Cuando experimentamos la sensación sonora en un ambiente cerrado, llega primero a nuestros oídos el sonido directo,
que es el que proviene directamente de la fuente. En segundo término las reflexiones de primer orden, que parten
de la fuente sonora, chocan con un objeto (la pared, por ejemplo) y alcanzan nuestros oídos, luego las de segundo
orden (con dos reflexiones), y así en orden creciente, hasta percibir una sensación difusa denominada reverberación.
Las primeras reflexiones –en general seis, si consideramos un cuarto vacío con cuatro paredes, techo y piso– contribuyen
a la determinación de la posición de la fuente, especialmente si el ataque del sonido es impulsivo. La reverberación,
por otra parte, nos brinda información sobre las características materiales de la sala y sobre sus dimensiones.
El tiempo de reverberación (t60) se calcula considerando el intervalo transcurrido entre la finalización de la señal acústica
y el momento en que el nivel de la reverberación cae 60 dB. El tiempo de reverberación, cuando el volumen (V)
es medido en m3 es, según Sabine:
donde A representa la sumatoria de los productos entre los coeficientes de absorción y las superficies reflectoras. Los
coeficientes de absorción dependen de la frecuencia de la señal acústica, por lo cual, suele utilizarse el denominado
“coeficiente de reducción del ruido”, que es la media aritmética entre 250, 500, 1000 y 2000 Hz.
El gráfico que sigue (G.8.2.) muestra la distribución de las reflexiones en el tiempo, producidas por un impulso dentro
de una sala. La altura de las líneas representa su amplitud relativa.
Si bien las reflexiones llegan desde diferentes direcciones, atribuimos una posición única y correcta a la fuente debido
a que estas se funden con el sonido directo, agregando una sensación espacial más completa y una mayor sonoridad.
Este fenómeno de supremacía de la dirección del directo frente a la de los ecos es conocido como “efecto de precedencia”
y ha sido objeto de amplio estudio en psicoacústica.