Existen dos campos de aplicación de las computadoras
en el proceso compositivo. Uno de ellos es el de la composición
asistida, en el cual la computadora es considerada
una herramienta capaz de ayudar a generar los
materiales de la obra, a partir de la formalización de
procedimientos que realiza el compositor. En la composición
asistida se emplean, en general, programas
especialmente diseñados o lenguajes de programación
como Open Music y PWGL.
El segundo campo de aplicación es en la composición
algorítmica. Si bien la composición realizada a través
de algoritmos –entendidos estos como conjuntos de
reglas– ha existido en la música desde siempre, nos referimos
a composición algorítmica cuando en general
interviene el azar en determinadas elecciones y los procesos
se realizan con la participación de computadoras.
La máquina “crea” la obra, o parte de ella, en virtud de que el algoritmo empleado es capaz de tomar decisiones durante
el proceso creativo y, en la mayoría de los casos, también la interpreta.
Un modelo de composición algorítmica muy difundido en la actualidad se basa en algoritmos genéticos. A través de
este modelo, la composición se desarrolla en términos evolutivos. La computación evolutiva deriva de la Inteligencia
artificial y recurre a conceptos biológicos tales como selección natural, mutación, cruzamientos, y al estudio de poblaciones
autoorganizadas y comportamientos colectivos.
Las técnicas actuales empleadas en la composición algorítmica son muy diversas y se basan también en modelos
matemáticos, sistemas computacionales capaces de aprender y gramática formal, entre otras.
La composición algorítmica vinculada con modelos matemáticos, por su parte, ha utilizado con frecuencia la técnica
de los fractales, objetos geométricos cuya estructura básica se multiplica a diferentes escalas (ver G.10.1.).
Otros modelos matemáticos se sustentan en la probabilidad
y la estadística, o en la teoría del caos.
La primera obra creada por una computadora fue la
Suite Illiac (1956), a partir de la programación realizada
por Lejarin Hiller y Leonard Isaacson de la Universidad
de Illinois. La pieza está escrita en cuatro movimientos
e instrumentada para ser interpretada por un cuarteto
de cuerdas.
Otro pionero en el uso de la computación en la composición
algorítmica fue Iannis Xenakis, quien desarrolló
obras musicales basadas en procesos estocásticos. Mediante
estas técnicas, descriptas en su libro Formalized
Music (1963), realizó las primeras piezas en este campo: Atrées (para 10 instrumentos) y Morsima-Amorsima (para piano, violín, violoncelo y contrabajo), ambas escritas
en 1962.