de una ciencia se estructura y dirige finalmente cuando una comunidad científica se adhiere a un solo paradigma. Un paradigma está constituido por los supuestos teóricos generales, las leyes y las técnicas para su aplicación que adoptan los miembros de una determinada comunidad científica. Los que trabajan dentro de un paradigma, ya sea la mecánica newtoniana, la óptica ondulatoria, la química analítica o cualquier otro, practican lo que Kuhn denomina ciencia normal. La ciencia normal articulará y desarrollará el paradigma en su intento por explicar y acomodar el comportamiento de algunos aspectos importantes del mundo real, tal y como se revelan a través de los resultados de la experimentación. Al hacerlo experimentarán inevitablemente dificultades y se encontrarán con aparentes falsaciones. Si las dificultades de ese tipo se escapan de las manos, se desarrolla un estado de crisis. La crisis se resuelve cuando surge un paradigma completamente nuevo que se gana la adhesión de un número de científicos cada vez mayor, hasta que finalmente se abandona el paradigma original, acosado por problemas. El cambio discontinuo constituye una revolución científica. El nuevo paradigma, lleno de promesas y no abrumado por dificultades en apariencia insuperables, guía entonces la nueva actividad científica normal hasta que choca con serios problemas y aparece una nueva crisis seguida de una nueva revolución”.
(Chalmers, 1987: 128-129).
Características del conocimiento científico
Desde este rápido recorrido de temas, ideas, autores y conceptos, podemos sintetizar algunas de las características del conocimiento científico heredadas.
Para no perder la lectura en contexto, retomamos la distinción de Díaz (2010) entre el conocimiento científico y la ciencia:
El conocimiento científico no es una realidad abstracta sin anclaje en lo real. Está registrado en publicaciones, grabaciones, protocolos, conclusiones de investigaciones, bancos de datos, unidades y redes informáticas, así como en las aplicaciones concretas de la ciencia. Se genera en las prácticas y los discursos de la comunidad científica. Además, está relacionado con el resto de la sociedad. Por consiguiente “ciencia” es un término de mucho mayor alcance que “conocimiento científico”.
El conocimiento científico, entonces, forma parte de la ciencia. Pero la ciencia es más abarcativa, pues comprende también las instituciones gubernamentales y privadas que invierten en investigación, las editoriales de temas científicos y, por supuesto, la comunidad científica, que está constituida por investigadores, editores, periodistas especializados, divulgadores científicos, docentes, alumnos, técnicos metodólogos y epistemólogos.
(Díaz, 2010: 19-20)
Inicialmente, podemos decir que el conocimiento científico se distingue de otras formas de conocimiento, como pueden ser las creencias religiosas o el sentido común (ver la distinción entre episteme y doxa y mythos y logos, ya comentada al inicio del subapartado 1.2.1 en relación con el “El pensamiento premoderno de la Antigüedad clásica”). Algunas de sus características distintivas son su carácter riguroso y sistemático y la búsqueda de pruebas empíricas para explicar la realidad social.
Díaz, E. (2010). Conocimiento de sentido común y conocimiento científico. En: E. Díaz (ed.). Metodología de las ciencias sociales (pp. 13-19). Buenos Aires: Biblos.
Eco. U. (1997). ¿Qué es la cientificidad? En: ¿Cómo se hace una tesis? (pp. 47-53). Barcelona: Gedisa.
En una identificación de elementos que forman parte de una versión clásica del conocimiento científico, Díaz (2010) nos señala también este conjunto de características enlazadas entre sí:
Participan: Esther Díaz. Epistemóloga y ensayista argentina. Es doctora en Filosofía de la UBA. Diego Golombek. Doctor en Ciencias Biológicas, investigador y divulgador científico. Diego Torres. Director de Cientópolis, doctor en Informática y director de la plataforma de ciencia abierta y ciudadana de la UNLP. Mario Pecheny. Doctor en Ciencia Política por la Universidad París III, vicepresidente CONICET, representante de las ciencias sociales en el directorio de CONICET.
Fuente: AAVV. [@TecnopolisArgentina] (22 septiembre de 2021). Episodio VIII. ¿Cómo dialoga el campo científico con nuestra sociedad? 8 preguntas. [Video] Youtube https://youtu.be/ptf7Sbr7PZU
Lo que aparece velado en esta caracterización es, en parte, una discusión teórica acerca de una única y sola versión de la ciencia o, más bien, una pluralización de las perspectivas que permitan reconocer distintos modos válidos y legitimados de producir conocimiento científico, especialmente desde las ciencias sociales.
En un sentido amplio, podemos tomar en consideración los criterios que nos presenta Umberto Eco (1997) para pensar sobre la base de qué criterios definimos que una investigación es científica:
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La investigación versa sobre un objeto reconocible y definido de tal modo que también sea reconocible por los demás. [...]
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La investigación tiene que decir sobre este objeto cosas que todavía no han sido dichas o bien revisar con óptica diferente las cosas que ya han sido dichas. [...]
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La investigación tiene que ser útil a los demás. [...]
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La investigación debe suministrar elementos para la verificación y la refutación de las hipótesis que presenta, y por tanto tiene que suministrar los elementos necesarios para su seguimiento público. [...]
(Eco, 1997)
Tenemos así un conjunto complementario de elementos para juzgar la cientificidad del conocimiento:
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Una revisión de las formas consensuadas de problematización y puesta en discurso de objetos investigables.
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Su aporte como novedad ante la comunidad científica y ante quienes demanden o se interesen por los resultados producidos.
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Su utilidad, pensable en el continuum entre la producción de conocimiento científico para la propia promoción y avance general del conocimiento y el aporte inmediato a las políticas públicas.
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El necesario carácter provisorio, de la mano del valor de las hipótesis como conjeturas a poner a prueba a partir del relevo empírico de datos para su eventual confirmación o refutación.
A partir del texto de Umberto Eco y su planteo sobre la cientificidad en las ciencias sociales: ¿cuál sería la diferencia entre un trabajo de investigación o tesis “científica” y una de tipo “político”? ¿Existe para el autor esa distinción?
Klimovsky, G. (1994). Las desventuras del conocimiento científico. Buenos Aires: A-Z Editora.
Yuni, J. y Urbano, C. (2006). El conocimiento científico. En: Técnicas para investigar. Recursos metodológicos para la preparación de proyectos de investigación (pp. 13-36). Córdoba: Brujas.
Desplazamientos posmodernos
Como cierre de este recorrido, merece señalarse que los elementos de la versión clásica del pensamiento científico –fundamentadas especialmente en las herencias de la Modernidad– han tenido en las últimas décadas un desplazamiento crítico dentro del pensamiento social.
En este giro posmoderno se reconoce la convergencia de procesos tales como la caída de los ideales del conocimiento de la Modernidad asociados a la verdad universal y unívoca; la crítica, rechazo y desencanto respecto de los ideales éticos y del progreso social asociados a las utopías o grandes relatos socioculturales; y cuestionamientos a la propia ciencia y al cientificismo ante otras formas de racionalidad (Pardo, 2002). Se asocian entonces a este proceso una idea “débil” de la verdad en tanto producto social contingente, el descreimiento en el futuro promisorio como resultado del avance científico, y la fragmentación del sentido de la razón y la verdad frente a nuevos sentidos sobre el conocimiento y su producción.
Dentro de este amplio panorama de época, algunos de los giros críticos han estado dados por la emergencia de una pluralidad de epistemologías disidentes, tales como los planteos poscoloniales, feministas o ambientalistas.
Guarin Jurado, G. (2018). Epistemologías del sur. En: S. Alvarado, J. Pineda y K. Correa. (ed.). Polifonías del sur. Desplazamientos y desafíos de las Ciencias Sociales (pp. 386-429). Buenos Aires: CLACSO. https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/11405/1/Polifonias_del_Sur.pdf
“La epistemología es una teoría del conocimiento que considera lo que se puede conocer y cómo, o a través de qué pruebas las creencias son legitimadas como conocimiento verdadero.
La epistemología feminista estudia lo anterior, abordando la manera en que el género influye en las concepciones del conocimiento, en la persona que conoce y en las prácticas de investigar, preguntar y justificar. Identifica las concepciones dominantes y las prácticas de atribución, adquisición y justificación del conocimiento que sistemáticamente ponen en desventaja a las mujeres porque se les excluye de la investigación, se les niega que tengan autoridad epistémica, se denigran los estilos y modos cognitivos femeninos de conocimiento, se producen teorías de las mujeres que las representan como inferiores o desviadas con respecto al modelo masculino, se producen teorías de fenómenos sociales que invisibilizan las actividades y los intereses de las mujeres o a las relaciones desiguales de poder genéricas, y se produce conocimiento científico y tecnológico que refuerza y reproduce jerarquías de género. [...] Partiendo de lo anterior, se puede decir que entre los temas centrales de la epistemología feminista se encuentran: la crítica a los marcos de interpretación de la observación; la descripción e influencia de roles y valores sociales y políticos en la investigación; la crítica a los ideales de objetividad, racionalidad, neutralidad y universalidad, así como las propuestas de reformulación de las estructuras de autoridad epistémica”.
(Blázquez Graf, 2010: 22-23)
Conferencia LNF 2018: Género y políticas del conocimiento, Por Diana Maffía - Canal Encuentro
La filósofa Diana Maffía nos invita a pensar las relaciones de poder que existen en los espacios de debate y creación del saber, cuál fue el lugar que las mujeres ocuparon históricamente y cómo fue el proceso a partir del cual comenzaron a cuestionar el orden establecido.
Fuente: Maffía, D. [@encuentro] (15 de noviembre de 2018). Conferencia LNF 2018: Género y políticas del conocimiento, Por Diana Maffía - Canal Encuentro. [Video]. Youtube. https://youtu.be/edT2LIQLEPo?si=iq1SSRUiR-yIHYlN
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A partir de los temas presentados y la bibliografía, lea exploratoriamente esta nota:
“Cómo educa cada signo” (15 de septiembre de 2013). Diario Perfil. https://rouge.perfil.com/noticias/horoscopo/2013-09-15-37311-como-educa-cada-signo.phtml
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Responda: ¿Puede considerarse científico el horóscopo para docentes? ¿Por qué? ¿Qué apoyos conceptuales se pueden tomar de la bibliografía obligatoria para apoyar la argumentación?
1.2.2. La distinción entre la investigación cuantitativa y cualitativa
Como parte de la entrada epistemológica que planteamos en esta unidad, debemos identificar las particularidades del debate conceptual entre los enfoques metodológicos cuantitativo y cualitativo en las ciencias sociales.
Especialmente en la segunda mitad del siglo XX, se sucedió entre ambos enfoques una pugna en ámbitos académicos por la construcción de la validez científica dentro de las ciencias sociales. Es decir que parte de lo que está en debate es cuál es el camino válido para producir conocimiento científico.
En una parte de la discusión, se ha indicado que hay mucho de estereotipo y de “mitos” que recaen sobre cada uno de esos enfoques, sus fundamentos y sus alcances. Más allá de esas visiones simplificadas, debemos ubicar la discusión en una trama sociohistórica mucho más compleja. En esa historia, se pueden reconocer solapamientos, cruces e intercambios fluidos –y no una barrera estricta y clausurada entre ambos enfoques–, entre herramientas y lógicas de los métodos cuantitativos y cualitativos en distintas investigaciones, especialmente en el campo de la sociología a lo largo del siglo XX.
La discusión académica excede la mera caracterización de los fenómenos sociales según sus cualidades o según sus posibles cuantificaciones. Antes bien, pueden identificarse distintos planos que nos sirven para organizar el entendimiento de la discusión entre los enfoques cuantitativo y cualitativo, y aclarar qué es lo que se discute cuando se plantea esa dicotomía en el campo de la metodología de la investigación en ciencias sociales.
Piovani, J. et al. (2008). 3. Los términos del debate cualitativo/cuantitativo en la literatura sociológica: argumentos axiológico, ontológico, gnoseológico, epistemológico y técnico. En: N. Cohen y J. Piovani (comps.). La metodología de la investigación en debate (pp. 135-144). La Plata: EDULP-EUDEBA.
La siguiente tabla sintetiza algunos elementos de esta discusión, a partir de una lectura comparativa sobre los modos de entender la realidad social (plano ontológico), las formas legítimas de hacer ciencia sobre lo social (plano epistemológico), el lugar de quien conoce y su relación con su objeto de estudio (plano gnoseológico), el lugar de los valores y compromisos políticos involucrados a la hora de investigar (plano axiológico), y las técnicas y métodos propios de cada enfoque (plano técnico-procedimental).
Planos y preguntas orientadoras |
Enfoque cuantitativo |
Enfoque cualitativo |
Ontológico ¿Qué idea de realidad social se presupone? |
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Epistemológico ¿Cuáles son los fundamentos y condiciones de validez del conocimiento científico? ¿Cuáles son los criterios de demarcación entre la ciencia y la no ciencia? |
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Gnoseológico ¿Cuáles son los modos, posibilidades y límites del conocimiento? ¿Cómo se caracteriza la relación entre el sujeto cognoscente y el objeto de estudio (es decir, otros sujetos)? |
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Axiológico ¿Cuáles son los valores que caracterizarían a cada enfoque? ¿Cuáles son las categorías de referencia o “mitos” que han construido estereotipos identitarios? |
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Técnico-procedimental ¿Cuáles son los métodos y técnicas de recolección/construcción de datos, análisis y presentación de resultados? ¿Y cuál es su utilidad y capacidad heurística? |
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Fuente: elaborado a partir de Hernández Sampieri, Fernández Collado y Baptista Lucio (2006), Iglesias (2016), Piovani et al. (2008) y Sautu, Boniolo, Dalle y Elbert (2005).
1.2.3. La triangulación
Un corolario posible de los debates teórico-metodológicos entre lo cuantitativo y lo cualitativo y su superación está en las propuestas de articulación y/o de integración entre ambos métodos.
Luego de décadas de debate, hay cierto consenso construido sobre la necesidad de superar la dicotomía y apostar al abordaje complejo de la investigación en las ciencias sociales. Una vía sería –al margen de la profundidad y especificidad de los debates ontológicos, epistemológicos y axiológicos y sus aportes claves– plantear diseños de investigación basados en la complementación y la combinación de métodos. En esta vinculación y posible integración entre enfoques metodológicos y técnicas cuantitativas y cualitativas aparece el concepto de triangulación.
Piovani, J. et al. (2008). 4. Propuestas de articulación, integración y superación del debate cualitativo vs. cuantitativo. En: N. Cohen y J. Piovani (comps.). La metodología de la investigación en debate (pp. 144-153). La Plata: EDULP-EUDEBA.
Piovani, J. (2018). Triangulación y métodos mixtos. En: A. Marradi, N. Archenti y J. Piovani, Manual de metodología de las ciencias sociales (pp. 437-450). Buenos Aires: Siglo XXI.
El término triangulación está tomado de la topografía y también de la navegación marítima o fluvial, que se asisten para determinar una posición o rumbo cruzando la información de la ubicación del observador con ciertas intersecciones o coincidencias geométricas y/o estelares y un rumbo de destino o punto geográfico a definir. La idea general de este planteo es que, a partir de diferentes apreciaciones, elementos o incluso puntos de vista, se logrará una mejor orientación y abordaje del mismo fenómeno.
Llevado al campo de la investigación en ciencias sociales, la triangulación refiere a un modo de consolidación de la estrategia metodológica para la construcción e interpretación de los datos, a partir de la articulación creativa de distintas herramientas que permiten apuntalar un mismo objeto de estudio.
El primer uso del término “triangulación” en el campo de la metodología de la investigación social parece haber sido el de Campbell y Fiske (1959, p. 101) en la discusión sobre la validación (convergente / divergente) de los instrumentos de medición. Más adelante la triangulación fue trabajada en Webb, Campbell, Schwartz y Sechrest (1966) –con la idea de unobstrusive methods– y se la introdujo en la discusión del método cualitativo a través de Denzin (1970). [Nota al pie N° 4: En estos desarrollos iniciales estaban asociados a las prácticas de medición en las ciencias sociales y de la conducta y bajo la concepción de que, si una proposición podía ser confirmada por dos o más mediciones independientes, la ambigüedad sobre su interpretación se podría reducir significativamente a través de la triangulación en el proceso de medición (Cohen y Piovani, 2008)].
(Santos, Pi Puig y Rausky, 2018: 257)
Una síntesis de los usos y estrategias de la integración metodológica se encuentra en el trabajo de Eduardo Bericat (1998) y su distinción entre la complementación, la combinación y la triangulación.
La estrategia de complementación supone construir dos perspectivas diferentes sobre una misma realidad social, dado que cada enfoque metodológico ofrece y es capaz de recoger aspectos particulares. Se busca así ampliar el conocimiento al emplear de manera sumativa dos estructuras metodológicas coexistentes que se pueden enriquecer y complementar entre sí. Según el nivel de integración, los resultados pueden presentarse como informes independientes, o integrarse en una síntesis que combine ambos puntos de vista, desde la especificidad de cada enfoque metodológico.
La combinación, por su parte, plantea una relación funcional entre dos métodos y en la que el resultado obtenido mediante el primero optimiza la ejecución de componentes o etapas del segundo. Esto permite que, finalmente, ese segundo método alcance una mayor calidad en sus resultados. Aunque ambos métodos tienen objetivos diferenciados (como en la estrategia de complementación), el primero se integra al segundo como insumo. Esta estrategia combinatoria, que establece una interdependencia metodológica, se puede utilizar para contrarrestar las debilidades de un método con las fortalezas del otro.
Finalmente, la triangulación se diferencia de las estrategias anteriores al enfocarse en un propósito común: ambos métodos se diseñan para abordar un mismo objeto de estudio, con el fin de reforzar la validez de los resultados obtenidos. A diferencia de la complementación, la triangulación busca explícitamente resultados convergentes, dejando en segundo plano las diferencias metodológicas para privilegiar la confirmación mutua entre los hallazgos: “Cuando con dos diferentes métodos obtenemos una idéntica o similar imagen de la realidad social, nuestra confianza en la veracidad de esa imagen se incrementa” (Bericat, 1998: 111).
Bericat, E. (1998). Estrategias y usos de la integración. En: La integración de los métodos cuantitativos y cualitativos en la investigación social. Significado y medida (pp. 103-146). Barcelona: Ariel.
En un sentido amplio, los recursos múltiples para la integración de métodos podrán consistir en buscar diferentes fuentes de datos, recurrir a las opiniones expertas de otros/as investigadores/as, construir el apoyo en otros aportes teóricos o hacer uso de múltiples métodos o técnicas para estudiar un problema determinado. Esto es lo que, en la propuesta de Norman Denzin publicada en su libro The research act en 1970, se definió como triangulación de datos, de investigadores, de teorías y de metodologías (Bericat, 1998; Marradi, Archenti y Piovani, 2012).
Desde el plano metodológico y técnico-procedimental, el recurso a técnicas y procedimientos de los enfoques cuantitativo y cualitativo en un mismo diseño de investigación también se ha definido como enfoque “multimétodo” o de “métodos mixtos”.
Durante la década de 1980 la controversia epistemológica empezó a perder fuerza y comenzó a pensarse que la cuestión entre lo cualitativo y cuantitativo no se resolvía en el plano de las discusiones filosóficas sobre la realidad sino en el plano de la racionalidad entre el problema cognitivo, el diseño de investigación apropiado y los instrumentos técnicos más adecuados para resolverlos. [...] Por lo tanto, luego de la guerra de los paradigmas con auge en los años ochenta, los noventa dieron lugar a una posición más pragmática que permitió a los métodos mixtos obtener un status igualitario con las escuelas positivistas e interpretativistas, habilitando el uso de métodos cuantitativos y cualitativos bajo un argumento técnico [...]. En efecto, el avance de la integración metodológica debe ser pensado como parte del proceso de superación de las concepciones de enfrentamiento paradigmático / metodocentradas hacia otra de pluralismo pragmático, en donde las estrategias de combinación aparecen como su fundamento operativo [...]. Esto es un claro reflejo del avance del argumento técnico, por sobre el epistemológico, en el discurso sobre la distinción cualitativo/cualitativo [sic] a nivel metodológico.
(Santos, Pi Puig y Rausky, 2018: 258)
Santos, J., Pi Puig, P. y Rausky, E. (2018). Métodos mixtos y reflexividad: explorando posibles articulaciones. En: J. Piovani y L. Muñiz Terra (coords.), ¿Condenados a la reflexividad? Apuntes para repensar el proceso de investigación social (pp. 254-283). Buenos Aires: CLACSO-Biblos. https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20180419015342/Condenados_a_la_reflexividad.pdf
Verd, J. y López, P. (2008). La eficiencia teórica y metodológica de los diseños multimétodo. Empiria. Revista de Metodología de las Ciencias Sociales, (16), 13-42. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=297124024001
Otra clave fundamental es comprender el tipo de críticas a la noción de triangulación. Allí se presentan discusiones sobre la cuestión de la reflexividad crítica ante los fundamentos y alcances de las estrategias de triangulación, así como debates sobre la distinción irreconciliable (para algunos) de los supuestos ontológicos y epistemológicos en que se basan los enfoques cuantitativo y cualitativo:
Bryman (2004) enumera algunas de las críticas más frecuentes: sus presupuestos ligados a cierto realismo ingenuo y la asunción de que datos provenientes de distintos métodos puedan ser comparados inequívocamente (e incluso considerados equivalentes). Massey (1999) realiza una crítica más radical; para él, los fundamentos conceptuales de la triangulación son esencialmente inconsistentes. [...]
La propuesta de triangulación metodológica ha encontrado oposición especialmente entre aquellos más apegados a la explicación epistemológica de las diferencias entre métodos cualitativos y cuantitativos. No obstante, como indica Bryman (2004), la mayoría de los investigadores ha adoptado posiciones más pragmáticas: incluso admitiendo que las distintas formas de investigación conllevan compromisos epistemológicos y ontológicos contrapuestos, ha aceptado la idea de que la combinación de sus respectivas fortalezas puede generar beneficios para la investigación. Pero esta última afirmación puede resultar en cierto sentido voluntarista: la combinación de métodos no siempre tiene un efecto compensatorio de sus desventajas y potenciador de sus ventajas; en ocasiones se refuerzan las limitaciones y se multiplican los sesgos. [...]
Por otra parte, se corre el riesgo de que la triangulación se convierta en una nueva moda metodológica: como advierte Bryman (2004), actualmente pareciera haber una tendencia –para él injustificada– a creer acríticamente que una investigación multimétodo es superior a una monométodo. Así como durante mucho tiempo –y en algunos contextos aún hoy– se recurría a las técnicas estadísticas como fetiches, sin controlar concienzudamente su utilización, hay algunos elementos que permiten pensar que algo análogo ha empezado a suceder con la triangulación: en muchos casos se recurre a ella de modo ritualista, olvidando que se trata simplemente de una metáfora (como indica Massey, 1999), y descuidando la reflexión crítica acerca de los problemas metodológicos.
(Marradi, Archenti y Piovani, 2012: 26-27)
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Lea la selección de resúmenes de artículos académicos que se encuentra en el siguiente enlace:
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Responda a estas cuestiones:
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¿Cuál es el enfoque metodológico (cualitativo o cuantitativo) de la investigación que presenta cada artículo y cuáles son los términos, conceptos o definiciones que les permiten argumentar su respuesta?
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¿Cómo podría plantearse el mismo objeto de investigación desde el otro enfoque metodológico, identificando la necesidad de cambios en el planteo del problema o estrategias alternativas de recolección o construcción de datos?
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